“El periodismo tuvo su mejor y su peor semana”, dijo la directora ejecutiva del New York Times, Jill Abramson en International Symposium on Online Journalism en Austin. Se refería a los hechos que sucedieron al atentado explosivo en la maratón de Boston, en donde muchos medios tuvieron la posibilidad de mostrar lo mejor de su trabajo junto a otros que perdieron una gran oportunidad.
El peor de todos fue CNN, cadena que el miércoles posterior a la explosión informó –a la que se sumó Associated Press y Fox News- que la policía ya tenía detenido a un sospechoso. Por supuesto, las redes sociales (por donde CNN potenció su “golpe”) ardieron y la audiencia de la cadena esperó atenta más detalles. Nunca llegaron, porque la histórica señal de cable, fundada por Ted Turner, se había equivocado.
No es primera vez que CNN se equivoca y tampoco es el único medio que lo ha hecho. El problema en este caso tiene que ver con la necesidad que se han autoimpuesto los medios por ser los primeros. El premio, con una audiencia conectada y cada vez más pendiente de la información, parece suculento. Pero es una ilusión. Una falsa ilusión. Basta con hacerse unas preguntas:
- ¿Qué gano con ser primero en una época en que el breaking news es un bien común?
- ¿Quién recordará que yo fui el primero?
- ¿Qué costo tiene para mi marca el riesgo de apostar?
- ¿Por qué apostar?
No parece haber beneficios en esta estrategia. Pero parte muy importante del trabajo periodístico de hoy se lo debe al ‘en vivo’, a la información recogida por la audiencia, a la tentación de tráfico fácil (las métricas se ven en tiempo real, como el comportamiento de nuestros lectores) y a la obligación de rellenar (especialmente para la TV).
CNN, pasó a ser el caso más emblemático. Es una marca líder, que marcó la pauta de otras señales por una década, que fue la primera en informar en hechos tan importantes como la Guerra del Golfo, pero que hoy está en el peor momento de su historia. La semana anterior al atentado, el promedio de audiencia de la cadena era de solo 365 mil personas, luego de la explosión superó el millón de telespectadores. Boston era una gran oportunidad para retomar el prestigio y convencer.
La gente valora la instantaneidad. El flujo informativo es hoy en tiempo real. La gente compite con los medios publicando la información. Pero los códigos son distintos y lo que se exige a un medio es que haga lo que hoy no hace la audiencia: recopilar, chequear, profundizar. No podemos imaginar un medio desentendiéndose del tiempo real. Sería absurdo. Pero no hay un solo camino. Con los mismos códigos deben manejarse la longitud y la profundidad que hoy marcan la presentación de las noticias.
El New York Times cerró la semana probablemente más lejos del pulso de las redes sociales que su competencia, pero a los 4 premios Pulitzer que recibió esa semana, podía sumar una cobertura del atentado a Boston sin ripio. Ser primero no puede ser la única y más importante máxima. –“Breaking News Is Broken”, sugirió irónicamente un titular de Slate.
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