¿Las redes sociales pueden cambiar el periodismo, para bien o para mal?
Respuesta: Como todos los instrumentos que provee la tecnología digital, que no son en sí ni buenos ni malos, los hace buenos o malos quien los usa.
Las redes sociales permiten contactos múltiples y una intensa interactividad; favorecen el intercambio de datos, de fotografías y de opiniones. Son características que resultan positivas para el periodista y que pueden cambiar el ejercicio profesional.
Propician, por otra parte, las informaciones sin fuente conocida, también el trabajo de escritorio que prescinde de la visita a los lugares en que ocurren los hechos, hace aparecer supérfluo el contacto personal con las fuentes y, por tanto deja a un lado el contacto personal y la posibilidad de las contrapreguntas; favorece, además, un manejo mecánico de los datos de la noticia, completamente distinto del que se produce si el periodista es testigo ocular. En este manejo de lo digital todo se reduce a lo virtual.
Esto es lo negativo en el uso de la tecnología que ha permitido la aparición de las redes sociales.
Como fondo de estas consideraciones aparece la gran paradoja: cuando los humanos disponemos de los medios más perfeccionados para la comunicación, comprobamos que ha aumentado nuestra incomunicación. Esto vale para el periodista que no puede suplir la comunicación personal con la comunicación virtual que le proporciona la tecnología. La relación persona a persona da una información que no puede suplirse con la sola tecnología.
Documentación
Yo leo el periódico, escucho la radio o sigo las noticias en la televisión porque quiere estar informado, pero lo hago en determinado diario, radio o canal porque tengo confianza en quienes me prestan ese servicio. Pese a todas las denuncias sobre manipulación y distorsión es evidente que en este tema todos estamos dispuestos a transar: no hay medio perfectos pero confiamos en ser capaces de evitar la manipulación burda. Pese a que cuando se les consulta, los públicos son muy críticos.
Lo que ofrecen en cambio los blogs o las páginas personales, hechas a veces por periodistas, pero generalmente producidos por alguien que no da referencia alguna acerca de su profesión, capacitación o adhesión ideológica o religiosa, es puro misterio. Lo que leamos puede ser verdad, pero también puede no serlo:
a) Por error, cosa que ocurre también en los medios tradicionales;
b) Por uso sin mala intención de datos equivocados;
c) Por error deliberado y mala intención. Como fuere el resultado es el mismo.
Cuando pasó el primer impacto de la caída de las torres gemelas en Nueva York, la red recogió decenas de versiones inconfirmadas: que nunca hubo un avión que se estrellara contra el Pentágono; que en la nube de humo que se cernía sobre Manhatan se veía claramente el rostro del demonio; que entre los restos de una de las torres se había encontrado una cámara fotográfica que en su interior había la imagen de un turista y, detrás suyo, uno de los aviones a punto de estrellarse.
Algunas eran, casi una broma, pero otras, como relatos de cifras no reveladas, de heridas atroces, de pérdida de archivos y documentos irrecuperables, solo sirvieron para alimentar temores y especialmente la ola de xenofobia que invadió a los Estados Unidos.
Nunca fue fácil la educación medial. Leer el diario no es solo juntar letras, como no es suficiente reunir imágenes, sonidos para entender lo que se recibe de la radio o de la TV. Pero en este mundo nuevo de las redes multimediales y de la interactividad, el esfuerzo es, sin duda mayor que nunca y, por tanto, la formación del usuario crítico de la red, es un desafío mayor.
Abraham Santibáñez en El desafío y la oportunidad de las nuevas tecnologías.
Impresos Esparza, Santiago de Chile, 2005. P. 33