¿Cómo ejercer periodismo independiente si los medios de difusión están estrechamente relacionados con grupos económicos?
La independencia en el ejercicio del periodismo no la dan ni los gobiernos, ni las empresas periodísticas, ni los jefes de redacción o directores de medios. La independencia se decide personalmente y sin pedirle permiso a nadie y se activa en situaciones de presión.
Cuando hay presión de grupos económicos, o de los publicistas, o de un gobierno, o de cualquier otro poder es cuando se necesita la independencia del periodista. Actuar en consecuencia es una de las posiciones posibles ante situaciones como la descrita en la pregunta.
La otra, es la de ceder resignadamente a la presión de los grupos que dominan, y hacer un periodismo de acuerdo con sus pautas e intereses actitud que, como se ve, es indigna para el periodista y dañina para la sociedad.
Documentación.
El conflicto entre las exigencias éticas y las empresariales de los medios es mucho más frecuente de lo que sería deseable y esto ha llevado a menudo a pensar que dicha configuración empresarial era a priori incorrecta. Pero no hay que contemplar dicha situación de conflicto como algo insuperable, como algo que no admite mejora o solución alguna. Es más, verlo así puede servir incluso, como excusa fácil para descargar cualquier responsabilidad y para adaptarse a un estado de cosas que en ocasiones puede resultar beneficioso.
Hoy en día es difícil señalar alguna actividad social que no esté afectada de un modo u otro por las exigencias del mercado capitalista. Tratar de obtener un beneficio económico de la actividad de comunicar e informar no tiene por qué resultar deontológicamente inaceptable.
La configuración empresarial y la consiguiente obtención de beneficios podría constituir una garantía de independencia para los medios. Independencia frente al poder político, pero también -siempre que el medio fuera lo suficientemente fuerte desde el punto de vista económico- frente a otros poderes económicos y empresariales que pretendiesen imponer sus condiciones o ejercer presiones.
Hay quienes desconfían de aquellas empresas de la comunicación que obtienen beneficios y son solventes económicamente. Pero esta sospecha puede ser injusta.
Hugo Azanar.
En Comunicación Responsable. Ariel Comunicación. Barcelona. 1999. P. 49 y 50