Consultorio Ético de la Fundación Gabo
25 de Septiembre de 2016

Consultorio Ético de la Fundación Gabo

¿Existen diferencias entre Sensacionalismo y Amarillismo, o son términos que pueden manejarse indistintamente?
El aumento de la circulación de uno de los periódicos que se imprimían en Nueva York a fines del siglo XIX, se debió a la publicación, en su primera página, del dibujo de un peluquero chino que comentaba las noticias mientras cortaba el cabello de sus clientes. La persistencia y gracia de este personaje, llamado Yellow Kid, parece estar en el origen del término amarillismo aplicado a los periódicos que utilizaron recursos como ese: dibujos, fotografías, titulares llamativos, para aumentar sus ventas.

La lucha por la circulación, cuando la publicidad no se había convertido aún en la fuente de dinero para sostener los periódicos, no se limitó a utilizar como arma aquellos recursos sino que entró resueltamente a los contenidos noticiosos y apareció el sensacionalismo: los titulares no fueron solamente llamativos, además destacaron lo sensacional de cada hecho las fotografías, además de dominar la primera página, concentraron la atención de los lectores en lo morboso, para excitar la curiosidad y atrapar clientela. Había aparecido el sensacionalismo, como recurso para vender periódicos.

Kovach y Rosenstiel (Los Elementos del Periodismo) comparan al sensacionalista con quien se desnuda en plena calle para agolpar multitudes a su alrededor , aun a riesgo de la mofa y de obtener la atención sólo por un breve tiempo Gálvez y Paz (Sensacionalismo, Valores y Jóvenes) lo describen como la tendencia a presentar los aspectos más llamativos de un suceso para producir gran sensación deformación y manipulación interesada de la noticia discurso repetido, vehemente y motivador Torrico (El Negocio Sensacionalista en Bolivia) lo describe como presentación de los hechos y dichos que busca convertir al destinatario en testigo imaginario. Sunkel (La Prensa sensacionalista) lo ve como un discurso que aparece fascinado por lo sangriento y lo macabro, por la atención exagerada que se presta a los ídolos de masas en el mundo del deporte y en el espectáculo.

Resulta así que el amarillismo usa la tipografía y los recursos visuales como argumento de ventas, pero respeta el contenido el sensacionalismo agrega, a los anteriores, la deformación del contenido y la alteración de la verdad como señuelos para vender.

Documentación.

La percepción de que la prensa sensacionalista �o prensa amarilla- es un "foco de perversión moral y espiritual" es compartida por las elites intelectuales y políticas criollas, lo que ha generado reacciones de profundo malestar. Se podría plantear la hipótesis de que esta prensa ha provocado tanta indignación porque, históricamente, estuvo conectada con una tradición popular irreverente y crítica.

La prensa sensacionalista es considerada como un fenómeno cultural, que tiene sentido y arraigo entre los lectores. Un fenómeno cultural que tiene una "lógica" enteramente diferente a la de la llamada "prensa seria." Una lógica que se conecta con una estética melodramática que altera la separación racionalista entre temáticas serias y las que carecen de valor, que se atreve a tratar los hechos políticos como hechos dramáticos y a romper con la "ideología de la objetividad." Una lógica cultural que no opera por conceptos y generalizaciones sino por imágenes y sensaciones y que, rechazada del mundo de la educación formal y de la política seria, sobrevive en el mundo de la industria cultural desde la cual sigue siendo un dispositivo de interpelación de lo popular. Una lógica cultural que se expresa a través de los grandes titulares, en la que cobra importancia la parte gráfica y en la que se plasma un discurso que aparece fascinado por lo sangriento y lo macabro, por la atención exagerada que se presta a los ídolos de masas tanto en el mundo del deporte como del espectáculo. En definitiva, es un periodismo que tiene sus propios criterios de selección y de presentación de las noticias.

Guillermo Sunkel.
La Prensa Sensacionalista. Editorial Norma, Bogotá. 2002. Páginas 19 y 20

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