¿Cuál es el límite entre la realidad y la ficción en el periodismo?
29 de Marzo de 2017

¿Cuál es el límite entre la realidad y la ficción en el periodismo?

¿Miente un cronista como Ryszard Kapuscinski cuando en sus crónicas cruza el límite entre la realidad y la ficción, como dice en su biografía Artur Domoslawski? ¿Cuál es el límite entre la realidad y la ficción?

Respuesta:

Cuando los periodistas narramos un hecho  alteramos su literalidad porque, queramos o no, al adoptar un enfoque privilegiamos un dato que nos parece más significativo, y así lo presentamos al lector. En realidad ¿ es el dato más importante y dentro del desarrollo del hecho fue su punto principal? Probablemente no, pero al destacarlo obedecemos a intencionalidades distintas: o es más pedagógico hacerlo así, o le confiere más fuerza al relato, o sirve como punto de partida para el desarrollo de la historia etc. Un proceso parecido encuentro cuando el periodista infiere y narra lo que pudo haber sido porque las circunstancias así lo plantean. “Había oscurecido, soplaban ráfagas heladas y el personaje temblaba dentro de su rígido uniforme militar”. “Al presidente no le gustó lo que o yó de su agregado de prensa. Y acogió con entusiasmo la idea de hablar para este periódico”.

¿Son inferencias? ¿Ficciones? ¿Mentiras?

En el fondo hay una discusión más fundamentalista que real. Hay que recordar que la realidad no es tan rígida como una fórmula matemática. La realidad desborda las rigideces de lo que tiene que ser así.

Las revelaciones de Domblawski liberan a Kapuscinski  de las deformaciones del mito. En el gran periodista son perceptibles tres planos: lo que somos frente a él, lo que podemos ser (Kapuscinski) lo que debemos ser (el ideal o utopía ética) Lo mismo nos pasa con Gabriel García Márquez.

Cuando uno lee la biografía de Gerald Martin sobre Gabo encuentra a lo largo del libro un cuestionamiento sobre la veracidad de Gabo, negada por su padre de modo brutal. ´puesta en duda por este autor que va ensartando e insertando  en el relato episodios que hacen llegar a la conclusión de que en toda esta polémica sobre su veracidad se da por hecho:

  1. Que un periodista puede y debe decir la verdad y solo la verdad de los hechos. Afirmación retórica que no corresponde  a la realidad más común: las verdades de un periodista nunca son totales, son provisionales y fragmentarias.
  2. Que las verdades del periodista, como las mariposas disecadas, deben estar ahí rígidas e inmodificables. La experiencia dice otra cosa: se trata de algo tan fluyente y cambiante como las aguas de un río. A la luz de esto, ¿tiene tanta importancia el detalle secundario que no altera la esencia de un hecho pero que sí lo hace atractivo y comprensible?
  3. El trabajo del periodista no es el de reflejar la realidad como un espejo que no altera nada. El periodista no es espejo, es u n ser hu mano que en beneficio de sus lectores y en razón de su naturaleza va más allá de lo que ve e infiere.

Creen los polemistas que la objetividad es posible y por eso la reclaman. Pero es una exigencia imposible de mantener. Por eso Victoria Camps (El malestar de la vida pública) sostiene que al periodista no ha de preocuparle ser objetivo sino ser honesto. Anota Donosilawski que “esto de cruzar las fronteras entre ficción y no ficción sirve para los más honestos y talentosos”.

Documentación

Lo que hizo Kapuscinski está fuera de toda duda. Una corriente de opinión ha dicho ¿qué más da en       qué estante tengamos que colocar El Emperador o El Sha, en ficción o no ficción? Siempre seguirán siendo unos libros magníficos. Los lectores polacos los leían en parte como alegorías de su propia situación y los censores comunistas podrían haberlos prohibido si no se hubieran presentado como libros de no ficción que trataban de lugares reaccionarios y lejanos.

Una segunda corriente de nerviosos defensores de Ryszard lo ven como un gran narrador de historias no un mentiroso. Se leía en The Guardian: “casi todos los periodistas, excepto un puñado de santos,. Sacan punta a las citas o varían ligeramente las horas y los lugares para causar más efecto. Quizás no deberían, pero lo hacen, lo hacemos. ¿Hasta dónde puedo un atreverse a sacar punta? Kapuscinski no le dejó claro al lector lo que hacía.

La tercera postura, en la que me incluyo afirma que “aunque no haya una frontera con alambrada y focos, sí existe un límite fundamental que los escritores de no ficción debemos intentar no cruzar jamás. Sencillamente hay el deber de ser justos con los lectores. Ustedes necesitan saber qué están leyendo. Parte de la emoción de leer a Kapuscinski nace de pensar que esas cosas han ocurrido. El estaba allí. Lo vio con sus propios ojos. Estuvo a punto de morir por informar los hechos.

La verdad no es más que lo que certifica un testigo fiable. Ser testigos dew genocidios, guerras, revoluciones y muestras de valor humano en medio de la humanidad, es una responsabilidad sagrada. Queda, por tanto, aprender del maravilloso trabajo de Kapuscinski, pero también de sus transgresiones y de esa forma dar un testimonio más veraz.

Tomthy Garton Ash en La polémica creatividad de Kapuscinski.

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