Consultorio Ético de la Fundación Gabo
2 de Octubre de 2016

Consultorio Ético de la Fundación Gabo

¿Qué criterios éticos deben tenerse en cuenta en las relaciones con los políticos? Me vienen dudas cuando me invitan a cenas y viajes o a fiestas. ¿Es correcto aceptar? Como sucede con todas las formas de poder los códigos éticos coinciden: debe mantenerse una radical independencia.
El periodista es el contrapoder, afirman respetados y autorizados periodistas, para quienes la autoridad moral en el ejercicio profesional se sustenta en parte en esa independencia frente al poder y a sus agentes. Según W.R. Langenbucher " lo que necesita una sociedad democrática son periodistas que quieran ser mediadores, que tengan el objetivo de hacer posible el diálogo a través de los distinto grupos." Idea que subraya Jesús Martín Barbero al afirmar que el periodista no debe ser solo intermediario, sino mediador. El mediador hace de la comunicación un espacio estratégico para la abolición de las fronteras y las exclusiones, comenta Victoria Camps.
La experiencia enseña, además, que la cercanía del poder es peligrosa para el periodista. El poder tiene un encanto a la vez seductor y corruptor, tal como lo expresa la vieja sentencia atribuida a Clemenceau, quien tenía por qué saberlo: " el poder corrompe, y el poder absoluto corrompe absolutamente."
Se agrega a las consideraciones anteriores la estructura de los medios de comunicación, cuya misión es potenciar, no la voz del poder, sino la voz de la población, considerada el cuarto poder. Esto convierte la relación del periodista con el poder en asunto secundario o subordinado puesto que sólo se justifica cuando se trata de prestar un mejor servicio a la población. Por la misma razón, todo uso del medio de comunicación al servicio del poder, es una usurpación, salvo que se haga para que el gobernante preste un mejor servicio a sus gobernados.
La desconfianza de los periodistas hacia los políticos y demás representantes del poder cuando les hacen invitaciones u ofrecimientos, tiene este fundamento.

Documentación.

Algunos en el periodismo creen que pueden tener todos los privilegios y también los placeres de participar activamente en el mundo político. Este clan puede citar, por ejemplo, al periodista más eminente de la última generación, Walter Lippman. A los veinticinco años, cuando trabajaba en el New Republic, escribió discursos laborales para Theodore Roosevelt y más tarde tuvo amistad con casi todos los presidentes hasta John F. Kennedy. Como hace notar Ronald Steel en su biografía sobre Lippman, Kennedy constantemente consultaba y halagaba al viejo columnista. Ted Sorensen llevó un borrador del discurso inaugural de Kennedy a la casa de Lippman, y aceptó hacer algunos cambios menores en el texto. Lippman lo alabó en su columna diciendo que " era una pieza de expresión propia, notablemente lograda." Steelman hizo notar que Lippman empleó un nuevo asistente que había estado trabajando en la campaña de Kennedy y que asimismo estaba conectado con la Casa Blanca y, en poco tiempo, el columnista " se transformó en uno de los más brillantes ornamentos de la administración Kennedy." Las actividades extracurriculares de Lippman no disminuyeron la cualidad excpecional de su labor, pero ahora, cuando el rol del periodista es más visible y controvertido, la eminencia que algunos logran trae consigo mayores responsabilidades. Por lo menos así lo creo, aunque estoy dispuesto a conceder que todo el dilema ético de actividades y asociaciones, es un problema que cada uno tiene que resolver por sí mismo.

David S. Broder
En Tras las Ocho Columnas. Gernika, México, 1997.

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