Puesto que Colombia es un estado laico, con separación de la Iglesia y el Estado, ¿qué tan ético es que la televisión y los periódicos se dediquen a informar por días y ediciones enteras sobre la visita del Papa? Interesaba a los católicos, pero el derecho a la información de los colombianos que no son católicos, ¿qué?
Respuesta:
La visita papal fue un hecho de magnitud, (movilizó a más de seis millones de personas) que desbordó lo ritual y lo exclusivo de la iglesia católica y se centró en el problema político del proceso de paz en la etapa siguiente a los acuerdos y el desarme; así dejó de ser un hecho exclusivamente católico y se convirtió en un acontecimiento de interés nacional. El Papa había anunciado, y lo cumplió, que se proponía contribuir al blindaje de la paz, un tema que lo mismo interesaría a los católicos o a los de cualquier creencia o increencia a quienes la guerra y la paz afectan.
Visto desde esta perspectiva fue un hecho que tuvo que ver con el bien común de toda la ciudadanía.
Ante un hecho así el medio de comunicación cumple su función al registrarlo e interpretarlo de modo que esa información pueda ser útil para todos, creyentes o no creyentes, y de cualquier iglesia. Excluido cualquier propósito proselitista y propuesta una acción de protección de la paz sin intereses partidistas, el periodista sabe que la información sobre el hecho es de interés público y, por tanto, de obligatorio registro. Lo mismo ocurriría si dentro de esas mismas características, el evento se desarrollara bajo el signo musulmán, o protestante, o de cualquiera religión.
Tal como se plantea la consulta, se da por supuesto que es un problema ético, lo que solo es un asunto de interpretación y aplicación de la Constitución cuando establece los límites entre lo estatal y lo religioso.
Si algo tiene que ver la ética en este caso es sobre el deber profesional de registrar un hecho que concierne al bien público, de acuerdo con las normas de rigor y oportunidad de la información, aplicables a cualquier evento religioso, deportivo, político o cultural. Al prestar este servicio informativo, el periodista aspira a ser útil a todos, sea cual sea su preferencia religiosa, política, deportiva o artística.
Las opiniones personales del periodista sobre estas materias, no deben contar; en cambio sí, debe ser clara su voluntad de servir a toda la comunidad a través de la información. En este caso, la lealtad indispensable del periodista es con el receptor de su información, no con las instituciones.
Documentación
El periodismo americano nos ofrece un modelo de información religiosa diferente.
Una de las reglas tácitas y tremendas de ese periodismo es que solo un periodista católico podrá escribir historias que interesan a la iglesia católica, sólo un episcopalista narrará la laceración sobre el problema del sacerdocio femenino y solo un religioso gay podrá referirse a las tensiones religiosas en el mundo homosexual.
Y otra es que- en la mayor parte de los servicios, de los artículos y de los casos-, el periodista de noticias religiosas se limita a ofrecernos la narración de acontecimientos y de ritos, la consagración de una nueva iglesia, el nombramiento de un nuevo obispo, una nueva forma organizativa de la parroquia o de la diócesis.
Desprovista del señuelo de un fuerte poder central, la noticia religiosa americana es menos oficial y más próxima a la vida cotidiana de las personas, pero carece por completo de la complejidad social de la relación entre personas y religiosidad, entre exigencias de la vida y reglas de la fe, entre obediencia y libertad personal, entre el peso de las modas y el peso de las predicaciones. Una especie de cauto abstencionismo rodea la noticia religiosa frente a la cual se pierde la agudeza crítica con la que los periodistas valiosos suelen vigilar otros campos.
En este modo de trabajar la noticia religiosa no adquiere nunca la dimensión y la dignidad plena y visible de las demás noticias. Sigue siendo una noticia en silla de ruedas empujada sobre una alfombra roja cubierta con un ramo de flores. Sigue siendo un material infravalorado y supercelebrado, donde la celebración no representa espíritu religioso sino compensación por no haber afrontado la noticia en todo su alcance. Basta pensar que no se sabe nada de centros sociales de gran importancia urbana como las parroquias, nada o casi nada del gobierno de las diócesis, de las agencias religiosas que actúan en una determinada ciudad. Así como tampoco de la evolución de la cultura religiosa entre esos mismos ciudadanos cuyos comportamientos en las modas y en los consumos son objeto constante de investigación y advertencia.
Los diarios se contentan con esporádicos sondeos organizados por otros sobre el comportamiento religioso de un segmento de la población. Y nunca corresponde a nadie la tarea de poner en relación esta o aquella investigación que el diario recibe y publica habitualmente con los datos de la crónica, con los hechos cotidianos, con la religiosidad que marca el comportamiento de mucha gente. Como si religión fuera únicamente la ceremonia y periodismo religioso fuera únicamente la narración de la ceremonia.
Furio Colombo en Últimas noticias sobre periodismo. Anagrama, Barcelona, 1998. P 117, 118, 119