¿Puede incitar a la violencia el uso que hacen del lenguaje textual y visual determinados medios deportivos en portada, para censurar la labor de un árbitro o un equipo rival?
22 de Julio de 2016

¿Puede incitar a la violencia el uso que hacen del lenguaje textual y visual determinados medios deportivos en portada, para censurar la labor de un árbitro o un equipo rival?

Foto: Pixabay

¿Puede incitar a la violencia el uso que hacen del lenguaje textual y visual determinados medios deportivos en portada, para censurar la labor de un árbitro o un equipo rival? La información sesgada, aquella que altera la realidad para imponer la propia visión de los hechos y la opinión personal, produce efectos dañinos de muy variada naturaleza:
Altera la realidad porque manipula los datos en favor de la propia causa; la información pierde su naturaleza de registro honesto de lo real y muta en publicidad. Por tanto “cuando la propaganda triunfa la realidad no dura nada”, afirma Pascual Serrano (Medios violentos, Ciespal Quito, 2010). Peor aún: engaña e impide conocer. Los locutores deportivos, los fanáticos de algún equipo han producido el fenómeno social de las barras bravas que han convertido la fiesta al aire libre en una batalla, no entre los equipos en la cancha, sino entre los espectadores en las tribunas. Este, sin embargo, es un efecto benigno si se lo compara con lo que logró la radio de las Mil Colinas de Ruanda, con su invitación a través de los constantes mensajes en que preguntaba “¿Ya mataste un tutsi?” Esta invitación al crimen hace recordar lo que a lo largo de la tarde del 9 de abril de 1948, provocó los incendios y saqueos que casi destruyeron a Bogotá. Ese día la radio fue parte del problema. Dentro de un ambiente fanatizado el receptor de informaciones es más maleable que en situaciones de normalidad y el poder del periodista en los medios se intensifica, para bien o para mal. La conciencia de ese poder y la certeza de los efectos dañinos que se pueden producir, son razones para extremar el sentido de la responsabilidad que impone dar respuesta por las consecuencias, y urge el deber de impedir o atenuar, al menos, los efectos de ese poder.
Documentación
El consumidor promedio del producto fútbol ya no lee, escucha o mira por televisión únicamente las noticias sobre el club de su preferencia. Hoy es más corriente que observe videos de peleas entre hinchadas, que memorice los cánticos discriminatorios o xenófobos que entonan, o que pondera cuál de los grupos violentos tiene más aguante. Este concepto clave es definido por Pablo Alabarces, con la precisión de quien ya superó diez años dedicados a estudiar este problema. “Técnicamente el aguante es una subcultura, un corpus complejo, ordenado y racional de una moralidad que implica ciertas prácticas. Al interior de esa moralidad la violencia no solo es legítima, sino, diría, que es obligatoria.Tenés que ofrecer el cuerpo, enfrentarte al otro para afirmar masculinidad”.
El periodista Gustavo Grabia realiza seguimientos cotidianos de hechos de violencia en el fútbol. “En las páginas de internet ingresa el doble y hasta el triple de gente para ver los videos de los hinchas o de las barras bravas. Es toda una cultura que favorece esta clase de aguante.
Desde hace diez años pueden verse duelos de hinchadas en segmentos como Yo quiero mi bandera; Superhincha; Sub.-80; Himnos del corazón. En estos programas los hinchas no se desenvuelven de la misma manera que en un estadio. Cumplen tres roles: miran, actúan y hacen el espectáculo. El programa no puede maquillar los exabruptos racistas de algunos entrevistados ni los cantitos plagados de homofobia.

Gustavo Veiga: Barras bravas en Argentina. En Violencia y Medios. Editorial Mapas, México, 2007. P. 140- 141.

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