¿Se puede establecer relaciones de amistad con las fuentes sin que se pierda autonomía?¿Está bien aceptar invitaciones de las fuentes? Como lo podrá comprobar en la documentación que se publica con esta respuesta, las relaciones fuente-periodista se caracterizan por la distancia profesional. Con esto se quiere decir que nada debe impedir el libre y sincero flujo de información desde la fuente hacia el periodista. Amistades, intereses, temores, interfieren hasta el punto de contaminar la información.
Códigos y manuales previenen al periodista contra cualquiera familiaridad porque ella puede perjudicar el interés y el derecho del lector por una información libre de la influencia de intereses, de inquinas o de afectos de las fuentes y del propio periodista. También desaconsejan esa cercanía con las fuentes, en cuanto es una relación que, conocida por los lectores, disminuye la credibilidad del periodista.
La razón de ser de las fuentes es su cooperación con el periodista para encontrar la verdad de los hechos si son idóneas e independientes de intereses relacionados con la información, se le está ofreciendo una información de calidad al lector todo lo que impida o disminuya esa idoneidad e independencia, va en perjuicio del derecho del lector a conocer. Desde este punto de vista se explica por qué la relación de amistad con la fuente es desaconsejable. Obviamente lo que implique una relación nacida o robustecida por la aparición de favores, invitaciones, prebendas, regalos, etc, procedentes de la fuente, condicionan al periodista y lo predisponen a favor de la fuente y en contra de la verdad, que siempre supone independencia.
Documentación.
Lo que le da al periodismo su autenticidad y su vitalidad es la tensión que hay entre la ciega entrega de la persona entrevistada y el escepticismo del periodista. Los periodistas que se tragan por entero la versión de las personas entrevistadas y la publican son, no periodistas, sino publicistas.
[�] He escrito largas obras de reportaje durante un poco más de una década. Casi desde el comienzo me impresionó ese carácter vicioso de la relación que hay entre el periodista y la persona entrevistada, y cada artículo no hizo sino agudizar mi conciencia de la gangrena que anida en el corazón de la rosa del periodismo.
[�] El rasgo dominante y más profundamente arraigado del periodista es su timidez y temor. Mientras el novelista, sin temor alguno, se lanza al agua y se expone al público por entero, el periodista permanece tembloroso en la costa con su traje de baño. No es para él el fatigoso atletismo que constituye la labor diaria del novelista, de exponer sus más profundas aflicciones y vergü enzas ante el mundo. El periodista se limita al limpio y caballeresco trabajo de exponer las aflicciones y vergü enzas de los demás.
Janet Malcom.
El Periodista y el Asesino. Gedisa, Barcelona, 2004. Páginas 210, 228 y 229.