Referente al escándalo en redes sociales de una controvertida cartilla con contenido sexual que, supuestamente, había repartido el Ministerio de Educación Nacional (MEN) en algunos colegios del Caribe, ¿fue correcto el manejo que se le dio por parte de los medios de comunicación?, y en el momento de empezar a ejercer ¿cuál sería la posición correcta como periodista al manejar este tipo de noticias?
Respuesta:
El problema comienza cuando se designa la cartilla como de “contenido sexual”. ¿Lo era? ¿O era una cartilla de contenido pedagógico sobre la identidad sexual? ¿O era otra clase de material que tenía que ver con la sexualidad? ¿Era una publicación del Ministerio? ¿O de alguna institución que tenía que ver con el Ministerio? Y el escándalo alrededor de la cartilla ¿tenía motivaciones políticas? ¿O estaba motivado por una clara intencionalidad de defensa de una sana sexualidad?
Estas son algunas de las preguntas que pueden formularse alrededor del tema y que indican un primer paso en la dirección correcta: dudar de todo para evitar que alguien manipule al periodista y, a través de él, a la opinión pública.
Precisados los puntos de duda viene un segundo paso necesario en esta y en las demás informaciones: averiguar la utilidad que la información puede tener para la audiencia del medio. Si es responder a una mera curiosidad, o al morbo de los receptores, son objetivos no válidos para una publicación que debe estar hecha, como todo lo periodístico, para preservar, fortalecer o descubrir el bien común.
Los temas de violencia y de sexo dan para informaciones sensacionalistas que, una vez satisfecha la curiosidad, se olvidan porque son material desechable; pero pueden ser material de reflexión que hace conocer mejor la naturaleza humana y promueve su dignificación. En el caso de las cartillas es legítimo dudar si se trataba de una campaña política, o de una sana propuesta en favor de una buena educación. El tono de la presentación de este hecho depende de la madurez de la sensibilidad ética del periodista en cuanto a su responsabilidad para con la sociedad y a su independencia de cuantos quieren manipularlo.
Documentación
En Colombia la gente continúa teniendo confianza en la iglesia y el ejército pero se ha caído enormemente la confianza en la televisión. También en otro estudio grande que se ha hecho este año en Estados unidos se muestra una fortísima caída de la confianza en los medios. De modo que lo que aparece como constante es que en nuestras sociedades hoy resulta imposible no tener que ver con los medios, pero de ahí a que la agenda de los medios sea la que configura la agenda de la gente, hay una diferencia enorme.
Los estudios de la agenda marcan en el campo de la comunicación un giro y un salto cualitativo que permitió salir del enfoque centrado en los efectos instantáneos, para entrar al estudio de los procesos y las prácticas a través de las cuales los medios construyen un cierto nivel de realidad, un nuevo sentido común, y ello con base en una innovadora amalgama entre la sociología del conocimiento y los observatorios de medios. Pero la agenda a la que apuntan esos estudios es la del llamado orden del día, que es la que los ciudadanos necesitamos en medio de la fragmentación y velocidad de las noticias. Lo que en ningún momento implica que esta fuera toda la agenda de los públicos, pues no solo la idea de que los medios tienen sus lectores o audiencias es demasiado estrecha y sesgada, sino que los públicos no se fían nunca por entero de los medios y mucho menos hoy, cuando su agenda choca mucho más abiertamente con lo que la gente vive y experimenta. Y ello porque los medios no están ayudando a que los ciudadanos se empoderen y participen en las decisiones que mueven los hilos del conflicto. Esta es la clave de su distanciamiento, y si los medios no hacen eso es porque están haciendo todo lo contrario, potencian la voz de su amo.
Jesús Martín Barbero en ¿Qué es noticia? Cátedra K. Adenauer de la U. Javeriana. Ediciones Antropos, Bogotá 2004. P. 126, 127