Me refiero a la estrecha relación que se maneja entre el poder político y los medios de comunicación. ¿Cómo poder manejarse éticamente bien a sabiendas de que existe una presión por parte del Estado? Cualquier periódico que quiera mantener intacta su credibilidad debe poner distancia frente al poder político. A esa convicción se ha llegado después de un largo recorrido de experiencias que incluyen la época de los periódicos partidistas y las posteriores tomas de conciencia sobre la conveniencia empresarial y ética de publicar periódicos en los que lectores de todos los partidos se sintieran cómodos y ampliamente informados.
La parcialización política de un periódico erosiona su credibilidad, en muchos casos en forma definitiva. Cuando un periódico se convierte en apéndice y vocero de un partido, sólo le interesa a ese partido, los demás lo miran como un agresor, en algunos casos, y siempre como un propagandista cuya información está contaminada por el interés partidista. Esto, obviamente, restringe su circulación y ocasiona un grave perjuicio a la economía del periódico.
El periódico El Colombiano declara en su Manual de Estilo y Redacción: "En El Colombiano todo grupo político, religioso, étnico o social, será tratado con respeto y contará con la posibilidad de defender sus puntos de vista y expresiones," a 42. Esta norma obedece a un principio enunciado así: "El Colombiano mantiene una radical independencia respecto de los partidos políticos. Las relaciones del periódico con estas instituciones están supeditadas a los supremos intereses de la sociedad." A. 2.7.
"El Tiempo, como diario liberal y demócrata, es independiente de cualquier directiva política y de todo grupo. El Tiempo no servirá de incubadora para candidatos de ninguna naturaleza, ni estará al servicio de interés personalista ajeno al bien de la comunidad. "A10.11.2
Documentación.
Los periodistas deben mantener su independencia con respecto a aquellos a quienes informan. Esto se aplica incluso a aquellos que trabajan en el terreno de la opinión, la crítica y el comentario. Es esta independencia de espíritu y de pensamiento, más que la neutralidad, lo que un periodista no debe olvidar.
Editorialistas, columnistas y articulistas, no son neutrales. Su credibilidad se arraiga por el contrario en la misma devoción por la veracidad, la verificación y el interés cívico y el mismo deseo de informar que podría suscribir cualquier otro periodista.
En cierto modo este cuarto principio se basa más en el pragmatismo que en la teoría. Podría pensarse que es posible informar un suceso a la vez que se participa en él, pero lo cierto es que estar implicado como participante en una noticia ensombrece cualquier otra tarea que el periodista deba desempeñar. Se vuelve muy difícil considerar las cosas desde otras perspectivas. Es más costoso ganarse la confianza de las fuentes y de los participantes de otros bandos. Resulta muy complicado, si no imposible, convencer al lector de que antepones sus intereses a los del grupo para el que trabajas. En otras palabras, podrías ser un asesor secreto de aquellos acerca de quienes escribes, o el encargado de escribirles los discursos o aceptar su dinero. Es un gesto de arrogancia y probablemente de inge
Bill Kovach y Tom Rosenstiel
Los Elementos del Periodismo. Ediciones El País. Bogotá 2004. Pág. 133-134