Un funcionario me presentó la lista de las ONG que el gobierno tenía en la mira como peligrosas antes de la cumbre de Cancún, pero me puso la condición de no publicar nada. Cuando le conté a mi jefe lo que había visto le pareció un tema excelente y de primera página, pero le dije que no publicaría nada porque había dado mi palabra. Dos días después arrojó sobre mi escritorio el periódico de la competencia con esa información desplegada en la primera página. "Te lo había dicho, " me dijo con rabia. ¿Obré bien u obré mal? Es una buena norma honrar la palabra dada, por ejemplo cuando se promete la reserva de la fuente o la confidencialidad de una información. Por esta razón el reportero tiene buen cuidado de no prometer fácilmente confidencialidad, porque esto equivale a atarse las manos. El periodista no debe dejarles duda alguna a sus interlocutores: hablan con un periodista cuyo trabajo es recoger información para publicar por tanto, toda conversación con un reportero es parte de su trabajo.
En algunas ocasiones, sin traicionar la palabra dada, los datos recibidos confidencialmente pueden convertirse en el punto de partida para una investigación en la que el hecho se confirma con otras fuentes.
La buena reportería enseña a mantener la independencia del reportero frente a las fuentes, por eso estas promesas de confidencialidad, el uso del off the record y demás recursos con que las fuentes pretenden hablar sin ser citados o comunicar asuntos que ellos quieren ver silenciados, sólo muy excepcionalmente se puede aceptar. Algún autor aconseja al periodista a quien le piden confidencialidad antes de contarle algo o mostrarle un documento, que se despida de inmediato porque él como periodista no tiene nada que hacer ahí. El lector tiene el derecho a una información libre, no condicionada por las promesas del periodista. Hay que recordar que la información no es ni de la fuente, ni del periódico, ni del periodista sino que se trata de un bien de la sociedad. Por tanto no se debe negoc
Documentación.
El secreto en general es un compromiso moral de no manifestar a nadie las noticias conocidas o recibidas por la vía confidencial. Es algo relacionado con la intimidad personal, la fidelidad y la seguridad de las personas y de los grupos y necesaria para el ejercicio de las relaciones interpersonales e institucionales. Con el secreto profesional está en juego el respeto a la dignidad humana en sus aspectos más íntimos y el respeto y promoción del bien común, así como de los motivos sociales que reclaman la confidencialidad. Esto es lo que está en el fondo de toda clase de secreto.
La guarda del secreto profesional contribuye a la libertad de expresión y a elevar el prestigio moral del periodista. Pero puede prestarse a muchos abusos en la práctica, por lo que tenemos que hablar también de sus límites.
Con el pretexto del secreto profesional los irresponsables pueden tener excusa para mentir, ocultar, colaborar con la injusticia y practicar formas de comportamiento corruptas impunemente.
El caso del secreto en información terrorista es de gran actualidad, por lo que será tratado con especial atención. De momento interesa dejar bien claro que el secreto, por más que sea un valor de gran calidad ética y, en principio, debe estar protegido por la ley, en la práctica puede prestarse a abusos de consideración, por lo que es necesario establecer sus límites.
Niceto Blázquez
En Etica y Medios de Comunicación. Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 1994. Páginas 241 y 248.