Consultorio Ético de la Fundación Gabo
2 de Octubre de 2016

Consultorio Ético de la Fundación Gabo

Estamos próximos a un año electoral y yo conduzco un programa de radio que muchos de los candidatos podrán utilizar para hacer su propaganda política. ¿Pero cómo entrevistarlos sin sacarles los trapos sucios y sin el peligro de quedarme al margen de las ganancias de la propaganda política? Aunque fue expuesto como respuesta a una pregunta anterior, debo repetir la descripción de un novedoso y lógico sistema de información preelectoral, que invierte los términos de las prácticas periodísticas tradicionales y entrega a los electores la responsabilidad de plantear los temas y preguntas a los candidatos.
Lo hacen, o de manera directa en foros y reuniones que el medio de comunicación promueve, o a través del periodista que recoge esas preguntas y temas y los propone al candidato en nombre de la comunidad.
La idea que está en la base de esta metodología es que el candidato es un ciudadano en busca de empleo, que debe demostrar a su empleador, el elector, que reúne las cualidades necesarias para ser un buen empleado público.
Como se ve, desaparece el problema del periodista que debe sacar al aire los trapos sucios del candidato, si los tiene, porque esta es tarea de los electores que los agitarán ante el aspirante al empleo. Además es conveniente que más temprano que tarde, el candidato dé sus explicaciones.
Si a pesar de todo persiste el terror de que se ponga en riesgo la pauta de avisos de propaganda política pagada, es el momento de aceptar que el medio de comunicación está a punto de perder algo esencial, y es la voluntad de que el interés público predomine sobre cualquier interés personal.

Documentación.

La credibilidad se construye sobre muchas cosas, una de ellas es la percepción. Si las personas perciben que hemos perdido la credibilidad de hecho la hemos perdido. Por tanto los periodistas, igual que la esposa del Cesar, debemos evitar incluso que los demás tengan la percepción de que algo se está haciendo mal.
Siempre nos excusamos cuando violamos alguno de los parámetros establecidos por periodistas que a través de décadas han aprendido a golpes cuál debe ser nuestro papel en la sociedad. Es preciso que nos demos cuenta de que lo mismo ponemos en peligro nuestra credibilidad cuando cometemos cualquier clase de violación ética, ya sea pequeña o grande. Un reportero que recibe dinero de un candidato o de un partido es inservible para la sociedad y, por lo tanto, para sí mismo y para su medio de prensa.
El reportero que acepta participar en un viaje de campaña de un candidato también está arriesgando innecesariamente su credibilidad. Y lo mismo ocurre con el reportero que acepta una comida gratis de un candidato, de un partido o de un funcionario del gobierno.
Es fácil caer en trampas éticas, trampas que a veces no son intencionales. A todos nos gusta que nos halaguen y es muy halagador que el presidente nos invite a su casa de gobierno para tomar unas copas en privado o para compartir una cena privada. Esas son probablemente invitaciones a las que uno no se negaría, pero es preciso que usted se pregunte por qué lo están invitando. Seguramente no es porque lo considere un gran cuentista o escritor, o porque necesite de su consejo para dirigir el país. Simplemente es por la posición que usted tiene como ejecutivo de noticias, reportero de temas políticos o como columnista que moldea la opinión pública.
Pienso que cada periódico, revista o noticiero que se considere a sí mismo como profesional cada organización que verdaderamente esté interesada en el bienestar del país en cualquier campaña, debe preparar un código de ética para sus reporteros y editores. Ese código debe ser de cumplimiento obligatorio para aquellos responsabilizados en realizar la cobertura de elecciones. Un reportero que viole esos patrones de conducta debe enfrentar castigos severos, incluso la pérdida del empleo.
Ya existen muchos códigos de ética, por lo que no es necesario inventar uno nuevo. Solo se necesita adaptarlo a las circunstancias particulares, y los reporteros deben tomar parte en la discusión.

Charles Green
En Sala de Prensa http//www.saladeprensa.org/

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