<p>Es claro que el rating o la circulación no deben ser los amos y que el periodismo ético es el que se mantiene independiente frente a esa presión. Pero ¿cómo hacerlo en los medios que viven de eso y para eso?</p>
R.- La del periodista es una independencia de la que él es el único y solo responsable; no está obligado a cambiar la situación de su medio de comunicación, salvo que asuma responsabilidades de dirección.
Esa independencia se construye día a día y tiene como respaldo y expresión una alta calidad profesional, de modo que en cada una de las actividades periodísticas se pone en juego tanto la independencia como el reto de la alta calidad profesional. Este proceso del día a día puede conducir a una de dos situaciones:
O la independencia y la calidad se imponen y el periodista puede cumplir, sin obstáculos su compromiso con la ética profesional; O sobre esa independencia y calidad se impone la lógica del negocio; en este caso el periodista no puede cumplir con las exigencias de su profesión.
En ese momento la situación se plantea como un dilema de conciencia: ¿convertir la profesión en un ejercicio mercenario? ¿O atender el reclamo de su dignidad profesional?
No existen fórmulas que permitan eludir el crudo dilema y quedar bien con el bolsillo y con la conciencia. Se trata de un cara a cara con la identidad profesional y con el sentido de la propia dignidad como persona y como profesional.
Documentación
Por qué el periodista no debería aceptar regalos y canonjías. Don Fray y Robert Haiman, del instituto Poynter dicen que “es para que no pueda comprometer su integridad o disminuir su credibilidad”.
El problema es de conciencia, o mejor de inconciencia. Hay periodistas que no interpretan o que no se dan cuenta de que una simple invitación a un almuerzo por parte de una fuente no es otra cosa que la adquisición de un compromiso. Seguramente después de una comida, la relación entre un periodista y un político no será lo mismo. ¿Con qué objetividad podrá luego escribir sobre alguien que ya se hizo pasar por amigo?
Brajnovic dice que cualquier clase de oportunismo que viole la conciencia del periodista “constituye una acción éticamente delictiva”. Sobre todo es ilícito recibir beneficios o sobornos de cualquier clase de servicios particulares empleando para ello su propio prestigio o el de los espacios informativos.
También se pone en juego la credibilidad del medio cuando los periodistas abusan de sus privilegios, utilizando la información de las fuentes para un beneficio personal, o para el beneficio de sus amigos, parientes o colegas.
Se debe entender que el soborno es indigno, éticamente ilícito y sumamente peligroso para la buena fama, no solo del profesional sino para la de toda la profesión.
Ricardo Trotti en La dolorosa libertad de prensa. Atlántida, Buenos Aires, 1993, p´. 268.