En mi país están de moda los PET (Programas Especiales de Titulación) que permiten estudiar periodismo en dos años. ¿Es ético que las universidades se presten a formar periodistas en tan poco tiempo? El problema ético es otro y tiene que ver con la sobreproducción de periodistas que no van a encontrar oportunidades de trabajo porque el mercado está saturado y porque los egresados no están capacitados para competir en ese mercado.
Esta realidad plantea unos dilemas éticos de responsabilidad frente a los egresados y sus familias y ante la sociedad.
En conexión con estos dilemas, la aparición de los PET en unos países, del postgrado de periodismo en otros, está creando la duda sobre el periodismo como pregrado, o como postgrado agregado a una carrera, derecho, medicina, sociología, etc. Desde el punto de vista ético esta duda se debería resolver de acuerdo con el interés de la sociedad en primer lugar, y por sobre el interés de las universidades. No se puede olvidar que el periodista desempeña un trabajo social y que su formación profesional debe corresponder a esa peculiaridad que lo distingue de cualquier otra profesión.
Documentación.
¿Dónde se forma el periodista, en la práctica o en las escuelas? Hagamos justicia a estas últimas: la sola capacitación práctica no puede abarcar todas las posibilidades actuales de la comunicación, todas las demandas sociales. La práctica tiene un límite, pero sin ella nadie puede llamarse a sí mismo comunicador. Las escuelas han abierto caminos que la pura práctica no había vislumbrado, el desarrollo teórico y metodológico constituye un aporte valioso para la profesión. Hay en este momento en América Latina un proceso de intercambio de experiencias entre las escuelas, un intento de orientar la capacitación en forma adecuada. Más de dos décadas permiten ya una evaluación a fin de no reiterar errores. La propia dinámica social hace que la mala formación carezca de posibilidades laborales. Queda mucho por hacer todavía y en ese sentido recuerdo algo que me sucedió el año pasado.
Me tocó participar en un seminario de tecnología de la información dirigida a la educación. Allí conocí al psicólogo Emilio Ribes, quien presentó una ponencia en la que hablaba de la necesidad de desprofesionalizar ciertos conocimientos para hacerlos más accesibles a la gente, sobre todo si se trata de gente vinculada al quehacer educativo.
La expresión me gustó mucho, pero cuando intenté proyectarla a nuestra especialidad me encontré con que a nosotros nos queda un esfuerzo previo, el de profesionalizar nuestros esfuerzos y nuestra práctica. Porque lo que nos ha estado ocurriendo es una mala profesionalización, una desprofesionalización de la que son culpables el teoricismo, la falta de oficio y la poca especificidad de nuestros estudios. Nos queda por delante un enorme esfuerzo de profesionalización. Sólo a través de él podremos aportar algunas soluciones a las demandas sociales en el campo de la comunicación. Si olvidamos que la tarea del comunicador es comunicar, es proponer soluciones, corremos el riesgo de convertir la capacitación en un espejismo más o menos espectacular. Y todo el mundo sabe que el espejismo, por vistoso y colorido que resulte, no deja de ser un espejismo, es decir, no deja de ser un fantasma de la realidad.
Daniel Prieto.
Notas sobre la formación del periodista. En Diálogos de la Comunicación, 1991