Una prestigiosa cadena recibió documentación que probaba los malos tratos de una importante empresa a sus trabajadores. Pero el informe nunca fue publicado porque hubo arreglos con la marca. ¿Tiene esto alguna explicación?
Respuesta: Situaciones como esta son más frecuentes de lo que uno quisiera imaginar; lo cual no significa que sean ejemplares. Por el contrario, dejan en evidencia que el periodismo atraviesa por una crisis que, como los huracanes, sólo dejan destrucción a su paso. Un periodismo que se vende a “la marca”, la que sea, es una profesión que pierde legitimidad y cred. Nadie puede creer una información que ha sido pagada, que no merece ninguna confianza porque a falta de un criterio editorial, la diferencia entre lo que es noticia y lo que no lo es la pone el mejor postor.
Esta crisis de credibilidad deja como gran posibilidad de solución la deacentuar el compromiso con la verdad, del periodista y de los medios, como primer paso para recuperar credibilidad. Junto con ese compromiso se impone una construcción de independencia, como base para la credibilidad.
Cualquier intento de consolidar la independencia debe llegar a la ruptura de dependencias y, entre ellas, la más persistente, la dependencia del dinero. El lugar del dinero en las empresas y en la vida de los periodistas es el gran problema por resolver. Callar una información porque así le conviene a un anunciante, es aceptar que la libertad de información se le entrega atada de pies y manos al que pague más. Nada más degradante en el ejercicio de una profesión que aceptar el mandato, cualquier mandato del dinero.
Documentación
En la primavera de 1968 se podía encontrar en las librerías de París un libro titulado: La prensa, el poder del dinero. Cuarenta y cinco años después estamos delante del mismo desafío democrático: la vitalidad de la prensa, su independencia del poder, su integridad frente al dinero. Prologando esta obra de Jean Schwebel, un pionero de las asociaciones de periodistas, Paul Ricoeur reclamaba un recurso político que protegería la información, de las ingerencias del dinero y del poder, que corrompen su necesaria función de “servicio de interés público”..
La complejidad creciente de los problemas en las sociedades industriales, la pereza de los ciudadanos, su apetito de bienestar sin dudas de pensamiento, la comodidad, el interés de feudalidades no llegan a ser otra cosa que la dimisión de la gran parte de la decisión por unos pocos..
Es aquí donde la información es una condición de democratización. Desmintiendo momentáneamente el sombrío pronóstico en el momento mismo en que se lo imprimía, el feliz salto de Mayo de 1968 nos haría superar el espectro de una confiscación. Al contrario, los oligarcas del poder y del tener quisieron tomar desquite. Tuvieron por aliados a los habituales enemigos íntimos de la información libre: el periodismo de gobierno y la prensa de industria. El primero busca su legitimidad al lado de los poderes que aprovecha, acompaña y refleja más que construir desde la base con conocimiento de la sociedad, de sus condiciones y de sus expectativas. Los otros aceptan una confusión entre actividades contradictorias: los objetivos de información de las actividades industriales o financieras. Esta prensa de industria, recordaba el fundador de Le Monde, Hubert Beuve Mary en su conferencia de 1956 sobre la prensa y el dinero, puede, al menos en apariencia, producir información de calidad. Pero, agregaba él, les basta – y es lo que están mal en esta información, que no cause perjuicio alguno a los intereses muy materiales y muy precisos, al tiempo que les sirve eficazmente.
El periodismo encontrará estos dos adversarios, las tentaciones que los animan y las resignaciones que los atan. Sin embargo, la responsabilidad de los periodistas hacia el público, prima sobre cualquier otra responsabilidad, en particular en relación con los empleados públicos.”
Edwy Plenel: El derecho de saber, Don Quichotte Editions. P 131,132.