Consultorio Ético de la Fundación Gabo
3 de Octubre de 2016

Consultorio Ético de la Fundación Gabo

En cierto periódico se narra el horrible delito contra tres mujeres.
La periodista cuenta que el asaltante las violó reiteradas veces, las apuñaló, etc. No las identifica pero sí da a conocer la dirección y sus iniciales. ¿Esto es sensacionalismo? ¿Hay alguna falta contra la intimidad de las víctimas?
En el sensacionalismo están ausentes total o parcialmente estos valores:
El compromiso con la verdad. La publicación sensacionalista sólo muestra una parte de la verdad, o sea la que más interesa o al medio o al periodista, de acuerdo con sus intereses particulares, v.g. la circulación del periódico, o crearse un prestigio.
Un caso de violación tiene antecedentes, un contexto, unas consecuencias, debe verse con ayuda de especialistas: el sicólogo social, el siquiatra, el investigador judicial y, sobre todo, con los ojos de las víctimas. Todos esos elementos son los que permiten aproximarse a la verdad completa del hecho.
El servicio a la sociedad, que impone prever las consecuencias de la publicación, buscar soluciones al problema con la ayuda de los conocedores del hecho, visto como fenómeno social. El periodista, al presentar así el caso, estimula a la sociedad para que urja la puesta en marcha de los mecanismos de la justicia en busca de sanciones y de medidas preventivas, también urge la ayuda para las víctimas, a quienes se les debe ayuda y solidaridad y no curiosidad y promueve el respeto de sus derechos. Además, convoca a la sociedad a una acción educativa con la que se puedan forjar elementos efectivos de prevención.
A partir de estas consideraciones se puede descubrir en este caso y en los que se le parecen, lo que hace falta cuando se los presenta con ánimo sensacionalista y los elementos con los que se puede hacer una información benéfica para la sociedad y dignificadora de la profesión.
Sirve, en estos casos, una fórmula simple: ¿cuál es la información que usted querría si usted o alguien cercano (una hija, una hermana) fuera objeto de violación?

Documentación.

¿Por qué difunde usted información espectacular, pero falsificada, esas invenciones o mentiras adobadas de verosimilitud?
¿Por qué se mete usted informativamente entre las sábanas de la intimidad ajena, juguetea o destroza el honor de sus contemporáneos, olisquea entre los instintos primarios o mete micrófonos o cámaras en las heridas o en las bocas de los moribundos o de sus familias?
¿Por qué se dedica usted a comerciar con el dolor ajeno o con la sensiblería lacrimógena? ¿Por qué se dedica usted con tanta pasión como frivolidad a escupir hechos monstrencos, sin sentido y sin contexto?
Las respuestas ante tanta pregunta inquietante y desvergonzada, no suelen variar demasiado:Todo eso es información.Todo eso interesa al público.Todo eso vende.Todo eso lo hacen los demás competidores.
Todo eso es lo que permite ganar dinero. Una empresa informativa no es caridad ni beneficencia, es negocio.
Detrás del pesimismo que supone negar que la calidad informativa vende, pueden esconderse múltiples causas: la incapacidad para hacer información de calidad, la renuncia a mejorar el mundo y a mejorar el periodismo, o el menosprecio del público al que se considera una masa torpe, zafia, descerebrada y compuesta por pigmeos éticos.
Pero también detrás de ese pesimismo se esconde un voluntarismo informativo, algo así como la pretensión de que todo lo que los periódicos y revistas difunden todo lo que las radios y televisiones difunden, es información por el simple hecho de que todo eso es voluntad de la empresa informativa, es voluntad de los periodistas, y tiene la apariencia de la información.
Sin embargo, no todo lo que parece información es información. La información tiene unos determinados ingredientes intelectuales, técnicos, éticos y jurídicos. Si estos ingredientes existen, estamos en presencia de la información. Si no existen, lo que parece información es pura y simplemente desinformación.

Carlos Soria.
En La Etica de las Palabras Modestas. Universidad Pontificia Bolivariana. Medellín. 1997.

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