Consultorio Ético de la Fundación Gabo
25 de Septiembre de 2016

Consultorio Ético de la Fundación Gabo

A veces me complico demasiado para comenzar una nota. Me pasa que tengo toda la información y no sé por donde empezar. ¿Hay algún método?
Hay colegas que despliegan sobre su mesa todos los datos que tienen y escogen el más llamativo para el primer párrafo, bajo el entendido de que al lector hay que seducirlo desde el comienzo.

Otros buscan el dato que plantea, de entrada, el hecho central.

Los que creen en la teoría de la pirámide invertida acumulan en ese primer párrafo las respuestas a las seis preguntas clásicas: qué, quién, cómo, dónde, cuándo y por qué.

Y hay los que se preguntan cuál es el dato que responde al interés del lector, para comenzar por ahí y orientar así la información.

Si la intención del periodista es la de atrapar lectores y aumentar la circulación de su medio, escogerá el enfoque capaz de estimular la curiosidad. Es la práctica más común entre medios en los que predomina el interés comercial.

En los medios y entre periodistas que privilegian, no la curiosidad sino el interés del lector, el enfoque preferido es el último de los cuatro mencionados arriba.

Más allá de la discusión sobre el enfoque está la comprobación que sustenta el problema ético de la responsabilidad. En efecto, el periodista nunca refleja la realidad como es, sino como él la ve y sería más exacto afirmar que en muchos casos no la refleja como la ve, sino como la quiere ver. Este hecho convierte el asunto diario del enfoque en un severo dilema ético que se compendia en esta pregunta: ¿cómo ver y presentar los hechos: como yo los quiero ver, o como más les interesan a los lectores? Esta última es la más alta opción ética al decidir el enfoque de las noticias.

Documentación.

Nuestra manera de ver las cosas, ha observado Lippmann es una combinación de lo que allí se encuentra y de lo que esperábamos encontrar. Nuestro mundo estereotipado no es necesariamente el mismo mundo tal como desearíamos que fuese, sino tal como suponemos que es. Nuestras opiniones cubren inevitablemente un espacio mayor, un lapso más largo, un número mayor de cosas de cuanto podemos observar directamente. Por lo tanto, nacen de lo que los demás nos cuentan y de lo que imaginamos. Del gran caos del mundo elegimos lo que nuestra cultura ya ha definido para nosotros y tenemos tendencia a percibir lo que presenta la forma estereotipada dada por nuestra cultura. Los estereotipos de que habla Lippmann, moldes corrientes, versiones en serie, interceptan la información cuando esta se dirige a la conciencia. Y antes, sin embargo, han condicionado ya la interpretación de la realidad que da el informador. Imaginamos la mayor parte de las cosas antes de experimentarlas y, a menos que la educación nos dé conciencia de ello, estos conceptos anticipados gobiernan profundamente todo el resto de nuestra percepción. Esto explica que unos hechos tengan mayor resonancia que otros y, en definitiva, que los medios e incluso antes que ellos las fuentes interesadas se adapten a lo que el público desea saber y gusta que se le diga.

Lorenzo Gomis.
Teoría del Periodismo. Paidos, Barcelona., 1997. Página 70.

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