Consultorio Ético de la Fundación Gabo
29 de Septiembre de 2016

Consultorio Ético de la Fundación Gabo

Esta entrega del Consultorio estará dedicada a las once preguntas formuladas por los estudiantes Luz N. Luna, Yralis Myralis, Rodolfo Churión, Kristy López, Susana Boada, Eduardo Pérez, Illenys Mora, Michelle, Maria Eugenia Dania, Manuel Castillo, Verónica, y Carolina Salazar, estudiantes de la Universidad Católica Andrés Bello de Caracas, acerca de las relaciones entre la ética y la situación de los periodistas venezolanos, dentro de la crisis política de su país. El tema de las cartas abarca tres temas principales:

En medio de la crisis de comunicaciones que atraviesa Venezuela ¿qué posición deben asumir los periodistas?
¿Deben ser sancionados los medios después del papel que jugaron en el paro cívico? ¿Tenemos ética capaz de reclamar la libertad de expresión en un entorno en que prevalece el manejo de la información por parte del gobierno? Las reflexiones hechas por los propios periodistas e investigadores venezolanos (Cf. Documentación) indican que el mejor servicio que la prensa puede prestar a la ciudadanía es el de mantener distancia respecto de los grupos pro y antigobierno, para que la población pueda conocer de manera fiable los principales datos sobre la situación del país.
En toda crisis un factor, que es a la vez causa y efecto de la situación, es la confusión debida a la falta de una información sólida. Como en las guerras, las crisis políticas aparecen envueltas en la neblina de la incertidumbre, de modo que sus actores a falta de datos que les permitan entender la situación y decidir razonablemente, se dejan guiar por los pocos e incompletos elementos que les aportan sus sentidos y sus emociones esto convierte la situación en peligrosa, prolongada e insoluble porque tiende a resolverse por la fuerza y no políticamente y con ayuda de la inteligencia.
Los medios que no lo entendieron así y que permitieron que alguno de los grupos en pugna los utilice, perdieron su credibilidad porque dejaron de ser vehículos de información y se convirtieron en agentes de propaganda. Esa pérdida de credibilidad es su sanción y no parece haber otra porque ésta es más que suficiente.
En situaciones como esta, asumir el interés de todos -los gobiernistas y los antigobiernistas- es el resultado de una actitud de independencia, y mantener esa actitud demanda un permanente ejercicio de la libertad. Esa independencia -un valor ético fundamental- no se le reclama a nadie, sino que se ejerce. Por tanto, nadie puede disculparse diciendo que las condiciones del país son adversas a la libertad de expresión. Esas condiciones, aunque dificultan o facilitan, no son definitivas porque para ejercer la libertad no se espera ni se pide permiso de nadie.

Documentación.

Con suspicacia el venezolano se acerca a los medios de comunicación, muchos incluso no saben quienes subvierten el orden hoy, en quién creer después de lo vivido, no saben si sus opiniones apoyarán la conspiración o la resistencia. El rumor se ha apoderado del país. Otro madrugonazo rueda por la autopista de la información, con instrucciones y plan de defensa incluido. Las conspiraciones y los profetas del desastre proliferan. Nuestros sistemas de alerta están agotados, la sensación de inseguridad y miedo nos llevan al extremo de prepararnos para la guerra inminente. Cuenta una estudiante que conoce de una comunidad que "ha almacenado alimentos, agua y han preparado bombas molotov, e inventariado las armas." Hay un agotamiento que nubla la visión y el sentido común.
Por su parte los medios se defienden, se victimizan, se justifican, se radicalizan, en fin se niegan a retomar el rol que les corresponde en la sociedad: "los medios nunca han transmitido propaganda desestabilizadora." (Alberto Federico Ravell.)
Un ambiente de caos, inevitabilidad, angustia, llena nuestra vida, no hay manera de regresar a la cotidianidad. La estigmatización social se ha exacerbado, toda oposición es conspiradora, todo pobre es chavista. La comunicación, eso que es "poner en común" desapareció y, por tanto, el sentido democrático. La tolerancia es entendida como fragilidad, la rectificación como abdicación, cualquier gesto conciliatorio es una trampa, la pluralidad es hoy una palabra vacía de sentido.
La paz es entendida como aniquilación del "otro". La imposición de mi visión en exclusión del otro seguirá alimentando la polarización social. ¿Dónde queda la democracia que ambos sectores asumen como bandera?
Compartimos la posición del profesor Marcelino Bisbal, en el sentido de que hay que regresar a lo conversacional, abandonar el pensamiento único, mantener un apoyo crítico al gobierno y desde esa plataforma construir la salida.
Diría Norberto Bobbio "entiendo por Estado Democrático aquel que se funda en un pacto de no agresión entre distintos grupos políticos y en la estipulación, entre esos mismos grupos, de un conjunto de reglas que permitan la solución pacífica de los conflictos que puedan surgir."
Ahora queda preguntarse: ¿quién va a establecer las reglas para la convivencia, el diálogo y el encuentro desde las diferencias? ¿Cómo puede lograrse el consenso?
No es fácil, pero los medios tienen mucho que hacer y decir, ellos deben regresar a su papel de mediadores, ellos tienen el poder de tender los puentes comunicacionales entre las partes para la reflexión necesaria y abrir los caminos para la reconstrucción nacional.

Lucía Azuaje
En Crónicas desde lo visible, lo simbólico y lo político. En Comunicación, N. 119. Pág. 14 y 15.

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