
La prensa en Estados Unidos ha reclamado a la televisión árabe la difusión de imágenes sobre sus soldados caídos o detenidos, pero ellos han hecho lo mismo con sus enemigos. ¿Es un caso de doble moral?
En el Derecho Internacional Humanitario (DIH) se parte del principio de que soldado herido o preso, es soldado que sale de la confrontación y pierde su carácter de combatiente. Según el artículo 13 de la 3ª Convención de Ginebra los prisioneros de guerra deben ser protegidos contra actos de violencia o intimidación y contra insultos y curiosidad pública. La utilización de su imagen cuando están presos o heridos, los convierte en recursos propagandísticos, lo cual atenta contra su dignidad e intimidad.
Sin embargo a los parientes y amigos de esos soldados se les debe una información que los proteja contra el efecto dañino del rumor o de la incertidumbre sobre la suerte de los suyos, por eso la práctica acogida en las guerras es la de difundir los nombres de los muertos, los heridos, los prisioneros y los desaparecidos, junto con las fotos de carné, si es el caso. El dolor de la familia se aumentaría injustamente si la información se asocia con una imagen que refleje o el sufrimiento o la humillación del pariente en el escenario de guerra.
Documentación.
Las relaciones morales creadas por las imágenes de televisión podrían interpretarse de dos formas radicalmente distintas: como ejemplo del voyerismo promiscuo que la cultura visual hace posible, o como dato esperanzador de la internacionalización de la conciencia. La dificultad, claro está, reside en que dos interpretaciones tan opuestas pueden también ser ciertas. Convendrá analizarlas por separado.
En primer lugar no cabe duda de que la cobertura televisiva de la hambruna y de la guerra ha tenido un impacto extraordinario en la solidaridad occidental. Sólo en Gran Bretaña los organismos que luchaban contra el hambre recibieron donativos de más de setenta millones de libras después del primer reportaje sobre Etiopía en octubre de 1984. La televisión logró que la presión social hiciera mella en la inercia burocrática y en las excusas ideológicas que habían permitido que una crisis alimentaria se convirtiese en auténtico desastre. Gracias a la televisión las relaciones directas entre los pueblos se impusieron a las mediaciones bilaterales entre gobiernos. La televisión redujo espectacularmente el desfase temporal entre presión y acción, necesidad y respuesta. De no haber sido por ella
Aunque la televisión haya permitido este tipo de situaciones no faltan aspectos conflictivos relacionados con su forma de enfrentar el desastre. Hay quienes acusan a los informativos de ignorar la escasez de alimentos hasta que adquiere cierto atractivo visual y quienes sospechan que la historia desaparece de los boletines de mayor audiencia a medida que el horror se traslada a otro lugar del mundo. La mirada del medio es breve, intensa y promiscua el tiempo de exhibición de sus causas morales resulta brutalmente corto. Otro de los aspectos más inquietantes de la mirada televisiva se hace patente en la pregunta del reportero a la enfermera: " ¿qué siente usted?" La pregunta descubre un abismo que la empatía no puede superar y pone al descubierto las distancias morales siderales que una cultura de la imagen logra eliminar con su cruel pantomima de lo inmediato. La televisión nos convierte en voyeurs de un sufrimiento ajeno, en turistas de un paisaje de angustia y nos enfrenta con sus destinos, al tiempo que esconde las distancias -sociales, morales y económicas, que nos separan.
Michael Ignatieff
En El Honor del Guerrero. Santillana: Punto de Lectura. Madrid, 2002. P 20 y 21.