El dilema de los periodistas de radio es que para sobrevivir necesitamos la publicidad oficial, porque la de los particulares –almacenes, comercializadoras, peluquerías y demás- es escasa. Pero la publicidad del gobierno es a cambio de que el periodista se calle o de que haga propaganda a favor de los funcionarios. ¿Qué podemos hacer para sobrevivir y ser éticos? En ninguna parte se encontrará la legitimación de la propuesta de sobrevivir a cualquier costo, sobre todo si ese costo implica mentir, o dejar de decir lo que el periodista tiene la obligación de decir.
Algún colega no encontró otra solución que cerrar su noticiero y abrir en su lugar un espacio que llamó: “La voz del poder”. Y le ofreció al gobernador y a sus secretarios ese programa como órgano publicitario del gobierno. “Así no engaño a nadie y los oyentes sabrán a qué atenerse porque no les ofrezco noticias sino publicidad”, dijo.
Se trata, en efecto, de que el periodista sólo ofrezca información periodística, cuando pueda hacerlo de modo independiente, con pauta o sin ella. Se excluye así cualquier posibilidad de que al periodista lo quieran comprar para que disfrace como noticia lo que no es más que una propaganda.
Sucede que los medios periodísticos no tienen la misma naturaleza que los demás negocios. Un noticiero radial, o de televisión, o un periódico no son negocios sino servicios públicos que se le deben a la sociedad. Tenerlos solo como negocio, es poner en peligro un derecho de la sociedad y un material público: la noticia. Por tanto, hacer noticias sin independencia es una forma de estafa, como la del constructor que utiliza materiales de tercera calidad, o la del farmaceuta que ofrece como medicinas los que son simples placebos. La diferencia está en que el farmaceuta o el constructor engañan a unos cuantos mientras el periodista que informa lo que le conviene al que le paga, está engañando a toda la sociedad.
Documentación.
Independientemente del ámbito en el cual se desarrolla la actividad informativa, de las funciones desempeñadas por los profesionales, todos coinciden en condenar la dependencia del informador de los intereses comerciales de las empresas que contratan publicidad en los espacios informativos.
También se encuentra dicha información en muchos de los manuales de estilo de los principales medios de comunicación.
El código de la FAPE, la Federación de Asociaciones de los Periodistas Españoles, establece la obligatoriedad de realizar una distinción rigurosa entre la información y la publicidad, al objeto de garantizar la independencia del periodista y la autonomía de la información publicada. Una misión que también se sostiene sobre el reclamo de la incompatibilidad de las labores periodísticas y las publicitarias.
El colegio de periodistas de Cataluña en su código deontológico no se posiciona en contra del patrocinio de los espacios informativos, siempre y cuando este no sea empleado de manera subrepticia como si de material informativo se tratara. De este punto se deriva que son el periodista y su medio quienes deben decidir cómo emplear ese material sin contravenir las normas exigibles de lealtad profesional y laboral. Si el uso del mismo deriva en la promoción y publicidad de intereses de terceros es entonces cuando el organismo catalán encuentra condenable la aceptación del periodista de dicha interferencia. Esta entidad también establece que la publicidad deberá ser claramente diferenciada de la información con el objeto de evitar confusiones en los receptores.
Lorena R. Romero: La influencia de anunciantes y patrocinadores en periodismo. En Ética informativa vista por los ciudadanos. P. 150.