Consultorio Ético de la Fundación Gabo
26 de Septiembre de 2016

Consultorio Ético de la Fundación Gabo

¿Cuál debe ser la orientación de las páginas culturales de un periódico: publicar lo que más les gusta a los lectores, o educar su gusto para que disfruten de lo culto? La lógica del comerciante indica que a la clientela hay que darle gusto porque el cliente siempre tiene la razón por tanto, en un periódico dominado por criterios comerciales, todas las decisiones editoriales están orientadas por el gusto real o supuesto del lector. En los consejos de redacción se escucha como un argumento definitivo que "esto es lo que le gusta a la gente".
Pero no todos los periódicos se han convertido en un comercio. El periódico que reconoce el deber de enriquecer a los lectores con sus contenidos, no se pregunta por lo que les gustaría sino por lo que más les interesa.
El titular sensacionalista, el contenido liviano de chismes, o de historias truculentas y escandalosas, satisfacen la curiosidad el material que permite entender las noticias � todas las noticias, desde las políticas hasta las del espectáculo- que van más allá de los datos inmediatos, enriquece la mente y entrega elementos que le permiten al lector participar y elegir con libertad.
Los temas de la cultura pueden ser tratados con cualquiera de esos dos criterios: o se enfocan para darle gusto a la curiosidad, o para responder a los intereses de los lectores. El primer criterio les resulta conveniente a los gerentes y directores que han resuelto convertir el periódico o la revista en un buen negocio el segundo criterio es el que orienta a los que quieren hacer de una publicación el punto de referencia inevitable de la parte más digna de la sociedad, porque en sus páginas encuentran argumentos y estímulos para ser mejores seres humanos.

Documentación.

Me pregunto, y más que una pregunta esbozo una motivación sobre la cual podría diseñarse todo un programa de televisión educativa y cultural. ¿Acaso, de tener un mayor conocimiento en ciertas áreas, de conocer a fondo sus derechos como ciudadanos y reconocer los códigos lingüísticos de determinadas obras, de poseer una mayor información sobre personajes o productos en despliegue, el ver televisión no serían para tantas personas una experiencia más autónoma, selectiva y, por tanto, liberadora? ¿No cambiarían quizás sus comportamientos, como votantes y como audiencia? ¿No podrían incluso exigir como verdaderos demócratas otras reglas de juego?
¿Dónde están los escrúpulos del periodista que se somete dócilmente a las expectativas del público menos exigente, a sus demandas más primitivas e irracionales?
Ante la alternativa de seguir los códigos éticos de su profesión y obtener la solidaridad y el reconocimiento de sus colegas, este periodista prefiere, a cualquier costo, la atención de una tele audiencia masiva.
Ni la imposición del mundo erudito de las élites cultas sobre las masas, ni la dictadura de las masas sobre el universo diverso, autónomo de los creadores. Ni la emisión pedagógica y paternalista del pasado, ni el recurso al populismo, ni la sumisión a los gustos populares. Repito, ni elitismo, ni demagogia: democracia.
¿Acaso no es demagogia decir que el público es el que manda y dejarlo imponer sus preferencias sin preocuparse por ofrecerle elementos, instrumentos que aumenten su conocimiento y amplíen su libertad de decisión?
¿No debe fomentarse una educación reflexiva y crítica, que eleve su nivel de recepción y les permite apreciar y aprehender lo universal? Así como la democracia política supone algo más que el derecho ciudadano a elegir sus mandatarios, así la educación es algo más que aprender a leer, escribir y contar.
¿No es parte de nuestro compromiso profesional de periodistas buscar, por ejemplo, el acceso de todos los ciudadanos productores de cultura, artistas hombres de ciencia, al espacio público evitando el monopolio de unos pocos?... Nuestro valor moral es el de luchar por ser imparciales y compasivos, protegiendo la autonomía de aún el más pequeño, callado y humilde de los seres de la tierra.

Heriberto Fiorillo.
El Rating de la Cultura. En Folios. Facultad de Comunicaciones de la Universidad de Antioquia. N. 4 07-99. Páginas 69 y 70.

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