De vivir una migración a contar otra... Y hacerlo, además, desde el enfoque de las soluciones. Esta es la historia de Ximena Castilblanco, una de las ganadoras de Beca de Periodismo de Soluciones - Edición Centroamérica.
Fue por Instagram. A través de una publicación en las redes sociales de la Fundación Gabo, Ximena Castilblanco se enteró de la convocatoria de Becas para Periodismo de Soluciones para Centroamérica. Entonces, esa historia que desde 2019 conoció de los campamentos campesinos de exiliadas nicaragüenses en Costa Rica comenzó a tomar forma como una gran idea de cobertura de periodismo de soluciones. Una cobertura diferente, por demás, para ella, que en ese momento también ya era exiliada en ese país.
La historia resultó una de las ganadoras, y la contó así.
Hablamos con Ximena sobre su acercamiento a este tema que, particularmente, también la toca de manera directa.
¿Habías trabajado antes con el enfoque de las soluciones?
Con sinceridad, no. Esta es mi primera experiencia contando una historia de periodismo de soluciones. Fue una experiencia súper novedosa pero también inspiradora, porque me llevó a reinventarme a replantearme de qué otra manera contar las soluciones ante una problemática tan amplia, tan compleja y tan dolorosa. Fue una experiencia que disfruté mucho y que me encantaría repetir.
¿Fue gracias a tu propia experiencia del exilio que llegaste a esta historia?
Sí, fue a raíz de mi propia historia de exilio en Costa Rica, en el año 2018, que he estado conectando con diversos sectores de la sociedad civil de la ciudadanía nicaragüense que ha tenido que vivir esta situación. En el año 2019 tuve la oportunidad de hablar y de conocer los inicios del campamento campesino en el exilio, y me tocó bastante. En ese momento apenas se estaban instalando y había mucho por hacer. Me inspiró mucho a pesar de la situación tan vulnerable que te puede dar un exilio, un desplazamiento forzado, encontrarme con esta historia de todo ese movimiento social que lleva años resistiendo en Nicaragua ante leyes como la anticanal, que si se hacía, iba a desplazarlos de sus territorios.
Conocer esa historia fue ver la otra cara de la moneda, y es la realidad detrás de un exilio sumamente duro, después de haber huído de persecuciones, incluyendo encarcelamientos. Me inspiraron muchísimo esas mujeres organizadas, motivadas y sintiéndose seguras en comunidad.
¿Ya habías tenido acercamiento previo a la cobertura de migración y exilio?
Fue a raíz de mi propia historia de desplazamiento forzado que me llevó en el año 2018 a exiliarme en Costa Rica que comencé a conectar con diversas historias no solo de exilio, sino también de migración generacional histórica, en especial sobre la historia de la población nicaragüense que ha tenido, en distintos momentos de la historia, por enfrentamientos, por dictadura, por violencia, por pobreza, que emigrar al vecino país de Costa Rica. Entonces fue a raíz de mi propia historia que conecté con este tema. La percepción que tenía era que podía ser muy peligroso, porque está hablando de historias que quizás pueden comprometer, o las personas pueden sentirse comprometidas, ya que eso puede cambiar o puede afectar el estatus migratorio. Tenía esa percepción antes del año 2018 al hablar de estos temas, pero ya viviéndolo incluso de distintos puntos de vista, desde el de otras mujeres migrantes, hay muchos puntos en común, entonces eso me ha ido como quitando quizás como ese miedo, ese temor de contar historia tan estructurales como el desplazamiento forzado en nuestro continente, y conociendo la historia directamente de centroamericanos que constantemente estamos migrando para sobrevivir en Nicaragua, uno de los países más pobres de Latinoamérica.
Sí he estado de un año para acá visibilizando historias de resistencias de jóvenes que forman parte de movimientos sociales de diversos sectores de la sociedad nicaragüense, sin embargo este fue mi primer acercamiento, mi primera experiencia contando historias de migración pero a través de una experiencia particular, que son las mujeres del campo, las mujeres que trabajan la tierra, las mujeres que sostienen la vida, la cosecha. Haber salido de la ciudad, haber salido de contar historias de jóvenes y apuntar a contar historias de líderes adultas fue sumamente enriquecedor.
¿Cuáles fueron los aprendizajes en esta experiencia?
Entre los grandes aprendizajes que siento que tuve durante el proceso de investigación desde la cobertura del enfoque de periodismo de soluciones fue no romantizar la historia que estoy contando, y eso me llevó incluso a reinventarme en cómo contarla, porque es una historia que a mí en lo personal me inspira muchísimo, sin embargo no puedo invisibilizar las limitaciones que puede también llevar, y el dolor, y la desigualdad e injusticia. De verdad aprendí mucho a no romantizar la historia, a no revictimizar, porque es muy fácil caer en el periodismo que replica este perfil del pobrecito, qué injusto lo que le ha pasado. Cuando hablamos de mujeres es muy común ver todavía en medios que quieren de verdad ser sensacionalistas, siempre revictimizando a las mujeres, y que también reproducen estos imaginarios de que somos débiles y que nos tienen que ayudar. Tenía que contar esta historia y que no resultara más de lo mismo, y más bien mostrar su lado humano, mostrar la lucha de las mujeres como personas que están saliendo adelante, que tienen sueños, que tienen esperanza, también que tienen dolor en algunos casos, y que eso está bien.
También siento que un gran aprendizaje fue crear mi propia mirada, mi propia lectura de la historia, porque si bien obtuve recursos previos de qué es lo que se ha investigado, qué otros medio habían cubierto la noticia, pues mi historia fue la historia que yo vi, que yo sentí, que me permite conectar con las protagonistas. Eso me pareció muy, muy valioso.
¿Cómo encontraste el tono para esta historia tan potente?
Debo admitir que encontrar el tono de esta historia fue sumamente retador para mí desde el momento de preparación, producción e incluso decisión, porque me hizo sentir mucho nervio, me hizo sentir con un gran compromiso, ya que me preguntaba si siendo pública esta producción periodística podía afectar o podría repercutir en la vida, no solamente de las protagonistas por hablar de su historia de resistencia, sino también cómo podría perjudicar a su familia estando en Nicaragua, porque nos encontramos ante un país donde no existe el Estado de Derecho, donde los Derechos Humanos están siendo violentados desmesuradamente. Nos encontramos ante un régimen que sigue encarcelando, que sigue desapareciendo, que sigue asesinando, y esto ha llevado a más de 19 mil nicaragüenses, solo en 2021, a solicitar refugio en Costa Rica. Me sentí bastante nerviosa para encontrar el tono. Sin embargo, tras haber conectado, haber escuchado y tras haber conocido la historia de estas mujeres campesinas, fue que ahí encontré el tono: desde la sinceridad. El tono me lo dieron ellas. Me permitieron contarlo desde un tono honesto, sensible, donde hay dolor, donde hay incertidumbre, pero también esperanza, trabajo en equipo y comunicación; hay conexión con la tierra y hay coherencia, entonces gracias a ellas, que me lo permitieron, fue que encontré este tono real.
¿Cómo fue la experiencia personal de contar esta historia?
Me siento sumamente honrada y privilegiada, porque el movimiento campesino por Nicaragua, que resiste desde el campamento en el exilio, junto con estas cuatro maravillosas campesinas, me haya permitido compartir su historia de resiliencia. Para mí eso es sumamente inspirador, porque a final de cuentas yo soy una extraña. Yo soy una mujer joven, blanca, de la ciudad, que ha vivido experiencias diferentes a ellas. Sin embargo, la empatía que sentí, que sentimos al contar de ambas partes nuestras historias de desplazamiento forzado y exilio, fue clave para la conexión y también para la apertura, porque estamos hablando de una historia por supuesto de resistencia, pero estamos hablando también de una problemática llena de dolor, de injusticia, de violencia; entonces para mí fue inspirador. Me siento sumamente orgullosa.
Por otro lado, fue una experiencia con mucho compromiso, porque nos encontramos ante una pandemia que nos está restringiendo las maneras que conocíamos de contar la historia, entonces eso ha limitado por supuesto al gremio periodístico, poder conectarnos con las personas. Ahora todo es por Zoom, ahora no se van a poder contar historias si no es al conectar remotamente con las personas, entonces haber tenido la oportunidad de viajar y conectar nuevamente con las personas en un panorama como el del covid fue valioso. Fue reinvindicar que la historia del campo, que la historia de las campesinas son valiosas, y que hay que permitir y hay que hacer el esfuerzo como periodista de vivir la experiencia. No solamente contar la historia desde lo lejano: hay que sentirla.