Usted, en algún taller virtual al que asistí, preguntó:¿quién elige a los periodistas para que actúen en nombre de la sociedad? He tratado de recordar su respuesta, sin éxito. ¿Puede responder de nuevo esa pregunta? La credibilidad del periodista, lo mismo que su representatividad, es el resultado de un proceso no formal en el que la población acumula certezas sobre la idoneidad del periodista ( siempre ofrece buenos productos informativos) sobre su honestidad, (siempre actúa de modo transparente y sin juegos turbios) y sobre su dedicación a lo público ( siempre se identifica con el interés de todos, no utiliza el medio para favorecer personas o grupos, en detrimento de los demás.) Cuando lectores, oyentes o televidentes son conscientes de que un periodista actúa así, creen en lo que él dice y se sienten interpretados y representados sin reserva alguna. No hay, en esos casos, nombramiento formal, ni elección alguna. Se da una aceptación informal pero real, de un hecho que el ejercicio profesional ha vuelto incontrovertible.
Documentación.
Los periodistas, editores y columnistas, cuya acción es más significativa que la de los directores y ejecutivos de las cadenas, forman una casta especial. Irreverentes, escépticos (quizás excesivamente escépticos) amplia aunque superficialmente informados, competitivos, viviendo en un mundo bastante distinto del ordinario, la meca del periodista es, en todo caso, la nota y no las formas más convencionales del poder.
Jamás he conocido a un periodista que busque para sí el poder político real. Los que procuraban el poder económico en grande seguramente dejaron el periodismo tan pronto como pudieron y la mayoría de los periodistas a quienes he conocido han hecho un pobre papel como políticos, cuando se atrevieron a cruzar la linea.
Los periodistas buscan, es cierto, el poder y el prestigio periodísticos. Son salvajes y frecuentes las luchas por alcanzar el poder mediante la obtención de puestos importantes en los periódicos o de posiciones ejecutivas dentro de las cadenas transmisoras. Más allá de eso los periodistas quieren ser los primeros con la historia, distinguidos por sus colegas, bien pagados, influyentes o reconocidos por los poderosos, asesinos, quizás, de gigantes y siempre iconoclastas. Básicamente buscan sorprender al pillo con las manos en la masa, rara vez, reemplazarlo. Les encanta que los escuchen grandes personajes, pero los más de ellos no sabrían qué hacer con un poder extraño al de sus medios noticiosos. Además, sostienen como artículo de fe el peligro que implica el poder, a menos que sea supervisado muy de cerca. ¿Por quién? Por los periodistas, por supuesto. La supervisión del poder es muchísimo más importante y excitante, y mucho más agradable, que el ejercicio del poder.
Tom Wicker
En De la Prensa. Gernika. México 1995.