En el noticiero en que trabajo se prefieren dos clases de noticias: las disputas en que se enfrentan representantes del gobierno y de la oposición; y las declaraciones por Twitter del jefe de la oposición. El editor explica que las primeras estimulan la visión crítica y las segundas fiscalizan al gobierno; ambas, la crítica y la fiscalización, funciones del periodismo. ¿Tiene fundamento ético esa práctica?
Respuesta: Es en parte cierto que la crítica y la fiscalización son las tareas con que el periodista sirve a los lectores, oyentes o televidentes, pero estas se cumplen con fuentes plurales y diversas y con análisis riguroso, para garantizarle al receptor que tendrá acceso a todos los aspectos posibles de la realidad.
Reducir las fuentes al registro de una disputa verbal, o a las expresiones emocionales e interesadas de un político empobrece la información y bordea lo propagandístico. Además reduce la tarea del periodista a la de simple intermediario, con lo que desaparece su función de mediador.
Desde luego disputas verbales y reacciones emocionales, como material destacado de publicaciones, es una fórmula eficaz para generar sintonía e ingresos, pero no para proporcionar información inteligente y útil.
Disputas y comentarios críticos son una parte mínima dentro de la documentación que se debe reunir para una información completa que sirva al bien común y que esté alejada de las medias verdades de la publicidad.
A estas exigencias debe agregarse la de responder a las necesidades que produce el momento de la sociedad que, en el caso colombiano, requiere la creación de un ambiente propicio para la construcción de un país en paz. A esa construcción se contribuye con el análisis sereno y desprejuiciado de los hechos y con la voluntad de convivencia. Todo lo contrario de la disputa por la disputa, y de la crítica como expresión comercial.
Documentación
La discusión se debate entre dos posiciones que parecen irreconciliables: un a es que los medios de comunicación no son militantes de la paz y en tanto la negociación es un asunto político de iniciativas del gobierno de turno, los periodistas no deben tomar partido por la paz, deben cubrir el tema como uno más de la agenda nacional. La otra línea promueve un periodismo que contribuya a que la negociación culmine con un acuerdo de paz. La paz –defiende esta postura- debería ser un propósito nacional.
No se trata de tomar partido por la propuesta gubernamental, se trata de que como los medios son imprescindibles para ayudar a entender el conflicto, sean también capaces de ayudarle a la sociedad a entender qué es la paz, qué significa la firma de un acuerdo para la terminación del conflicto, qué desafíos debe afrontar el país con la implementación de esos acuerdos, cómo se deben verificar.
Es común encontrarse en las salas de redacción con la afirmación de que las historias de paz no venden. De alguna manera, como lo señala Vicente Ficas en su libro Cultura de paz y gestión de conflictos, “los medios de comunicación tienden a dramatizar y presentar el mundo de hoy como una sucesión de desastres y violencias imposibles de entender y sobre las que nada puede hacerse”.
Para salir de esta visión apocalíptica “necesitamos imperiosamente no solo que los medios actúen como intérpretes educativos de esa realidad que es ciertamente compleja, sino también como actores de primera línea en la tarea”.
Gloria Castrillón : Los retos de la comunicación en el postconflicto, en Pistas para narrar la paz. Consejo de Redacción, Opciones gráficas, editores, Bogotá, 2014 P.17