Consultorio Ético de la Fundación Gabo
29 de Septiembre de 2016

Consultorio Ético de la Fundación Gabo

En un video, transmitido por la televisión se muestran tres estadounidenses secuestrados por las FARC y se escuchan la opinión de la guerrilla y los testimonios de los secuestrados.
¿Cuál es la valoración ética de un documental como este? Las informaciones en que la fuente son guerrilleros, secuestradores, terroristas o sus víctimas, plantean distintos dilemas éticos relacionados con:La independencia del periodista respecto de su fuente. Esta es una condición necesaria para obtener una información libre, no interferida ni por el temor, ni por los intereses personales del periodista (el afán de éxito a cualquier costo) ni por los intereses del medio (la exclusiva sensacional y vendedora) ni por las presiones del gobierno o de los cuerpos de seguridad, ni por los interlocutores del periodista, guerrilleros o víctimas. Moviéndose, como por un campo minado, el periodista debe buscar, no la información más espectacular, ni la más vendedora, ni la más conveniente para los distintos interesados, sino la más útil para la sociedad y este sólo puede ser un logro de su independencia.El respeto a la intimidad de las víctimas. El sufrimiento de los secuestrados y de sus allegados está compuesto con elementos de intimidad que deben ser respetados, y con datos que el público debe conocer para condenar el mal y para prevenirlo. Entre esos dos campos, el de lo íntimo y el de la información pública, avanza una línea sutil que sólo logra percibir y respetar el periodista con sensibilidad ética de respeto a las personas y de servicio a los intereses comunes.El impacto de esta información sobre el público. Se trata de noticias que el público sigue con avidez y con escaso sentido crítico, dos elementos que garantizan un impacto en la conciencia colectiva. Lo que se diga, lo que se deje de decir y la forma en que se diga determinan, en buena parte, las reacciones de la audiencia: de esperanza o de desesperanza, de odio o de serenidad reflexiva, de solidaridad o de curiosidad.Sobre estos elementos se puede construir un discurso crítico sobre esta clase de informaciones y se puede elaborar una guía para el cubrimiento de esta clase de eventos.

Documentación.

La moralidad de la televisión es, en el mejor de los casos, la del corresponsal de guerra, la del veterano harto de oír las reiteradas justificaciones de la crueldad humana de labios de la derecha o de la izquierda y que, al final, aprende a escuchar sólo a las víctimas. Don McCullin, el fotógrafo de guerra inglés, lo expresa en el prólogo a una colección de algunas de sus fotografías de Biafra, Bangladesh y Vietnam:

¿Cuál es mi actitud política? Sin duda tomo partido por los que carecen de privilegios. No puedo declararme políticamente neutral, pero tampoco sé decir si soy de derechas o de izquierdas. Me parece que estoy atrapado por mi historia, mi incapacidad para recordar los hechos y mi absoluta perplejidad ante la teoría política me he desilusionado de tal forma que ni siquiera voto. He tratado de ser un testigo, un espectador independiente, y el resultado es que no puedo ir más allá de los hechos. He visto tanto sufrimiento que visceralmente he llegado a sentirme uno mismo con la víctima, y en esa posición he hallado cierta integridad".

La buena conciencia de la televisión podría describirse en términos muy parecidos: prestar atención a las víctimas, al margen de la retórica política rechazar la distinción entre muertos buenos y muertos malos, y ser un testigo, un portador de malas noticias a la conciencia vigilante del mundo. En eso ha consistido el internacionalismo moral de los años 80 y 90 y es un mundo cansado lejos del internacionalismo del 68.

La moral, como el vestir, conoce modas. La televisión siguió las modas morales de la guerra de Vietnam, no las creó. Sólo los ejecutivos de la televisión creyeron que su medio había impedido una victoria estadounidense. Aunque la ética dominante de la televisión actual sostiene que no quedan causas buenas -sólo víctimas de causas malas- nada garantiza que el medio no sucumba a la próxima moda moral.

Michael Ignatieff.
El Honor del Guerrero. Santillana. Madrid. 2002. Páginas 37 y 38

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