Entrevista de Sean Penn al Chapo Guzmán: El periodismo como espectáculo

Entrevista de Sean Penn al Chapo Guzmán: El periodismo como espectáculo

Tras varias lecturas a la publicación de Rolling Stone quedan algunas lecciones, de las buenas y las malas.
Fotografía: kuwaittimes.com
Esther Vargas

Mucho se está hablando sobre la entrevista que hizo el actor y activista Sean Penn al capo de la droga Joaquín, ‘El Chapo’, Guzmán. Tras varias lecturas a la publicación de Rolling Stone quedan algunas lecciones, de las buenas y las malas. Lecciones al fin.

El problema con la ‘exclusiva’ de Penn no es ajeno al periodismo, lo vemos en la televisión, en los diarios de papel, en la web y en la radio. El entrevistador -en este caso un actor- quiere ser protagonista de la historia. Se olvida que el protagonista es otro. No hay que ser Sean Penn para cometer este error, para dejarse obnubilar por lo que tienes en las manos (al narcotraficante más buscado del mundo) y presumir de ello. No hay que ser Sean Penn para desear el reloj del hijo de El Chapo, y olvidarse de otros aspectos importantes relacionados con el capo.

A pesar de la falta de rigor periodístico, de las anécdotas que poco aportan (la flatulencia de Penn) y de la carencia de un editor que le haya invitado a pisar tierra al ‘reportero’ estrella, está claro que el material es valioso, y es valioso gracias a ‘El Chapo’, y no necesariamente a Penn y Kate del Castillo, quienes si bien se jugaron el pellejo al ir a su encuentro, terminan -disculpen la ironía- como actores de reparto empeñados en figurar. El ego de Penn es tan grande que acaba por caricaturizarlo. Una pena.

¿Por qué es valioso el material? Porque es posiblemente el único registro (en video) voluntario que vamos a tener de El Chapo (no es lo mismo un interrogatorio policial), y porque las respuestas que ofrece a las elementales preguntas de Penn serán, a partir de la publicación, parte del contexto que se manejará en otras historias que sí profundicen sobre la vida de este personaje.

Preocupa también que una revista –que apenas sale del escándalo por una falsa denuncia de violación– no haya tenido el suficiente criterio para presentar una información de esa naturaleza. A los medios les cuesta aprender de sus errores. Y es posible que Rolling Stone no haya aprendido. ¿Qué es esto de darle a ‘El Chapo’ una versión de la historia para que la revise? Es decir, El Chapo fue director de orquesta. Con su permiso, señor Chapo, ¿le gusta?  Pero esta falta ética que queda sobreexpuesta en la revista ocurre con cierta frecuencia en los medios. Solo que los contenidos son irrelevantes o no tan relevantes, y nadie lo dice. Hay políticos que piden ‘revisar’ la entrevista y la nota, y hay jefes de redacción y periodistas que lo permiten con mucha amabilidad.

“Hombre de negocios”

Sorprende también que Penn haga esta precisión:  “El Chapo es antes que nada un hombre de negocios, que solo recurre a la violencia cuando lo considera ventajoso para sí mismo o sus intereses comerciales”. Si Penn se hubiera dado el trabajo de revisar la prensa seria de México, la revista Proceso -por ejemplo-, o se hubiera tomado el tiempo de leer algunos libros sobre Guzmán otra sería su visión. Recomiendo para la biblioteca de Penn y Kate del Castillo dos libros: “El imperio del Chapo” (Rafael Rodríguez Castañeda con el equipo de reporteros del semanario Proceso) y “El último narco” de Malcolm Beith. Hay muchos más, por cierto. Y mis colegas mexicanos deben tener también buenas recomendaciones.

Quienes seguimos de cerca la realidad de la violencia en México no podemos dejar de indignarnos por la falta de sensibilidad de Penn o por la sensibilidad edulcorada. Quizás la palabra exacta sería decir que fue superficial. Aquí no se trata de lamentar o llorar porque Penn tuvo la exclusiva que decenas de periodistas anhelaban. No, ese no es mi tema (al menos, no es el mío). Lo que deja un mal sabor es que no haya contrastado la información con víctimas, especialistas, y periodistas de trayectoria. Esta no era una película más. Era posiblemente la entrevista más esperada en años por la prensa mexicana, latinoamericana y también mundial. Penn hizo una película, un guión. Con una narración que puede atraparte, pero que no te cuenta toda la verdad de la historia, Penn reflexiona y pretende que el lector lo haga con él:

“Detrás de su sonrisa, se vislumbra una ausencia de dudas en su expresión facial. Me viene una pregunta a la cabeza mientras observo su cara. Tanto cuando habla como cuando escucha. ¿Qué es lo que elimina toda duda de los ojos de un hombre? ¿Es el poder? ¿Claridad admirable? ¿O falta de alma? Falta de alma… ¿no era eso lo que mi condicionamiento moral estaba obligado a reconocer en él? ¿No era falta de alma lo que debo percibir en él por mí mismo para ser percibido aquí como otra cosa que no sea un eterno optimista? ¿Un apologista? Lo intenté por todos los medios. De verdad que lo intenté. Y me recordé a mí mismo una y otra vez la increíble pérdida de vidas humanas, la devastación existente en todos los rincones del mundo narco”.

“Un insulto a los periodistas que han muerto en nombre de la verdad”, escribió el mexicano  Alfredo Corchado, jefe de la oficina en México del Dallas Morning News. Resulta difícil no coincidir con Alfredo cuando alguna vez te sentaste con periodistas que lo han perdido todo, y que se juegan la vida día a día. Tarea para Penn y Kate del Castillo: conversen con periodistas de verdad, conversen con periodistas que se ensucian los zapatos, que han puesto el cuerpo y la vida entera por informar. Hagan espacio en su agenda: miren, escuchen, vean. FIN de la película.
La entrevista en español aquí

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