Consultorio Ético de la Fundación Gabo
25 de Septiembre de 2016

Consultorio Ético de la Fundación Gabo

Las autoridades locales son hipersensibles frente a la publicación, en nuestro periódico, de temas de interés como la asignación de las obras públicas o las relaciones de contratistas con miembros del ayuntamiento y nos han denunciado por difamación. ¿Cuál es la actitud ética frente a esto? La reacción de las autoridades no es tan importante como la solidez de la información que se publica. Porque no basta denunciar sino que las denuncias estén tan sólidamente fundamentadas que puedan resistir todos los previsibles intentos de las personas acusadas para restarles validez y credibilidad. Una acusación no debe ser publicada sino cuando se tiene la certeza de que el periodista y el periódico pueden responder hasta por su última coma. Que es tanto como blindar la información contra cañonazos.

Y para que esto sea así, además de la documentación auténtica y comprobada, se debe contar con la versión de la parte acusada. Además de ser un deber de justicia darles voz a los acusados, es un mecanismo de defensa del periódico y del periodista que, ante la justicia, podrán demostrar que no hubo ánimo de hacer daño ni de calumniar, y que se llevó a cabo una investigación rigurosa y equilibrada.

Aún más, en estas informaciones en que hay acusaciones de por medio y un proceso legal en marcha, que no ha sido fallado por la justicia, es un deber de justicia mantener la presunción de inocencia, de acuerdo con el principio incluido en muchas constituciones, de que toda persona es inocente mientras la justicia no demuestre lo contrario.

Si estos elementos se tienen en cuenta, las reacciones de los políticos o de las personas acusadas, carecen de importancia. Si, por el contrario, no se cumplieron los requisitos necesarios para producir una información sólida, es de temer que sea la justicia la que le cobre al periodista y al medio su negligencia profesional. Y ante esto no hay libertad de prensa que valga.

Documentación.

Howard Kurtz, crítico de prensa de The Washington Post señala en su libro: el Circo de los Medios, hábitos que han mermado la iniciativa reporteril en proyectos de investigación. Kurtz sostiene que por andar galanteando con personajes y temas triviales, por estar poniendo micrófonos en boca de afamados expertos, por buscar noticias desde el teléfono y por el temor de aburrir a los lectores con temas demasiado técnicos, la prensa ha llegado tarde a donde debía haber estado primero, y se ha perdido los grandes escándalos de corrupción de los últimos años.

"Hay un cáncer que se está tragando el negocio del periodismo, es el cáncer del tedio, de la superficialidad y de la irrelevancia y se necesita una cirugía radical" escribió Kurtz. Uno de los ejemplo citados por el periodista para ilustrar cómo la prensa se deja deslumbrar por estrellas fugaces mientras en sus narices de fermentan los fraudes, es el fenómeno Donald Trump, el ostentoso y egocéntrico urbanizador cuya fama de millonario precoz terminó sepultada por una avalancha de deudas y líos financieros.

Por lo menos durante 15 años Trump gozó de una prensa lisonjera, dice Kurtz, que prefería averiguar los nombres de las modelos con las que salía en lugar de buscar el origen de su fortuna. The New York Times y otros grandes periódicos del país se embelesaron con las aventuras del joven que a los 30 años alardeaba de tener más de 200 millones de dólares.

"Trump se convirtió en nuestro playboy nacional", dice Kurtz. (...) Mientras las luces alumbraban a Trump grandes fraudes se cocinaban en el gobierno. El saqueo del Departamento de Vivienda y Desarrollo Urbano, "la dependencia que nadie cubrió, el colapso de los bancos de ahorro y préstamo, la red de Irán Contras, fueron algunas de las estrepitosas defraudaciones públicas que la prensa estadounidense llegó a cubrir cuando casi todos los platos estaban rotos.

Gerardo Reyes.
Periodismo de Investigación. Trillas, México, 1996. Página 27.

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