Este taller, dirigido por Maria Eugenia Ludueña, fue un espacio de cuatro horas en el cual se dialogó de forma horizontal alrededor de un tema complejo e ignorado socioculturalmente como lo es el cuidado. Un concepto que atraviesa radicalmente la cotidianidad y que al mismo tiempo se ve opacado por otros aspectos de esta. Partiendo de lo anterior, junto a aproximadamente 25 personas de distintos lugares de Hispanoamérica, se propuso mirar desde una perspectiva de género y derechos cómo esta palabra —que encierra aspectos esenciales de la vida y su conservación— ha sido transformada y puesta en consideración desde la reivindicación política disidente, comunitaria y feminista.
Cuestionando el sistema patriarcal bajo el que se establecieron las leyes que cobijan a la sociedad, las cuales históricamente han reducido los derechos humanos a un molde de ciudadano que considera únicamente a las personas blancas hétero-cis como sujeto de derechos, Maria Eugenia propuso a lo largo de la jornada una reivindicación a la diferencia, esa primera línea de cuidado no convencional que construye modelos alternativos de ciudadanos, merecedores de una calidad de vida igual que la de las personas normativas y realizó un acercamiento a las distintas dimensiones del cuidado dentro de la sociedad, dando apertura a la posibilidad de vincular el diálogo alrededor de esta temática a las buenas prácticas periodísticas.
En suma, este taller se realizó a través de los siguientes ejes esenciales desglosados a continuación:
- Conceptualización básica.
- Aspectos para conversar sobre el cuidado.
- Buenas prácticas periodísticas alrededor del cuidado.
Conceptualización básica
Dado el carácter particular del taller, la conceptualización se dio a partir de la comprensión de los dos móviles macro: los derechos humanos y los cuidados.
¿Qué son los derechos humanos?
Los derechos humanos son, tal como su nombre lo dice, derechos que apelan al respeto por la dignidad humana a lo largo de toda la vida. Creados tras las catástrofes humanitarias causadas por las guerras mundiales, estos derechos protegen a todos los seres humanos ante cualquier violación cometida bien sea por otro ser humano o por la ley misma.
Estos se pueden analizar desde varias corrientes tales como el naturalismo, que propone una inherencia del derecho a la mera existencia del humano en la naturaleza o el contractualismo, que habla del constructo social donde se proponen garantías de derechos que, si bien hacen parte de la dignidad humana, deben ser brindados por un Estado a cambio de deberes ciudadanos que mantienen la funcionalidad del sistema.
Introducción al cuidado
Maria Eugenia abre este concepto diciendo que “cuidado es todo lo que hacemos para garantizar que la vida sea sostenible” y hace hincapié en que dentro de este accionar alrededor del bienestar se encuentra no solo el cuidado por el otro, sino también el cuidado de uno mismo, de la casa y su organización; del entorno más allá del espacio por el cual se movilizan, incluyendo a otros seres vivos que lo rodean, tales como plantas o animales no humanos y también la organización, división y supervisión de los cuidados para otras personas que no puedan garantizárselos a sí mismos, como quienes se encuentran en condición de discapacidad o vulnerabilidad (adultos mayores, infantes, etc.).
En suma, los cuidados se presentan como pilar de las sociedades y le corresponde a esta tanto ser dadora como receptora de ellos; sin embargo —añadió Maria Eugenia— la subsistencia de los cuidados se ha focalizado bajo sesgos patriarcales, en los cuales son las mujeres quienes mayormente se deben responsabilizan de las labores de cuidado dentro de las comunidades.
No es sorpresa reconocer incluso dentro de las mismas familias cómo los cuidados en el hogar han recaído casi en totalidad sobre abuelas, madres e hijas; mientras que padres, hijos, hermanos y demás gozan de una libertad privilegiada que les da la posibilidad de escoger si brindar cuidados o si solo se conforman con recibirlos.
Por ello, se propone revisar este concepto a través de un enfoque de género en el que pueda entenderse cómo desde la falta de garantías y la ausencia de la transformación social, las mujeres han tenido que asumir cual deber las labores que les corresponden a todos, bajo una justificación basada en el esencialismo biológico que apela a su condición de persona de sexo femenino quien por alguna razón, inherente a sus genes y capacidad de maternar, debe asumir toda responsabilidad como cuidadora de quienes sean o no sus hijos.
Basándose en las miradas analíticas propuestas en el libro Miradas latinoamericanas del cuidado, coordinado por Karina Batthyány, Maria Eugenia desarrolló cuatro puntos desde los cuales es posible problematizar y comprender más a fondo el cuidado y su importancia dentro de la lucha política.
Aspectos primordiales para hablar sobre el cuidado
Economía del cuidado
Hablar de economía —dice Maria Eugenia— es una de las formas más certeras de poner el cuidado como tema dentro de la conversación política, pues es uno de los aspectos protagónicos dentro del sistema actual. A partir de ese enfoque es posible evidenciar las costuras en las brechas salariales que sufren quienes cuidan —especialmente mujeres—, quienes además de aceptar trabajos remunerados mal pagos, están en la obligación de realizar trabajos no remunerados en casa que exigen no solo su fuerza, sino también un tiempo que no podrán emplear para su descanso y ocio personal. Esto genera un círculo complejo que las convierte en empleadas poco ideales dentro del mercado laboral debido al compromiso extra que deben asumir fuera de él, compromiso que sostiene la calidad de vida de los demás integrantes que pueden vivir tranquilos sin retribuir estas labores.
La economía del cuidado se presenta entonces como una alternativa en la que la vida se convierte en el eje central de la distribución de riquezas, posibilitando que las políticas públicas estén enfocadas también sobre cuidadores, entendiendo que su trabajo es vital para el sostenimiento de la sociedad y remunerándolo dignamente. Con ello, por ejemplo, se solucionaría parte del problema presentado durante la pandemia, en la que el nivel de violencia en mujeres y niñas se agudizó —aumentando en un 20% a nivel mundial según el informe de Oxfam ‘Un futuro feminista: cuidar de las personas, la justicia y los derechos humanos’—, puesto que muchas debieron convivir con sus abusadores y además, depender económicamente de ellos, ya que no podían acceder ni corresponder correctamente otros trabajos presenciales pues debían hacerse cargo de más personas en casa.
El agotamiento que establece esta doble jornada de trabajo-hogar, a través de este sistema económico, pasaría a reconocerse y cuantificarse a través de un nuevo sistema en el que el desgaste físico y emocional que supone el acto de cuidar se vería alivianado. Sin embargo, este es un tema de tratamiento lento, debido a que el Estado se ahorra grandes cantidades de dinero al seguir propagando esa bruma que invisibiliza a quienes cuidan. La política misma se alimenta de alguien que va a debatir y otro alguien detrás que propina todas las herramientas de cuidado para que este otro pueda hacer parte de una lucha.
De esto se desprende uno de los trabajos más complejos de la economía del cuidado y es entender a los sujetos no como un simple piñón que gira dentro de un mecanismo sino como un sujeto particular con contextos que le atraviesan y categorizan sus vivencias. De esta forma, comenta Maria Eugenia, una cuidadora tal como una madre cabeza de familia o una migrante no recibe del sistema las mismas violencias que una mujer con un estrato alto con otro tipo de necesidades y de servicios alrededor del cuidado. Es necesario entonces estudiar esta categoría analítica desde la interseccionalidad.
Cuidado como bienestar social
Maria Eugenia dio apertura a este punto preguntando cuál es rol del Estado cuando de cuidados se habla. Hoy en día, las políticas públicas que apelan a la repartición de forma equitativa de los cuidados y a la remuneración justa de quienes los realizan en la cotidianidad son casi inexistentes o configuradas para un modelo de ciudadano que no se adapta a la interseccionalidad del contexto al que debe acompañar. Sin embargo, el deber del Estado no solo se debe limitar a legislar, entendiendo los vacíos anteriormente nombrados, pues también ha de trabajar en construir una sociedad donde aquellas leyes tengan un valor simbólico, puedan ser enunciadas de forma correcta y cumplidas con consciencia de ellas.
En este punto ya no se aborda el cuidado únicamente desde el aspecto económico como en el punto anterior. Se estudia desde la transformación social, en la que deja de ser un tema personal, donde cada individuo decide cómo brindarlo y abordarlo de puertas para dentro, pasando a ser un tema de interés colectivo que cobija a todos los sujetos donde se establecen límites y responsabilidades para estos. Se propone que, si bien las leyes son necesarias, más importante que estas es la comprensión de parte de todos los ciudadanos de la importancia de estas leyes en el sostenimiento de la vida.
Ética del cuidado
Ludueña aclara que los cuidados no deben hacer parte únicamente del estudio de la agenda feminista. Estos deben ser un tema para poder dialogar interdisciplinariamente en toda la sociedad. A partir de esto, propone que se debe ser críticos con cómo el cuidado es abordado conceptual y pedagógicamente, pues a lo largo de la historia este ha sido narrado desde el esencialismo biológico, en el que se habla del sexo femenino como cuidador debido a los rasgos con los que ha nacido, como su condición de engendrar. Sin embargo, si bien la cualidad de dar a luz hace parte de su caracterización sexual, esta no debería representar inevitablemente un deber para hacerse cargo de todos los cuidados de la sociedad a la que pertenece.
La ética del cuidado, según Maria Eugenia, no debe estar enfocada en sacar el cuidado de la caracterización histórica en donde las personas gestantes asumen roles porque sí; por el contrario debe insistir en la comprensión de que la capacidad de cuidar está en todos y, por ende, todos tienen tanto la posibilidad, como el deber de asumir equitativamente labores de cuidado no solo en el hogar, sacando a las condiciones biológicas dictadas por una ciencia, que también ha sido sesgada al tratar temas de género, de los constructos sociales que se han instituido.
Cuidado como derecho humano
“Tengo derecho a ser cuidado y también a cuidar”, dice Maria Eugenia para entrar en el centro de este último punto conceptual del taller. El derecho al cuidado es, entonces, la ejecución de todos los aspectos anteriormente mencionados al tiempo, pues es gracias a la transformación social, a una garante del sistema económico y a la comprensión del cuidado como una capacidad inherente al ser humano más que al sexo femenino, que se podrá avanzar como sociedad a la construcción de un Estado preocupado por la conservación de todas las vidas.
Teniendo en cuenta esto, es necesario reconocer en la búsqueda del derecho al cuidado que no todas las personas están en igualdad de condiciones y que, por ello, son varias las aristas para tener en cuenta. Así, todos dentro de la vida en sociedad, en múltiples circunstancias, podrán gozar de cuidados que les permitan tener una calidad de vida óptima, más allá de las nociones capitalistas del sistema.
Por un lado, se encuentra la remuneración justa al sector dedicado al cuidado como labor, pues hay personas que trabajan brindando cuidados a quienes pueden pagar económicamente el acceso a estos servicios. Y si bien, esto implica una relación de poder empleador-empleado, la garantía mínima del derecho debe abogar a que los trabajadores reciban por su fuerza de trabajo un sueldo digno que les permita cubrir otras nociones del cuidado dentro de su vida personal.
Por otro, es necesario que se entienda el límite del ejercicio del cuidado, pues aunque sea casi imposible la cuantificación del tiempo del cuidado, este ejercicio debe realizarse desde una noción de deseo. A partir de allí, cada persona debe poder elegir qué tipos de cuidado brinda, en qué espacios y hasta qué momento o circunstancia, permitiendo también que las personas obligadas a asumir labores de cuidado en casa puedan establecer una línea entre derecho y obligación.
Prácticas periodísticas sobre el cuidado
Ludueña y los asistentes decidieron realizar un manual de buenas prácticas periodísticas, enunciadas a continuación, en las cuales prima el cuidado abordado desde los derechos humanos y el género, y aplicado a la historia narrada, el equipo encargado de investigarla y el público hacia el cual está dirigida.
Guía de buenas prácticas sobre comunicación de cuidados
- Abordar el cuidado desde una perspectiva interseccional, comprendiendo el contexto del sujeto del cual se desea hablar y también las limitaciones para enfrentar a la otredad narrada.
- Usar un lenguaje incluyente, preciso, respetuoso y, especialmente, no revictimizante.
- Salir de la coyuntura comprendiendo el cuidado como tema transversal que se puede abordar independientemente de esta.
- Ejercer el cuidado también en la práctica periodística misma: cuidarse como periodista, cuidar a la fuente y cuidar a la audiencia.
- Contextualizar la información brindada con relación a los cuidados, evitando reforzar prejuicios que recaigan en dinámicas fóbicas o narrativas enfocadas en la feminización de este.
- Darles el manejo apropiado a las fuentes y, además, buscar las adecuadas para lo que se quiere contar, haciéndolas partícipes del proceso, respetando y protegiendo su identidad y su experiencia.
- Crear un puente entre el público infantil y las prácticas del cuidado a través de contenido periodístico especializado y dinámico que pueda acercarse a sus vivencias particulares.
- Visibilizar el desarrollo a nivel nacional, regional e internacional respecto a las prácticas de cuidado como lugares posibles de alcanzar desde la transformación social de la mano de políticas públicas razonables de un Estado responsable.
Sobre Maria Eugenia Ludueña
Licenciada en Comunicación, egresada de la Universidad de Buenos Aires, con una trayectoria amplia en distintos campos del lenguaje y el periodismo: escritora de la novela Laura. Vida y militancia de Laura Carlotto, ha sido docente de la Maestría de Comunicación y Derechos Humanos en la Universidad Nacional de La Plata, de la Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo, de la Universidad Nacional de Entre Ríos y tallerista en diferentes lugares como la Universidad de Antioquia o la Asociación Miguel Bru.
Periodista de medios como Revista Anfibia, Gatopardo, ELLE, Mujer, History Channel, entre otros; premiada a la distinción del Orgullo Ciudadano, otorgada por la Federación Argentina de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Trans; participante y gestora de la Wikimedia de WikiDerechosHumanos.