Consultorio Ético de la Fundación Gabo
25 de Septiembre de 2016

Consultorio Ético de la Fundación Gabo

¿Cuáles son las sanciones aplicables al hecho de escoger la información que se difundirá, de acuerdo con alguna posición o según intereses específicos? La ética, a diferencia de las leyes, no contempla premios por su cumplimiento, ni castigos o sanciones por su incumplimiento. Las leyes necesitan esa clase de presión externa y, por eso, las autoridades, de distintos modos, actúan para que la ley sea obedecida así se mantiene el orden que buscan las leyes en la sociedad la ética, en cambio, es una auto imposición, no tiene más policía que la propia conciencia, encargada de presionar, o reprochar, o premiar en silencio y en el interior de cada persona. Un valor ético con sus correspondientes principios y normas, se adopta individual y autónomamente en el ejercicio de la libertad de cada uno, sin más presiones que las que resultan del conocimiento y las motivaciones que la persona adopta. El conocimiento y sensibilidad del periodista le indican si, al proponer una información o difundirla, está favoreciendo calculadamente sus intereses o sus puntos de vista en perjuicio del derecho de los lectores a conocer toda la verdad. En una primera instancia esta conducta profesional sólo es juzgada y calificada por la conciencia personal. Sólo en los casos de perjuicio evidente para alguien, tal selección puede ser objeto de un proceso judicial.

Documentación.

En cuanto a la ética, la evolución que ha experimentado ha significado al tiempo una subjetivación y una universalización. La célebre frase de Kant "la ley moral en mi corazón", lo expresa perfectamente: la moral es ley, pero una ley no escrita por nadie, sino inscrita en el corazón de cada individuo. A medida que se seculariza el pensamiento, lo hace también la ley moral que deja de ser heterónoma para ser autónoma. Una autonomía, sin embargo, para hacer lo que se debe hacer y no para hacer lo que a uno se le antoje.

Tras varias secularizaciones, sólo nos queda la libertad, pero una libertad desorientada y vacilante. Por una parte, somos víctimas de las fuerzas que realmente mueven a las sociedades y que producen una homogeneización, una universalización de las costumbres pero que no satisface como meta, porque es consecuencia de la masificación y de la mediocridad que la sociedad de masas trae consigo. Por otro lado nos damos cuenta de que la única forma de combatir la indiferencia, la única forma de rebelarnos contra ese "todo va bien", que tanto exasperaba a Voltaire, es imponiéndonos unos límites imbatibles y recuperando unos criterios que sirvan de conexión y de freno de los poderes que nos arrastran sin que se note. La libertad es algo más que la anuencia con el "todo vale".

El ser humano �dijo Kant- debe ser autónomo, darse a sí mismo las normas y no someterse sólo a normas establecidas por otros.

Victoria Camps.
El malestar de la vida pública. Ad. Grijalbo, Barcelona, 1996, páginas 62 y 63.

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