En una empresa en que las líneas editoriales y los convenios comerciales son más que evidentes, ¿ cómo hacer para no perder los principios de la profesión sin perder el empleo y al mismo tiempo cambiar la línea alineada del medio? Dentro de la empresa periodística el periodista está llamado a una tarea más ambiciosa que la de desempeñar un trabajo y recibir la paga correspondiente. Limitar el ejercicio profesional a ese mínimo, es condenarlo a la rutina y a la mediocridad. Y a la frustración personal.
Toda profesión tiene un perfil ideal, hecho de máximos y de excelentes desempeños en un nivel inferior se dibuja un perfil hecho de mínimos, que es el logro común y corriente. Entre esos dos perfiles, el común y el ideal, actúa el periodista que ha puesto al servicio de su profesión y de sí mismo, lo mejor que puede dar. No se resigna a hacer lo de siempre, ni a la vulgaridad de lo corriente pero mantiene un sentido de lo real, que le permite entender que llegar a lo ideal no es inmediatamente posible, aunque sí es su meta. Así se genera una tensión dinámica permanente de superación profesional que lo libra del estancamiento y de la resignación a la mediocridad.
Esta actitud no puede depender de ningún agente externo: director, editor, jefe de redacción, etc. Es un propósito de vida, una decisión personal que no tiene más responsable que uno mismo.
En una sala de redacción es fácil identificar al rutinario y resignado, que hace lo de siempre con tal de conservar el puesto y la paga también se identifica al que quiere hacer las cosas cada vez mejor, porque se ha fijado metas altas y siempre difíciles. Obviamente estos son los que se vuelven indispensables en una empresa.
Documentación.
El investigador Warren Breed sugiere que los periodistas de organizaciones tímidas o cargadas de políticas, pueden utilizar su iniciativa para crear historias, sobre todo temas en los que los editores y los propietarios tienen poco conocimiento y en áreas en que la política es poco clara. Incluso sugiere que un reportero cuya historia se ha rechazado o que considera que se le rechazará puede plantar la noticia en otra organización noticiosa rival. En lo sucesivo, afirma Breed, el reportero puede considerar que "la historia es ahora demasiado importante para ignorarla".
Este último enfoque es tanto como un engaño que invitaría al hábito de mentir en la sala de redacción, lo que provocaría tanta desconfianza o más que antes. Sin embargo el argumento central de Breed es que el énfasis que en la mayoría de las salas de redacción se pone en obtener la noticia reduce la potencia moral de los periodistas. Pero con frecuencia puede reclamarse o defenderse ese potencial con actos de imaginación moral, con el diálogo con la administración, al crear historias propias, o al renunciar, por nombrar unas cuantas opciones.
(...) Bruce Bungman del Sun San Francisco Bay Guardian, lo escribió: "la defensa del periodismo como algo más que un negocio y más que un monopolio, es apropiadamente el deber del periodista". Es él quien debe comprender que muchos de los problemas básicos pueden atribuirse a las exigencias del monopolio de los negocios en la forma en que se aplica a la recopilación de información que una vez se consideró tan importante que se le otorgaron privilegios y protección constitucionales. El periodista tiene obligación profesional y pública de cuidar su herencia.
Edmond Lambeth.
Periodismo Comprometido. Limusa Noriega Editores. México 1992. Páginas 89 y 90