Durante el cubrimiento del conflicto armado en mi departamento entrevisté en varias ocasiones a un jefe guerrillero sobre los sembrados de amapola, o sobre una amenaza de bomba, o sobre un proceso de paz que él lideraba. Pero esas entrevistas fueron cuestionadas porque se le daba importancia a una persona que estaba en la ilegalidad. ¿Fue ético hacer esas entrevistas?
El problema ético no se plantea por el hecho de entrevistar al líder guerrillero, o paramilitar, o militar, fuentes que, por hacer parte del conflicto, deben ser escuchadas. Los interrogantes éticos comienzan en la actitud de quien entrevista.
Para prestar un servicio informativo eficaz a los receptores, el periodista no debe ser ni aparecer como parte del conflicto, por tanto debe mantener distancia.
Además ha de ser consciente de que su entrevistado puede aprovechar la oportunidad para lanzar sus proclamas propagandísticas a favor de la guerra. Esta circunstancia ha inspirado la práctica de entrevistar en diferido, nunca en directo así el medio y el periodista evitan la manipulación de la entrevista por parte del agente armado y retienen la facultad de editar, para que el receptor disponga de información y no de propaganda.
Los actores del conflicto, estén de uno u otro lado, deben ser oídos como partes de un hecho que los receptores tienen derecho y necesidad de conocer en su integridad. El hecho mismo de exponer sus razones y su versión de los acontecimientos, aporta un elemento de racionalidad a un proceso que, generalmente, se conduce con acciones de fuerza y no de inteligencia. La población, por otra parte, tiene necesidad y derecho a conocer esa otra versión de un hecho que le concierne y la afecta. Pretender que se los mantenga en silencio, es otra de las formas de tomar partido por una de las partes y de perpetuar el conflicto.
Documentación.
La información de la violencia puede tener, sin duda, una dimensión terapéutica puede representar una ayuda ética en la curación de la propia violencia.
La sociedad necesita una cierta dosis de información dura y pura sobre la violencia, para poder alcanzar al menos estos objetivos:Conocer la realidad social Mantenerse despiertos en la búsqueda de soluciones pacíficas a los problemas que subyacen a la violencia Inmunizar a los ciudadanos contra la tentación de ser violentos Hacer florecer en todos la estimación por la paz Promover la necesaria confianza de la gente en las instituciones públicas, en los medios informativos, en las fuerzas de seguridad, en los Tribunales de Justicia Desesperar, en fin, a los violentos, es decir, transmitir a todos los ciudadanos la esperanza segura de que la violencia no puede ganar.El problema está, como ocurre con las vacunas o con los anticuerpos, en acertar con la dosis adecuada para alcanzar el efecto terapéutico.
Carlos Soria.
La ética de las palabras modestas. Universidad Pontificia Bolivariana. Medellín 1997. Página 130