Consultorio Ético de la Fundación Gabo
29 de Septiembre de 2016

Consultorio Ético de la Fundación Gabo

¿Qué debo tener en cuenta para elaborar una estrategia comunicacional e implementar una oficina de informaciones para una institución gubernamental? Los códigos de ética consignan orientaciones aplicables a su caso. El Consejo Nacional de la Asociación de Periódicos de Chile, adoptó un código ético que en su primer artículo establece que "el periodismo y los periodistas deberán dedicarse...al ideal de perfeccionar la sociedad."
Complementa esta idea y la precisa el código de los periodistas de México en su artículo primero: "para el periodista la sociedad está antes que el individuo y la Patria antes que los gobiernos."
Y explica, a la vez que sienta un principio, el código del Círculo de Periodistas de Bogotá en su artículo 4: "las razones de interés público deben prevalecer sobre loas intereses privados en la búsqueda de la información."
Si estos artículos se aplican a la actividad de una oficina de información de entidades de gobierno, resultan estas indicaciones:
Esas oficinas están al servicio de "la sociedad," del "interés público," lo mismo que la propia entidad de gobierno, que también tiene ese objetivo de servicio.
Cumplen esas oficinas con ese servicio en cuanto median entre la población y el funcionario de gobierno. En esta función, potencian la voz de la población ante el gobierno y hacen que esa voz sea escuchada. Al amplificarla, la oficina hace aún más fácil para el funcionario el cumplimiento de su deber democrático de tener en cuenta a la ciudadanía.
Se complementa la función anterior cuando estas oficinas hacen conocer al ciudadano la rendición de cuentas del funcionario, sus propuestas y sus motivos, como elementos de un debate público.
Estas informaciones son un derecho de la ciudadanía. El funcionario, por tanto, está en el deber de proporcionarlas. La oficina de información le proporciona los elementos técnicos y profesionales para el cumplimiento de ese deber.
Obviamente estas oficinas no cumplen tareas de relaciones públicas ni de publicidad, sino de información. No están al servicio de un funcionario, por alto que sea, sino de la comunidad como deben estarlo el funcionario y la entidad estatal.

Documentación.

Los medios de comunicación no pueden perder de vista el interés del ciudadano. ¿Quién es el ciudadano? ¿A qué sectores de ciudadanos hay que atender primero?
Estar atentos al interés del ciudadano es conseguir no que el ciudadano se pegue al televisor para ver televisión, sino que se pegue al televisor cuando algo le interesa. Estar atento al interés del ciudadano no es teñir toda la prensa de sensacionalismo, sino saberse hacer un público propio que atiende a cierto tipo de noticias y se desinteresa de otras. Tener en cuenta el interés del ciudadano es no dar noticias si no puede hacerse con honradez y rigor. Si la información y la formación de opinión son un servicio a la democracia, es porque son la garantía de la libertad de conocer y decidir de que teóricamente goza el ciudadano.
Como ha dicho Martín Barbero, los periodistas no deben quedarse en la función de intermediarios, sino ser mediadores. El intermediario no trabaja para disolver barreras de la división y el conflicto, más bien las refuerza y acentúa las varias formas de exclusión ética, sexual, generacional. Porque esto es lo que vende. En realidad, el periodista que sólo se propone vender, se defiende a sí mismo y no hace sino distanciarse del público, aunque aparentemente se acerca a él. El mediador, en cambio, hace de la comunicación un espacio estratégico de la lucha por la abolición de las fronteras y las exclusiones, lucha por hacer que unos hombres reconozcan a otros su derecho a vivir y a pensar diferentemente.
Lo dicho hasta aquí puede resumirse en los puntos siguientes:
Una de las funciones de los medios de comunicación es hacer transparente lo público.
Es público el interés común, que no equivale únicamente a lo que se entiende por política.
Para hacer transparente el interés común convienen mantenerse a una cierta distancia de la política y no sucumbir a la tiranía del mercado.
Es preciso formarse un criterio de lo que conviene al interés común y no dejar de lado los valores en busca de una supuesta e imposible objetividad e imparcialidad.
No hay más criterio de interés común que tener como patrón al ciudadano.
Victoria Camps.
En El malestar de la vida pública. Grijalbo, Barcelona, 1996. Pág. 189-190-191.

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