¿Cómo se podría regularizar la caricatura?
22 de Julio de 2016

¿Cómo se podría regularizar la caricatura?

Foto: Ben_Kerckx // Pixabay

Respecto del caso de Xavier Bonilla, sentenciado en 2014 por una caricatura sobre el allanamiento al sindicalista Fernando Villavicencio.
¿Cómo se podría regularizar la caricatura? ¿Qué se puede entender por “tergiversar la información” y “ocasionar agitación social” con una caricatura? La caricatura, como expresión del pensamiento no es susceptible de regularización. En cambio debe ser comprendida.
Esa comprensión comienza cuando se acepta que es de su naturaleza exagerar, es decir, sobredimensionar para destacar lo que normalmente no se percibe o está casi invisibilizado.
Por eso, pedirle o esperar del caricaturista que se ajuste a la realidad, es exigirle que abandone su expresión propia, que es la desmesura que, sin embargo, mantiene un nexo con lo real: la caricatura permite identificar personas o situaciones pero sin ajustarse de modo exacto a lo real.
Ese agregado de exageración es el que impide que la caricatura pueda leerse como noticia. Hay quien afirma que la caricatura no es periodismo, y lo dice por esa razón: lo suyo no es transmitir una noticia, sino un comentario que revela debilidades, contradicciones, injusticias, prepotencias, y que transforma la pugnacidad de la crítica en risa. Por eso se le atribuyen efectos como el de aliviar tensiones, eliminar la solemnidad y señalar verdades de modo sencillo y sonriente.
De lo anterior se concluye por qué los regímenes autoritarios, que por serlo son gratuitamente solemnes, abominan el humor sobre todo cuando pone al descubierto las contradicciones y falsas apariencias del poderoso. Autoritarios, extremistas y dogmáticos, estos poderosos no tienen humor y están incapacitados para entender a un caricaturista.
Una caricatura no es, pues, un retrato, ni es una noticia, es un comentario alegre que, alegremente y sin gritos, revela dimensiones escondidas de los hechos y de los poderosos.
Documentación
La caricatura y el humor gráfico no son un periodismo. Aunque pueden compartir el balcón común, no comparten su origen y sus búsquedas por lo tanto no atienden con obligación a esa necesidad ecuánime e imparcial. Un chiste no es ni pretende ser una tesis académica, tampoco una investigación periodística. No contiene miradas objetivos y puede apoyarse en evasiones. Un chiste que busca incomodar y hacer reír es subjetivo y mañoso, y ese chiste en complicidad con la imagen, hace que ese humor se haga más punzante y ágil porque en la cabeza de cualquier lector la imagen viaja a la velocidad de la luz, mientras las palabras viajan a la velocidad del sonido.
La idea de que hay asuntos, con los que no se puede jugar, con los que no se puede joder ni bromear, es admitir una tremenda derrota social, una derrota de la razón. Todas las ideas, todos los conceptos, merecen ser críticos y asimismo ser criticados y muchas veces la sátira es la mejor forma de desarmarlos. La sátira, esa forma de la inteligencia, que es tan noble porque se atreve a señalar las verdades más difíciles de la manera más sencilla.
Daniel Jiménez Quirós en ¿Buscando límites al humor? El Espectador, 11, 01. 15.

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