La sociedad civil es una pieza clave en el rompecabezas de la democracia latinoamericana. Los casos de Brasil y Perú son una muestra de ello, pues en medio de los recientes escenarios que han puesto en riesgo su estabilidad democrática, los movimientos sociales siguen abriéndose espacios para trabajar por sociedades más justas y sostenibles.
Para compartir diagnósticos y reflexiones sobre cómo la sociedad civil puede encontrar salidas innovadoras a la crisis democrática, Oxfam y la Fundación Avina, con el apoyo de la Fundación Gabo, crearon una serie de ConversAcciones. En la primera de ellas, titulada ‘Democracias en duda: lecciones de Perú y Brasil para la innovación democrática’, activistas y defensores de derechos humanos de ambos países compartieron sus experiencias trabajando desde diversos ámbitos para fortalecer sus democracias.
Bajo la moderación de la periodista colombiana Ginna Morelo, una decena de líderes y lideresas en temas sociales, ambientales, de género, juveniles y étnicos aportaron sus ideas para construir agendas de innovación democrática.
El manual antidemocrático
La conversación comenzó con un diagnóstico por parte de Glatzer Tuesta, director del Instituto de Defensa Legal de Perú (IDL), quien enumeró las estrategias que suelen desplegar en varios países los sectores que buscan debilitar las bases de los sistemas democráticos.
- No respetar la voluntad popular. Según Tuesta, funciona así: “gana una persona que no le gusta al sector que siempre ha tenido el poder y este sector hace todo para doblegar eso y ganar de todas maneras. Se inventan situaciones como fraude para impedir que quien ganó se posesione”.
- El uso excesivo de mecanismos excepcionales como si fueran herramientas corrientes para sacar del poder al enemigo político. En Perú, por ejemplo, ha sido frecuente que el Congreso recurra a la figura de”vacancia por incapacidad moral permanente”, con la que han destituido a varios presidentes.
- La descalificación absoluta y brutal para aplastar al opositor político. Tuesta explicó cómo se ha intensificado la práctica de acusar de terrorista “a cualquiera que disienta con quienes están en el poder”.
- Alentar a grupos violentos que generan violencia contra opositores.
- Instrumentalizar la justicia para perseguir al enemigo político. Esto ocurre, según Tuesta, para calificar al opositor como delincuente bajo la supuesta bandera de la lucha contra la corrupción.
- Difundir noticias falsas.
- La discriminación y el racismo.
- Llegar al poder en cuerpo ajeno. En el caso de Perú, Dina Boluarte, quien fue elegida vicepresidenta, llegó al poder tras la destitución de Pedro Castillo, a pesar de representar al sector opositor a Castillo.
- Cooptación institucional. El sector que se niega a soltar el poder opta por cooptar todas las instituciones: el Congreso, el Tribunal Constitucional, la Fiscalía, la Contraloría, la Justicia. “Así, si ganan, ganan sin control; y si pierden, le harán la vida imposible a quien gane”.
El director del IDL explicó que todas estas jugadas suelen disfrazarse bajo la supuesta defensa de la democracia, la libertad de expresión y la representación popular. Y concluyó que, ante este panorama, la persecución contra la sociedad civil tenderá a empeorar, “la razón es que, sin canales de control institucional ni contrapeso, la sociedad civil organizada es la que está tratando de parar esta arremetida”.
Democracias históricamente débiles
Para varios de los participantes del diálogo, la crisis democrática en sus países no es nueva. Es decir, no fueron el intento de autogolpe de Pedro Castillo en Perú ni el intento de golpe contra Lula en Brasil lo que despertó la crisis social.
Así lo resume Kety Marceló, coordinadora de la Organización Nacional de Mujeres Andinas y Amazónicas (Perú): “¿De qué democracia estamos hablando? ¿De esa democracia donde asesinan a mis hermanos defensores territoriales? ¿De esa democracia donde día a día se violentan mujeres? ¿Donde el extractivismo genera despojo? ¿Donde nuestros hermanos mueren de hambre? ¿O la del ‘93, que creó una constitución en la dictadura?”
Beatriz Amparo, del Movimiento Mujeres Negras Dedican (Brasil), coincide en que el propósito de los movimientos sociales no es volver a “la normalidad” o, en el caso de Brasil, a lo que había antes de que la ultraderecha llegara al poder: “Más allá de recuperar lo que perdimos en los últimos años, necesitamos reorientar la política de género, raza y clase, que son pilares estructurales de la sociedad brasileña”. Para ella, las políticas públicas deben estar orientadas a reparar los daños históricos causados por el racismo y la segregación.
En el caso de Perú, las violaciones a los derechos humanos que se han desatado desde que Boluarte asumió la presidencia no son nuevas. Así lo explica Jaime Borda, coordinador de la Red Muqui, que acompaña a organizaciones indígenas afectadas por la minería en Perú. Para él, “en las zonas de minería hemos tenido la misma situación hace 15 o 20 años: estados de excepción, abuso por parte de las fuerzas policiales, estigmatización a la población civil, personas muertas y detenidas”.
Las propuestas de la sociedad civil
Durante el diálogo surgieron una serie de propuestas comunes para responder desde la sociedad civil a estos desafíos e incidir en las transformaciones que necesita la región.
Para Roselaine Mendes, del Movimiento Nacional de Recicladores de Base (Brasil), el primer paso para fortalecer la democracia es promover el diálogo al interior de las comunidades. “Es importante seguir discutiendo sobre democracia y política por fuera del marco de las elecciones. Estamos en ese proceso. Tenemos como objetivo reunirnos una vez al mes para hablar de política, de cuál es nuestra obligación al elegir, cuáles son nuestros derechos como recogedores de material”.
En la importancia del diálogo y la pedagogía coincide Marcos Wesley, de Tapajós De Fato (Brasil), una organización que promueve la comunicación popular en la Amazonía brasileña. “Necesitamos dialogar directamente en los territorios, la comunicación debe impactar a partir de su realidad”. Para ello considera necesario que existan más colectivos de comunicación que denuncien los problemas de la Amazonía, como la minería ilegal y la contaminación de los ríos.
Además del diálogo al interior de la ciudadanía, hubo un llamado a la institucionalidad para que escuche a la población que se moviliza, en lugar de estigmatizarla. Para Jaime Borda, escuchar las demandas de la gente en las calles es indispensable para detener la crisis política: “No se puede decir que son radicales y terroristas. Lo que está diciendo la gente en el fondo es que ha dejado de creer en la institucionalidad del Estado, que no ha funcionado en los últimos años”.
Los y las participantes estuvieron de acuerdo en la necesidad de hacer alianzas entre distintos sectores de la sociedad civil “para enfrentar conjuntamente los grandes riesgos de nuestro sistema democrático. No podemos pelear solo desde nuestras trincheras”, aseguró Glatzer Tuesta. Para el director de IDL, estas plataformas comunes se hacen especialmente urgentes, pues quienes intentan debilitar la democracia han ganado terreno creando narrativas comunes “basadas en el negacionismo y en las posturas anti derechos”.
Esta construcción de espacios comunes podría darse entre distintos países de América Latina, como propone Beatriz Amparo: “Debemos construir espacios de discusión en América Latina para articular y aprovechar las estrategias que han funcionado en otros países”. Con base en esas lecciones, los movimientos sociales podrían construir una agenda práctica para fortalecer la democracia a través de políticas en educación, salud, movilidad, etc.
Finalmente, se discutió sobre la importancia de impulsar nuevos liderazgos. Roselaine Mendes compartió su experiencia impulsando liderazgos femeninos desde su organización: “Mi papel como líder femenina es siempre traer nuevas líderes e impulsar a las mujeres para que ocupen espacios de decisión. Solo nosotras conocemos nuestras dificultades: dejar a nuestros hijos, volver a casa a seguir trabajando en el cuidado, porque el trabajo de la mujer nunca termina”.
Estas ideas producto de la experiencia de los movimientos sociales en tiempos de crisis fueron resumidas por Alejandra Alayza, representante de Oxfam Perú: “¿Cómo avanzar? El diálogo como punto de partida, entender que la crisis no es solo de la institucionalidad, sino también de las relaciones de poder. Necesitamos con urgencia acercarnos y pensar en las rutas desde la solidaridad global”.
Sobre el ciclo de ConversAcciones
Oxfam LAC y la Fundación Avina, con el apoyo de la Fundación Gabo, han decidido unir esfuerzos, capacidades y experiencia para impulsar un proceso de colaboración que logre transformar las narrativas de la democracia. Este primer encuentro hace parte del ciclo de charlas virtuales De la imaginación a la acción: innovaciones democráticas en América Latina. Con ellas buscan poner sobre la mesa las innovaciones que han nacido en el sur global e implementar una agenda de acciones realmente transformadoras y efectivas.