¿Cómo debe actuar el periodista a la hora de entrevistar a un sujeto que delinque? La regla que aparece en los códigos de ética le da valor a estas entrevistas si con ellas se presta un servicio al bien común, o porque explica las razones por las que un ciudadano delinque, o porque deja ver las soluciones para el problema que plantea el delito o porque deja en evidencia el hecho de que el delito no paga.
Esa misma regla manifiesta el rechazo a estas entrevistas cuando se hacen con el sólo ánimo de aumentar la circulación o sintonía de un medio. Cuando esto sucede la entrevista, casi inevitablemente, destacará lo negativo y excitante y se convertirá en apología del delincuente o de su acción delictiva. También se condena la inexperiencia o ingenuidad del entrevistador que acaba convertido en instrumento del delincuente.
La acusación común contra la prensa como creadora de delincuentes ídolos tiene su gran argumento en esa clase de entrevistas de inspiración comercial, que aumentan sintonías y circulaciones, que hacen caso omiso del daño o del provecho que se siguen para la sociedad, porque miran al medio de comunicación sólo como negocio.
Documentación.
La apología de la violencia puede producirse al informar a través de tres vías principales: por empastelamiento por exaltación o por encallecimiento.
El empastelamiento es un fenómeno que se produce cuando al mezclar diferentes realidades, el resultado de esta mezcla es inservible, carece de sentido. Puede ocurrir que la polarización informativa en la violencia, su presentación insistente y desproporcionada por parte de los medios, empastele la violencia, confiera a su comunicación el fúnebre sentido de no tener sentido.
El empastelamiento suele ser unas de las consecuencias de tratar a la violencia como entretenimiento. No se pretende encontrar algún sentido a la violencia. Simplemente se ofrece cada vez con mayor profusión. Dar una gran cantidad de violencia sin sentido es así una forma perversa y barroca de exaltación, que se presenta como una realidad sin posible control, como el rayo, o el huracán, o la erupción volcánica...
La exaltación de la violencia se produce también al acompañarla de juicios favorables-más o menos disimulados- sobre la violencia en sí misma o sobre sus motivaciones emocionales.
En este sentido, por ejemplo, es recomendable enviar casi siempre a la papelera los comunicados y notas explicativas, elaborados por los grupos terroristas o los violentos. Suelen ser pura apología de la violencia. O no hacer entrevistas a delincuentes, mafiosos o terroristas si no hay garantías -que no suelen haberlas- de que podrá conducirse la entrevista con idéntica profesionalidad que en otros casos. No transmitir en directo incidentes terroristas o delictivos, porque esas emisiones terminan siendo coproducidas por los violentos, en beneficio de su propia exaltación.
Evitar la exaltación de la violencia es informar desde las víctimas de la violencia, no desde la perspectiva de los violentos. Y es también informar de aquello precisamente que los violentos no quieren que se sepa.
¿Qué es noticia? Noticia es -suele contestarse con un punto de cinismo- todo aquello que el Gobierno no quiere que se sepa.
¿Qué es noticia sobre la violencia? Noticia sobre la violencia -podría decirse también- es todo aquello que los violentos no quieren que se sepa.
Otras veces, finalmente, la apología de la violencia procede del encallecimiento.
Un exceso de informaciones violentas -aunque tengan sentido- o la intensidad de información sobre la violencia pueden abotagar la sensibilidad de los ciudadanos. La insensibilización trivializa la violencia, produce hastío social, vuelve indiferentes a las sociedades, inerva los mecanismos de respuesta ciudadana.
Al principio, horroriza la violencia después horroriza la rutina con que se produce la violencia después horroriza la propia capacidad de horrorizarse y al final -con el encallecimiento- no horroriza nada.
La violencia se considera entonces normal, inevitable, justificada y tan natural como el amanecer. Es la máxima apología de la violencia.
Carlos Soria
En La ética de las palabras modestas. Universidad Pontificia Bolivariana. Medellín.1997. P. 143,144,145.