¿Es justificable mostrar fotografías de un accidente con el pretexto de estar informando sobre la realidad? ¿Cuál debe ser la formación de los reporteros gráficos a la hora de un trabajo de estos? Entre las normas que imponen los códigos y los Manuales de Redacción hay un acuerdo claro: salvo casos excepcionales en que el interés público lo exige, los periodistas deben abstenerse de publicar primeros planos de víctimas de accidentes o de la violencia, por respeto a la natural sensibilidad de sus allegados, en guarda del derecho a la intimidad y para no ofender la sensibilidad del público.
Un caso en el que la prensa se acogió a la excepción mencionada arriba, ocurrió con motivo de la muerte de El Mejicano, el poderoso narcotraficante abatido por las autoridades en la costa atlántica colombiana. Su rostro quedó tan desfigurado que se hizo difícil su identificación en circunstancias en que era necesario dejar claro ante la opinión que el narcotraficante había muerto. De lo contrario hubiera sido posible la multiplicación de rumores interesados, sobre su supervivencia. La fotografía en primer plano y los detalles de la identificación fueron publicados por esa razón.
Cuando se trata de planos generales, que le permiten al lector precisar las circunstancias de la muerte de las víctimas, la foto cumple un papel de testimonio que aporte elementos de juicio al lector. Fue el caso de las imágenes de los cuerpos carbonizados de los guerrilleros indígenas guatemaltecos que habían ocupado la embajada española en Ciudad de Guatemala. Vistos en un plano general, con los muros calcinados de la embajada como fondo y los militares alrededor, fueron un testimonio de la crueldad represiva que las autoridades habían utilizado. Lo mismo podría decirse de los cadáveres desnudos de los judíos víctimas del régimen nazi en los campos de concentración.
No se trata, por tanto, de volver a un lado la mirada cuando alguien muere sino de orientar su intencionalidad, que si es de solidaridad halla en la imagen un motivo si, por el contrario, es de morbosa curiosidad, convierte la imagen en una ofensa para las víctimas y sus allegados.
Cuando los medios optan por esta clase de imágenes, suelen contextualizarlas y, al hacerlo, hacen explícita su intencionalidad.
Documentación.
Las fotografías son huellas de los hechos, de las que se vale el periódico en su esfuerzo profesional por aprehender la realidad de la historia diaria, para comunicarla.
(...) su manejo como el de los demás materiales informativos, debe hacerse con criterios de verdad, responsabilidad y justicia.
Hay que evitar la publicación de fotos con imágenes desagradables, que ofendan el buen gusto, la dignidad y la sensibilidad de los lectores. Estas sólo se pueden incluir en el caso de agregar información de importancia clave a la noticia.
Manual de Estilo y Redacción de El Colombiano de Medellín. A. 631 y 6311.
Las fotografías con imágenes desagradables sólo se publicarán cuando añadan información.
Libro de Estilo de El País de Madrid. A. 5.4
Los fotoperiodistas son los ojos del diario.
Cómo leer el diario. Perfil, de Buenos Aires. IV. 4,1
Hay que procurar que en los planos de personas afectadas no se vulnere su privacidad. Incrementar con el zoom la sensación de proximidad de la cámara más de lo que obtendría por observación directa, a menudo puede vulnerarla.
No deberían obtenerse ni se tendrían que emitir primeros planos o planos cortos de personas heridas, en estado de shock o en situación de sufrimiento. En cualquier caso nunca sin su consentimiento explícito.
Recomendaciones del Consejo Audiovisual de Cataluña. A. 4 y 5