El rebrote de la fiebre aftosa en los países del Mercosur puso a los diarios en serios aprietos. Desoyendo los consejos de empresarios, agencias de publicidad y personeros del gobierno, el diario en que trabajo publicó un caso. La publicación fue utilizada por Brasil para cancelar importaciones de carne de Paraguay. La reacción de los empresarios y de los colegas fue furibunda. La acusación de antipatriotas fue la más leve de todas las que nos hicieron.
La decisión de publicar el caso, ¿fue éticamente correcta? En informaciones de esta naturaleza el periodista suele tener en cuenta estos aspectos éticos:
La Verdad, o sea si la información fue suficientemente documentada y cuidadosamente confrontada con fuentes fiables y conocedoras. Si fue adecuadamente presentada, de modo que textos, fotos y gráficas previnieran cualquier clase de equívocos.
La Independencia que excluye motivaciones como el propósito de aumentar la circulación a golpes de sensacionalismo, o de causar un impacto político o económico, favorables a unos y desfavorables a otros, y que sobrepone a esas intencionalidades, la voluntad de servir a la sociedad con la información sobre el caso.
La Responsabilidad para prever las consecuencias que va a producir la información.
Teniendo en cuenta el orden de prioridades que le señala al periodista que su primer servicio debe ser la comunidad, -no las agencias de publicidad, ni los gremios, ni el gobierno- el periódico debe preguntarse qué tan útil fue para sus lectores conocer esa información y qué consecuencias habría tenido callarla. Una de estas pudo ser la de convertir al periódico y a los paraguayos en cómplices de ganaderos que vendían animales enfermos.
Documentación.
Decir la verdad se deja a un lado cuando los periodistas acceden a requerimientos o presiones del gobierno por contener o suprimir cierta información. Pero a veces se dan buenas y explicables razones para que la prensa colabore con las autoridades, como cuando oficiales pidieron a la mayoría de organizaciones noticiosas retener información sobre los seis norteamericanos que se ocultaban en la embajada de Canadá en Teherán.
Mentir al público a sabiendas destruye la confianza básica que la gente debe profesar por el periodismo y su función en una sociedad democrática.
Es difícil recomendar qué actitud deberían tomar los periodistas cuando funcionarios del gobierno les mienten deliberadamente. Al mismo tiempo que el creciente uso de técnicas de relaciones públicas del gobierno se ha convertido en cosa corriente, la mayoría de los funcionarios públicos ha refrenado sus falsedades a la prensa.
Algunos eruditos se burlan de la función de la prensa como vigilante del gobierno y de otros órdenes de la vida de un país por su dependencia de la publicidad para su supervivencia financiera. Sin embargo los grandes logros de la prensa han florecido a nombre de la función de vigilante. A pesar de sus ataduras financieras el periodismo no sólo ha descubierto abusos de poder grandes y pequeños prácticamente es el único medio de verificación de que disponemos en estos tiempos cuando presenciamos el creciente y eficaz sigilo de los gobiernos en todos los niveles. Es de esperarse que la falta de aplauso no detendrá a los periodistas en el agresivo propósito de su función vigilante.
Eugene Goodwin.
Por un Periodismo Independiente. Tercer Mundo, Bogotá, 1994.