Consultorio Ético de la Fundación Gabo
26 de Septiembre de 2016

Consultorio Ético de la Fundación Gabo

¿Es adecuado emitir o publicar las imágenes de las torturas de los soldados del ejército estadounidense? El problema que se plantean los periodistas al final de esta discusión no es sobre la publicación o no de determinadas imágenes, sino sobre cómo publicarlas.
Todas las consideraciones sobre el impacto ofensivo o dañino o degradante de las imágenes, resultan condicionadas cuando se aborda el tema de la manera de publicarlas. En principio el periodista debe publicarlo todo y no ocultar nada en atención al derecho que tiene el lector de ser informado sobre todo pero este, como todos los derechos, no es absoluto porque va hasta donde comienzan otros derechos: el de la intimidad, el derecho al buen nombre, a las propias creencias o a la seguridad pública, por ejemplo. Cuando se trata de armonizar esos derechos surge la necesidad de adoptar una manera de contar que, respetando esos derechos, atienda al derecho fundamental a la información.
En el caso de las publicaciones sobre los soldados torturadores, los distintos medios entendieron que la opinión pública mundial tenía el derecho a saber que eso estaba sucediendo porque así podían ponerse en marcha los mecanismos necesarios para impedir su impunidad y repetición pero no lo publicaron de cualquier manera: aplicaron técnicas de edición para suprimir o velar detalles ofensivos para los receptores y para los protagonistas o que, al destacarse por sí mismos, podían restarle fuerza a la verdad principal de la información. Cuando el episodio fue la decapitación de un estadinense a manos de iraquíes, la decisión editorial fue la de informar sobre el hecho y suprimir la imagen. El dilema no fue si emitir o no emitir, sino cómo emitir.

Documentación.

Retratar el dolor y la tragedia siempre es un problema profesional, moral y estético. Para algunos: también comercial. Los atentados más sangrientos de la historia de España, los del 11M fueron fotografiados con la crudeza de la sangre, la carne destrozada, los muertos y los heridos.
Algunos no lo pudieron soportar.
¿Cómo decidir el tratamiento adecuado? ¿Cómo escoger la imagen de la tragedia sin sumir en la desesperación a los lectores? Nunca escondiendo la verdad. Si el periodismo esconde la verdad pierde su razón de ser.
Una moderna teoría aboga por sacar al periodismo de su malhadado destino unido a la tragedia y favorece la publicación de informaciones positivas. Es una buena estrategia para definir el balance de contenidos de los diarios, pero no se debe aplicar a cada información.
Cada noticia tiene su naturaleza y el compromiso del periodismo debe estar con la verdad: la representación alcanzable más nítida y fiel posible de los hechos. La verdad práctica del periodismo es ya tan parcial que deja de ser real si la envuelve la ocultación. Si de buenos propósitos están llenos los cementerios, la compasión es el mimbre de muchas mentiras.
El reportero o el fotógrafo - o sus editores- que retocan o alteran textos o imágenes para ofrecer una realidad limitada mienten tanto como quienes no quieren mirar lo que está ante sus ojos.
¿Y el dolor?
El propósito del periodismo no es evitar el dolor. Cuando se hace todo parece telerrealidad. Los ciudadanos tienen derecho a conocer la dimensión de la tragedia. Tienen derecho a sentir el miedo y el asco. Vivimos una época obsesionada por evitar el dolor. ¿Es lícito para el periodismo?
En esta sociedad adulterada y light en la que vivimos, los remilgos surgen airados cuando la verdad es terrible. Crecen menos ante los abusos del poder, la invasión de la intimidad por el espectáculo o la imposición del poder arbitrario: político, social, mediático, etc.
Un medio tiene derecho a no ofrecer a sus lectores una imagen o un detalle prescindibles en la información si considera que pueden ser ofensivos para su público. No tiene derecho a deformar la información.

Juan Varela
Tratamiento del 11M (www.saladeprensa.org). Varela es periodista español.

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