Consultorio Ético de la Fundación Gabo
22 de Julio de 2016

Consultorio Ético de la Fundación Gabo

En mi curso se ha discutido alrededor de una entrevista de Televisión con dirigentes indígenas del Cauca. Los excesos del periodista en esa entrevista me hacen preguntar: ¿Hay normas éticas para entrevistar? La mejor entrevista es la que se vuelve conversación y se aleja de los defectos de la entrevista.
Se trata de lograr una comunicación con otra persona, para aprovechar sus experiencias y conocimientos en beneficio de los lectores, oyentes o televidentes.
Esa comunicación se dificulta cuando la entrevista adquiere el tono de un interrogatorio judicial en que el entrevistado se pone a la defensiva, acosado por las acusaciones expresas o implícitas del entrevistador.
El respeto al otro – que es una virtud ética – impone el desmonte de uno de los presupuestos de la entrevista: que una es la posición del que interroga, y otra la del que responde, de modo que el interrogador impone los temas, los tiempos y hasta la forma de contestar. Por ejemplo: “responda sí o no”, “dígame en una sola frase”, “aténgase a mi pregunta”. Son exigencias que denotan la existencia de dos niveles en una entrevista: el alto, de quien pregunta; y el bajo, o subordinado: de quien responde.
Cuando esos niveles desaparecen, emerge la conversación en la que no hay entrevistador y entrevistado, sino dos interlocutores que en plano de igualdad intercambian datos u opiniones sobre un tema.
Ese respeto al otro, que impone igualdad, exige también que la intimidad del otro no sea forzada con preguntas o presiones, que su opinión sea serenamente evaluada y fielmente transcrita.
También es una actitud ética la de quien utiliza la entrevista como una oportunidad de buscar una verdad conjuntamente con el entrevistado. Es el reconocimiento de la vocación humana de búsqueda de la verdad y de la necesidad de hacerlo conjuntamente.
Obviamente estos elementos descartan la astucia de las preguntas, el prejuzgamiento de quien da por culpable a su entrevistado o el proselitismo de quien se propone reclutarlo para su propia opinión.
Documentación.
Quiero decir que hay entrevistadores que quieren entender a sus entrevistados, que se esfuerzan en atisbar sus interiores, en deducir cuál es la forma íntima del interlocutor, el garabato esencial de su comportamiento y su carácter; y en esto, en el afán de comprender y de saber, el periodista es como el novelista que, al desarrollar sus personajes, está explorando los extremos del ser e intentando desentrañar el secreto del mundo.
Esta vertiente literaria es la que a mí más me interesa de las entrevistas, tanto a la hora de leerlas como a la de hacerlas. Por eso detesto al periodista terrible, al reportero fastidioso y narciso cuya única ambición consiste en dejar constancia de que es mucho más listo que el entrevistado, cuando en realidad siempre es mucho más tonto, porque no aprende nada.
Esto no quiere decir, naturalmente, que el periodista no pueda enfrentarse verbalmente a su oponente. De hecho, el entrevistado es eso, un oponente, tu enemigo durante el lance de la entrevista, la cual es una batalla incruenta, una obra teatral en la que los actores se atienen a las normas tácitas del juego y a los intereses de sus respectivos personajes.
Rosa Montero en La mirada del testigo. ElPaís, Madrid.

Normas para la entrevista. (Resumen)
• Aborde gradualmente al interesado creando una corriente de cordialidad e identificación.
• Ayude al interrogado para que se sienta seguro y locuaz.
• Ayúdele a terminar su relato y déjele luego completarlo con fechas y hechos.
• Procure formular sus preguntas con palabras fácilmente comprensibles, evite formulaciones embarazosas con carácter personal o privado.
• Actúe con espontaneidad y deje a un lado las astucias y los rodeos.
• Escuche a la fuente con tranquilidad paciencia y comprensión. Pero desplegando una crítica interna, inteligente.
• Evite la actitud de personaje y la pose de autoridad.
• No dé consejos ni haga admoniciones morales.
• No rebata al informante.
• Preste atención no solo a aquello que él desee aclarar sino también a lo que no quiere o no puede manifestar sin su ayuda.
• Evite toda discusión sobre las consecuencias de las respuestas.
• No apremie al interrogado, concédale tiempo suficiente para que acabe su relato y valorice sus contestaciones.

Hsin Pao Yung. Citado por Mitchell Charnley en Periodismo Informativo.

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