¿Es ético en las sociedades democráticas considerar al periodismo político como el cuarto poder? La naturaleza del periodismo se pervierte cuando se maneja como poder, porque pierde su razón de ser como servicio.
La diferencia entre un político y un periodista es que el político trabaja con lo público en busca del poder el periodista también actúa alrededor de lo público, pero su propósito es el de servir. Esta consideración es la que fundamenta la característica relación de distancia entre políticos y periodistas.
De otra parte la vieja denominación del periodismo como cuarto poder es un lugar común que falsea la percepción de esta profesión. En una democracia, frente a los tres poderes clásicos, sólo hay otro poder que los enfrenta, los fiscaliza y los supera: el conjunto de los electores, llámese ciudadanía, sociedad o polis. Ellos nombran y desnombran, aplauden o rechazan las actividades de los poderes, con el instrumento de su palabra, potenciada por los medios, que tendrán tanto poder cuanto les dé su desempeño como transmisores de la voz de la población. El suyo es, pues, un poder derivado del que ejerce la ciudadanía, que es el verdadero cuarto poder.
Desde este punto de vista el cuarto poder atribuido a los medios es una aberración o una usurpación.
Documentación.
Victoria Camps, "El malestar de la vida pública". Grijalbo, Barcelona, 1996, p. 168-169.
(...) estos (los medios) no pueden entenderse sino como servicio público. Porque la información y la comunicación son un servicio a la colectividad, imprescindible para la supervivencia democrática y para el desarrollo de la cultura. El concepto de servicio público parece no tener ya otro sentido que el material: aquel cuya titularidad la tiene el estado. Pero es otra reducción. Si es cierto que la información es esencial para el desarrollo de la democracia, si la cultura es un bien básico y la cultura se distribuye, en gran medida, a través de los medios de comunicación, éstos se adecuarán a la definición de servicio público en la medida en que sean capaces de realizar ese servicio.
¿Qué deben hacer para ser capaces? Primero, concebirse no sólo como sujetos de un derecho �la libertad de expresión-. Sino también como sujetos de deberes que son la garantía de otros derechos básicos. Deben sentirse corresponsables de una serie de tareas entre las cuales está no sólo la de informar bien o entender con dignidad, sino la de formar �o no deformar- a un público vulnerable e inmaduro. Cultura no es sólo alta cultura es también un modo de vivir y de percibir el mundo, a partir de creencias, costumbres, actitudes e ideales. La democracia, el socialismo, han de hacerse portavoces de una paideia explicita y una toma de conciencia sobre la cultura que se quiere preservar y transmitir. No sólo los educadores profesionales son responsables de tal tarea lo son, a su vez, todos aquellos que pretenden convivir bajo unos ideales democráticos o dicen comulgar con ellos.
En segundo lugar, los medios de comunicación serán un servicio a la ciudadanía sí realmente consiguen interesarla y hacerla partícipe de aquello que debe importarle. El público no es tonto y aunque masivamente puede dar una determinada respuesta, luego niega el afecto y el reconocimiento a aquello mismo que antes aplaudió. A los medios de comunicación les ocurre lo mismo que le ocurre a la política: el público aplaude los exabruptos para inmediatamente condenarlos. Una cosa es la diversión instantánea otra la política o la comunicación seria. El público distingue ambas cosas. De la separación, cada vez más abismal, entre políticos y ciudadanía no sólo es culpable la clase política y la misma ciudadanía: los encargados de "comunicar" a unos con otros tienen también que analizar su parte de responsabilidad, aunque sólo lo hagan por interés propio.