Consultorio Ético de la Fundación Gabo
22 de Julio de 2016

Consultorio Ético de la Fundación Gabo

En la televisión y en los periódicos publican fotos de muertos, descabezados, cuerpos destrozados. ¿Hay algún mecanismo de defensa de los lectores contra este mal gusto? El mecanismo de defensa está en la conciencia de responsabilidad social del periodista, a falta de ligas de lectores o de televidentes que hagan valer los derechos de los receptores.

El problema se agrava porque las nociones de buen y mal gusto son vagas, y las fronteras que separan lo bueno de lo malo en materia de gustos no están claramente definidas. De hecho lo que unas personas califican de mal gusto otras lo aceptan y sucede igual con lo que se tiene por buen gusto.

Debe agregarse que el criterio de los periodistas en esta materia no es unánime: mientras unos rechazan radicalmente la publicación de esas imágenes o el uso de lenguaje obsceno, otros creen que si esas imágenes o expresiones tienen valor noticioso, se justifica su publicación.

Sin embargo, cuando los manuales de estilo o los códigos se refieren al tema, introducen un criterio clave: el efecto que esas publicaciones producen en el receptor.Es claro, por ejemplo, que la publicación no ha de ofender al receptor: o en su sensibilidad humana, social, estética, religiosa o cultural. Este criterio amplía el campo de lo que debería calificarse como de buen o mal gusto porque abarca no solo temas de violencia o de sexo, sino asuntos tan sensibles como los religiosos o los políticos. Han de respetarse las creencias de los receptores, como se ha de cuidar la sensibilidad de los niños o la de las distintas etnias.

De estas consideraciones resulta que el comportamiento ético tiene en cuenta antes de cualquier publicación, los efectos previsibles en las personas. Que si son buenos, legitiman la publicación; si son dañinos, imponen la restricción para publicar.

Documentación.

Salvador Alsius sitúa perfectamente el conflicto ético sobre el buen y mal gusto en la dicotomía entre el deber de narrar la actualidad de la forma más fiel a la verdad, y la responsabilidad de evitar daños innecesarios a los ciudadanos especulando con sus sentimientos. Este debate resulta especialmente vivo cuando hablamos de imágenes (sean de video o fotografías) y es trasladable a los textos escritos, si bien la fuerza de la información visual magnifica la polémica.

La cuestión en sí es pertinente a partir del momento en que son muchos los lectores de periódicos o espectadores televisivos, que hacen llegar sus quejas a los medios debido a contenidos con los que no se han sentido cómodos o, incluso, se han sentido ofendidos. El problema se agrava ya que como es sabido, sobre gustos no hay nada escrito y por tanto lo que para unos rallará la indecencia para otros no les supondrá ningún problema. Se entra por tanto en el resbaladizo terreno de la sujetividad que hace muy complicado encontrar unos mínimos comunes de aceptación general que marquen qué es y que no es el buen gusto. Un criterio podría ser el de tener en cuenta hasta qué punto la publicación de ciertos contenidos puede afectar a una parte importante de los ciudadanos, otro criterio podría consistir en valorar si las imágenes serán mayoritariamente aceptadas por el receptor teniendo en cuenta los grados de permisividad social y cultural de cada sociedad.

Unos medios de comunicación de alcance mundial accesibles desde cualquier lugar del planeta hace que entren en conflicto otros factores como pueden ser las diferencias religiosas y culturales entre países geográficamente alejados pero virtualmente muy cercanos.

Marcel Mauri: Cuando los ciudadanos reniegan del mal gusto. En La ética informativa vista por los ciudadanos. Editorial UOC, Barcelona, 2010. P 258, 259.

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