En días recientes los medios españoles no han dejado de usar los términos libertad de prensa, bulos, mentiras y desinformación. Nada fuera de lo común en tiempos de redes sociales, inteligencia artificial e incertidumbre sobre la sostenibilidad de las plataformas periodísticas. Sin embargo, la agenda ha sido impulsada en buena medida por el presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, que conmocionó a su país y a toda Europa cuando decidió tomarse cinco días de silencio a partir de una carta publicada el 24 de abril para decidir si continuaba o dimitía de su cargo. En el documento de cuatro páginas expresó su hartazgo por los “supuestos delitos de tráfico de influencias y de corrupción en los negocios” de los que ha sido acusada su esposa, Begoña Gómez, y señaló su preocupación por “la máquina del fango” –expresión tomada de Umberto Eco–, con la que la derecha y la ultraderecha estarían esparciendo falsedades y escándalos infundados a través de falsos medios de comunicación.
Su comparecencia el lunes siguiente, frente a las escalinatas del palacio de La Moncloa, para decir que sí continuaba, dejó dudas sobre el programa de “regeneración” que pretende impulsar y que, ha dicho, debe incluir a toda la sociedad, los partidos políticos, los periodistas, los medios y los intelectuales. Sánchez recibió críticas de asociaciones de prensa por no permitir preguntas de periodistas en aquella alocución, un gesto inquietante dentro de una movida calificada como audaz, que le ha permitido centrar la atención sobre su figura, victimizarse, hacer un parón reflexivo y unificar a los adeptos en torno al Partido Socialista Obrero Español (PSOE), el movimiento de centroizquierda presidido por él.
En las contadas entrevistas que concedió después, el gobernante español se ha referido al “uso espurio de las redes sociales” y a un “acoso sistemático para intentar deshumanizarme”. Ha dicho que aunque esto mismo ha ocurrido con otros gobernantes, la inteligencia artificial y las plataformas digitales “ponen en marcha bulos que luego escalan al debate político”. En medio de las conmemoraciones del Día Mundial de la Libertad de Prensa –el 3 de mayo–, Sánchez apareció en la campaña electoral de Cataluña por las elecciones del 12 de mayo, donde volvió a criticar a los medios de comunicación. Estos hechos también ocurren ad portas de unas importantes elecciones en el contexto internacional, las del Parlamento Europeo del 6 al 9 de junio.
El caso Sánchez resuena en el ambiente internacional y el ecosistema periodístico por otras razones. En los países latinoamericanos son continuos los cuestionamientos que líderes reconocidos le hacen a la prensa. Las ‘máquinas del fango’ provocan más que fango o días de mutismo a un presidente: hacen que la gente salga a votar o discuta temas sin todas las herramientas o conocimientos posibles. Pero ninguna crítica a los medios debería poner nunca en riesgo la libertad de prensa o ensombrecer el buen trabajo que hace buena parte de los periodistas.
Gumersindo Lafuente, editor de la revista de elDiario.es y exdirector adjunto de ese medio, cree que el caso Sánchez no es un buen precedente. “Todos tenemos derecho a dudar, a tener tiempo para reflexionar y a poner a nuestra familia por encima de otras cuestiones, ya sean laborales o políticas. Pero la situación cambia cuando el protagonista es el presidente de un Gobierno”, dice. El también maestro de la Fundación Gabo afirma que la derecha española, cada vez que está en la oposición, pretende negar la legitimidad de los gobiernos progresistas. “Lo que está cambiando últimamente son los métodos, el uso intensivo de las noticias falsas y la creciente influencia de partidos de extrema derecha que quieren usar la democracia para destruirla. Y, también, una politización de la justicia muy alarmante”, añade.
Juan Diego Quesada, corresponsal de Colombia, Venezuela y la región andina para El País, califica como “insólito” el acto de Sánchez, pero cree que puede leerse de dos maneras. Por un lado, expuso la humanidad de un presidente, “un hombre atormentado por el acoso de la ultraderecha que se da un tiempo para meditar. Vemos a alguien sentimental, nos solidarizamos con su dolor”. Por otro, hizo “un ejercicio de propaganda”, por el que el presidente “pone al país en vilo, une a la izquierda y comienza un contraataque. En España hay que movilizar a la izquierda y Sánchez lo consigue. De ahí viene una de las fuentes de odio de sus enemigos: es un rival muy astuto”, agrega Quesada.
Según Lafuente se trata de “un problema global muy preocupante, de la sociedad y especialmente del periodismo”. En España, agrega, “los periodistas y los medios afrontamos una crisis de credibilidad que en parte también es responsabilidad nuestra y que coincide con una de las mayores crisis de modelo económico de los medios en toda su historia”. Los medios de ese país, dice Quesada, “se han radicalizado y han virado claramente a la derecha y al conservadurismo”. Algunos practican “una derecha montaraz”, pero existe “una cantidad ingente de medios conservadores y ultraconservadores que luchan por el mismo espacio” y algunos “viven de la publicidad que les inserta el PP [Partido Popular, de ideología conservadora]”. Al tratarse de medios que ocupan un mismo nicho, Quesada cree que “esa competencia les lleva a elevar el tono para sobresalir uno de otros”.
La “regeneración”, ¿una amenaza a la libertad de expresión?
Las asociaciones de prensa que se han pronunciado sobre el caso de Sánchez critican que se arroje dudas sobre la importancia de la libre expresión. Hay términos como “regeneración” o transformación que, cuanto menos, preocupan. “Para combatir los bulos y las informaciones falsas existen mecanismos en nuestro sistema judicial e incluso en el ámbito profesional”, declaró la Asociación de la Prensa de Madrid, que menciona a La Comisión de Arbitraje, Quejas y Deontología del Periodismo, un organismo de la Federación de Asociaciones de Periodistas de España que, para tales casos, hace análisis y emite dictámenes a partir de un código ético. “Difundir la idea de que los medios, e incluso el sistema judicial, no están comprometidos con la democracia sólo consigue debilitarla”, agregó la Asociación.
¿Pero corre riesgo la libertad de expresión cuando un presidente señala uno de los problemas actuales de los medios y plantea una posible transformación? “En España hay mecanismos judiciales suficientes para defenderse de las calumnias. Es muy peligroso que los gobernantes hagan leyes para perseguir medios que difunden bulos porque eso puede utilizarse de una forma torticera y usarlo para acallar a los medios críticos”, dice Quesada.
Lafuente alerta del peligro que representan las campañas de desinformación para la democracia, algo cada vez más notorio en distintos países. “En Estados Unidos con el ascenso de Trump, en Gran Bretaña con el Brexit, en Brasil con Bolsonaro… En Europa con el ascenso de la extrema derecha, muchas veces con la complicidad de la derecha, como ocurre ahora en España. Todo eso está pasando, pero no justificaría una legislación específica sobre el periodismo. Creo que sería un error”. Los medios españoles “están sometidos al control de la justicia cuando mienten, difaman, incumplen el código penal… Sí creo que como oficio deberíamos estar más alerta sobre la responsabilidad de nuestro trabajo y poner más énfasis en la autorregulación”, añade.
¿Cómo lidiar con la máquina del fango?
Umberto Eco acuñó el término “la máquina del fango” para describir cómo la opinión pública puede ser manipulada mediante la difusión de información distorsionada con el fin de perjudicar la reputación de alguien. Se refería principalmente a las tácticas de Silvio Berlusconi para desacreditar a los jueces que lo investigaban, utilizando medias verdades o medias mentiras. Pero el uso que le ha dado Sánchez a la expresión puede crear confusiones. “No me gustan esos términos y predisponen a la población contra la prensa”, dice Juan Diego Quesada. “Pero ocurre algo: esa máquina del fango existe, hay una gran cantidad de medios de ultraderecha en España sin ninguna ética periodística y que se dedican a la mentira descarada”. Estos medios “se escudan en la libertad de prensa y en el ataque del Gobierno. Lo que necesitamos es que la gente tenga una cultura y una preparación que les ayude a diferenciar fácilmente unos medios de comunicación de otros”.
“El problema con las plataformas, las grandes redes sociales, es que son empresas globales que sortean en muchos casos los códigos éticos y legales de los países en los que operan”, dice Gumersindo Lafuente. Otro problema es que no están obligadas con mandatos estrictos, como los medios a filtrar, las falsedades que publican, lo que plantea “nuevos retos” y “nuevas responsabilidades” a los periodistas, cuya “obligación sigue siendo la de siempre: comprobar antes de publicar. Ese será nuestro seguro de vida para preservar el futuro del periodismo”, añade Lafuente.
Sobre las responsabilidades que deben asumir en el futuro inmediato los periodistas y los medios, Quesada afirma: “Es muy sencillo, hay que hacer periodismo: contar la verdad, verificar fuentes, ser rigurosos, no utilizar los periódicos y las radios como instrumentos partidistas. Lo contrario denigra la profesión y nos mete a todos en el mismo cajón. Y eso no es cierto. En España hay buen periodismo. Solo se necesita reconocerlo”. Frente a ello, Lafuente aconseja “independencia, rebeldía, rigor, cercanía con los débiles”, impertinencia “con los poderosos, complicidad y atención a la comunidad de lectores”. También que existan “redacciones más abiertas, más diversas, menos elitistas, más cercanas. No podemos vivir en una burbuja; hay que romper el aislamiento y salir a la calle”.
Por último, Quesada dice que se necesita “defender el oficio y reivindicar la profesión más que nunca”. Aconseja: “Lleguemos al ciudadano con la mejor información, hagamos bien nuestro trabajo, seámosle fieles. Contémosle lo que está pasando a través de nuestras historias y reportajes. El mundo es trágico, pero también una fuente de belleza. Nuestro compromiso con los lectores es muy fuerte”. Lafuente concluye que “aunque sea más incómodo, debemos vivir lejos del poder y cerca de la gente. Al final siempre será mejor vivir de y para los lectores, por muy críticos que sean, que financiados exclusivamente por políticos o por un puñado de empresarios millonarios”.