Consultorio Ético de la Fundación Gabo
25 de Septiembre de 2016

Consultorio Ético de la Fundación Gabo

¿Es ético utilizar los medios de comunicación durante una campaña electoral para desprestigiar a los candidatos? Cuando un medio de comunicación toma como objetivo de sus publicaciones desprestigiar a una persona o institución deja de informar y pasa a hacer publicidad.

La tarea del publicista � comercial, religioso, político etc- es destacar las bondades de un producto, institución o persona, o llamar la atención sobre sus debilidades o nocividades.

El periodista, al contrario del publicista, se propone compartir con los receptores de su información un conocimiento completo y justo sobre personas, productos o instituciones. Con el propósito de ofrecer a los lectores � de cualquier creencia política o religiosa,- los elementos necesarios para decidir en libertad.

Las normas de los códigos en este sentido parten de la convicción de que una información incompleta o sesgada, como la de la propaganda, impide una decisión en libertad y se convierte en un instrumento de presión por la vía del engaño o de la obstrucción al ejercicio de la libertad en cambio, una información completa y dirigida al entendimiento de las personas potencia su capacidad de decisión y estimula un ejercicio libre e inteligente de la democracia.

Cuando esto no se da y los electores han sido condicionados por el predominio de la propaganda y la escasez de información libre, el resultado es un sistema democrático débil que en el ámbito internacional despierta temores y sospechas.

Documentación.

Se reivindica a los medios como un espacio político que debe constituirse en un lugar o elemento de la discusión pública que contribuye a manejar la incertidumbre de las sociedades actuales y lo relacionado con la aceptación del conflicto, la diversidad y el respeto irrestricto a todo lo humano.

La libre circulación de información y de opiniones es una condición para que la ciudadanía pueda tomar decisiones inteligentes. Entre las diversas aproximaciones a este argumento algunas utilizan el análisis económico y la posibilidad de estudiar varias opciones para que los ciudadanos tomen mejores decisiones. Los hombres y las mujeres somos falibles y podemos equivocarnos, tanto cuando decidimos individualmente como cuando lo hacemos en forma colectiva. Si la decisión de la mayoría es una simple yuxtaposición de decisiones individuales aisladas, el riesgo de error no es menos que si la dejáramos en manos de un solo individuo elegido al azar. Lo que justifica nuestra confianza en el colectivo no es, pues, la magia de los grandes números sino el hecho de que la mayoría decida luego de una amplia discusión pública, en la que se escuchen todas las voces y se consideren todos los puntos de vista.

Carlos Correa.
Democracia, libertad de expresión y procesos electorales.
En Prensa y Elecciones.
Instituto Prensa y Sociedad (IPYS) y Venezuela, iniciativas para la construcción de confianza (VICC). Caracas, 2004. Página 133.

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