En las últimas semanas, en Perú, hemos sido testigo de una serie de ataques contra la mujer, que más allá de la cobertura habitual nos ha confrontado con una audiencia que condena a la víctima de la peor manera: se juzga, por ejemplo, si la mujer estaba ebria; si era fiel o no; si era una buena esposa; si era buena madre; si vestía ‘decente’ o sobria; y si acaso no se merecía un castigo por haberse portado mal. Las redes sociales son ese gran espacio para medir las reacciones de la gente.
Como editora web y de audiencias de Perú21 me toca lidiar con estos comentarios, sobre todo en Facebook, donde la carga es mayor y se viraliza rápidamente. No se trata de opiniones anónimas, ya que en muchos casos podemos identificar con facilidad a estos insultadores, hombres y mujeres también. ¿Qué hacer? Esta es una pregunta que nos hemos planteado en la redacción y la universidad.
Eliminar los comentarios o denunciar al responsable de las opiniones no basta. Si bien parte de la audiencia puede ser severa a la hora de juzgar a este incitador de la violencia, los medios no estamos al margen.
De hecho, como parte de nuestra política respecto a estos comentarios violentos en la fanpage del diario, los community manager tienen la directiva de eliminarlos, pero si somos realistas es imposible contener esa corriente infinita de mensajes de odio. Borras uno y aparecen cuatro, y se multiplica. En otros tiempos, las web cerraban los comentarios y pasaban a otro tema. ¿Qué hacemos con Facebook?
Reflexionar sobre estas reacciones de la audiencia y la manera cómo informamos nos lleva a persistir y afinar la cobertura de hechos de violencia contra la mujer. Debemos dar voz a todos los actores y aportar a la condena de estos hechos con responsabilidad.
El dolor se viraliza
Hace algunos años muchas mujeres que sufrían violencia guardaban silencio o denunciaban de manera anónima. Era frecuente publicar testimonios con rostros tapados o en la penumbra para no identificar a la víctima. Esto ha cambiado en la era de redes sociales y el rol protagónico de la sociedad civil en estos espacios y fuera de ellos. En Perú hemos tenido una serie de sucesos que nos han confrontado sobre cómo informar. En el camino se abre un debate si lo estamos haciendo bien, si caemos en acceso, si contribuimos al linchamiento del responsable, si hacemos a la víctima aún más vulnerable, y más.
Algunos ejemplos:
• Periodista Lorena Álvarez denunció agresión de su pareja, el economista Juan Mendoza: El diario Perú21, del cual soy editora, tomó la decisión de retirar a Mendoza de su parrilla de columnistas tras las graves acusaciones de Álvarez. La cobertura del caso fue amplia e incluyó la versión del economista. Lorena Álvarez expuso abiertamente su historia de violencia en los medios de comunicación, y los periodistas de este diario abordamos el caso desde todos los ángulos.
• Un video muestra a un sujeto arrastrando a su pareja por las calles de un distrito limeño. El clip se viraliza en Facebook y la protagonista de este hecho de la violencia no duda en contar lo ocurrido. A partir de este suceso pensamos en la necesidad de abordar la violencia contra la mujer a profundidad, por lo que se han hecho dos informes que exponen la grave situación de vulnerabilidad de las peruanas. Es solo el comienzo de una cobertura que consideramos clave.
• El censo que se realizó el último domingo terminó manchado por un suceso deplorable: una empadronadora fue violada. En este caso, la mujer ha preferido no dar la cara, y se ha identificado con iniciales, pero su hermano salió ante las cámaras para hacer la denuncia. No es fácil contener la indignación cuando en medio del dolor de la víctima aparecen comentarios en Facebook que se burlan y cuestionan a la afectada por el solo hecho de ser mujer.
Los medios deben tomar un rol protagónico. Estamos obligado a informar, y al mismo tiempo analizar estas reacciones. Para ello, podemos apoyarnos en sociólogos y psicólogos, así como abogados y otros expertos. Aproximarnos a ese grupo de la población que perpetra la violencia o la alienta nos permitirá ofrecer a nuestros lectores alternativas para la reflexión y el análisis. Salir del breaking news, de la cobertura cotidiana e ir al fondo del asunto puede marcar la diferencia en la calidad del periodismo que debemos hacer.
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