Con una camiseta negra talla grande, cadena larga de rapero y rizos juveniles, Mark Zuckerberg dejó claro que un cambio de ‘look’ nunca es superficial: a comienzos de enero, con la inminente posesión de Donald Trump en Estados Unidos, anunció la eliminación del programa de verificación de información en Meta. El director ejecutivo de la organización matriz de Facebook, Instagram, WhatsApp y Threads justificó la decisión afirmando que el programa de chequeo se había convertido en “una herramienta para censurar” y que “los ‘fact-checkers’ han sido demasiado tendenciosos políticamente y han destruido más confianza de la que han generado, especialmente en EE. UU.”.
Aunque la decisión aplica hasta el momento para Estados Unidos, hay razones para creer que será igual en el resto del mundo. Los riesgos ya están siendo evaluados y comentados por verificadores, periodistas y medios de comunicación. En una carta abierta, la International Fact-Checking Network recordó que Meta tiene programas de verificación “similares en más de 100 países, muchos de los cuales son vulnerables a la desinformación, que puede provocar inestabilidad política, interferencia electoral, violencia y genocidio”. Y agregó: “Si Meta decide cancelar el programa a nivel global, probablemente se producirán daños reales en muchos lugares”. La misma organización expresó su preocupación por las falsedades de Zuckerberg al dar a conocer el fin del programa. Hace unos años, en un testimonio ante el Congreso de su país, el CEO sostuvo que se trataba de un “programa de ‘fact-checking’ líder en la industria”. La acusación de censura, sin embargo, sólo podría nutrir la falsa percepción de que el problema está en la verificación.
Esta equivalencia entre verificación y censura deviene en detrimento del periodismo y los chequeadores de todo el mundo, pero sobre todo de las audiencias que utilizan las plataformas digitales para informarse, a veces sin el propósito inicial de hacerlo. “A medida que los intentos de verificación de datos terminen, es una garantía de que las plataformas de Meta, al igual que X antes que ellas , se convertirán en un páramo de noticias falsas y desinformación”, afirmó el periodista William Antonelli en The Guardian. Por otro lado, el cambio de ‘camiseta’ sitúa a Zuckerberg en el espectro de otros magnates de empresas tecnológicas, como Elon Musk, y a una política cada vez más opaca frente al aluvión de contenidos que se difunden en sus redes (algo favorable, sobre todo, al arranque del segundo mandato de Donald Trump, que en campaña amenazó con llevar a la cárcel a Zuckerberg).
Pero ¿cómo afecta esta situación al mundo del periodismo y qué pueden hacer los periodistas para afrontar el reto de recorrer un nuevo ‘páramo’ de mentiras? La periodista y abogada Laura Zommer, CEO y cofundadora de Factchequeado, creadora de Latam Chequea y exdirectora de Chequeado, y Carlos Cortés, director de Linterna Verde y columnista de La Silla Vacía, explicaron a la Red Ética las consecuencias de esta decisión para chequeadores, periodistas y audiencias.
Dificultad para diferenciar qué es real y qué es desinformación
Según Laura Zommer, “la principal consecuencia de esta decisión político-estratégica (Mark Zuckerberg la anunció justo antes de la asunción de Donald Trump) es que las audiencias no tendrán más un mecanismo efectivo para discriminar qué es real y qué desinformación entre lo que circula en las plataformas de Meta. Así, se reducirá la rendición de cuentas de los poderosos, se bajará el costo para los desinformantes y mentirosos y las personas contarán con peor información en asuntos clave –como salud, migración, clima, elecciones– para tomar mejores decisiones”. Carlos Cortés, a su vez, escribe en una columna en La Silla Vacía que “mientras las noticias falsas se fabrican al por mayor y van en moto –más ahora con las herramientas de Inteligencia Artificial–, las verificaciones toman más tiempo y van a pie”.
Desfinanciación (parcial) de programas de chequeo informativo
La decisión de Meta también afecta “la sustentabilidad de algunas organizaciones de chequeo que no tienen suficientemente diversificada su financiación y contaban con los fondos de este programa para su operación”, dice Zommer. Al respecto, Cortés calcula que la cantidad de fondos que los medios de comunicación de la región recibían de Facebook para las verificaciones “podría estar entre el 25%, algunas 30 y 35%”. Por otra parte, hace falta “cuándo se implementan las decisiones porque puede que no lleguen de inmediato. Si ya hay acuerdos en marcha, incluso podría ser hacia un año”.
Además, “el periodismo en la era digital había encontrado en los ‘fact checking’ un modelo de negocio alternativo, una forma de reempaquetar los productos, de mostrar el periodismo bajo una luz distinta, innovadora y relevante para esta coyuntura. Y Facebook es el principal financiador”, agrega Cortés. No obstante, “como lo dijo también Latam Chequea, ni el ‘fact checking’ empezó con Meta ni la única forma de hacerlo es a través de esa financiación”.
Aumento de la violencia en redes sociales
Como señala un artículo de Factchequeado, Meta eliminó las restricciones en sus normativas en lo que refiere a “conductas de odio” en Instagram, Facebook y Threads en temas como la inmigración, el género y la orientación sexual. Ahora está permitido “publicar que las mujeres no pueden ser militares, pero que pueden ser propiedad de alguien, que las personas trans son ‘enfermas mentales’ y que los gays ‘no son normales’”. Zommer afirma que “con menos moderación y sin el programa de ‘fact checking’ los contenidos falsos y violentos circularán sin duda más”.
Estigmatización y mentiras sobre verificadores de hechos
En su carta abierta a Zuckerberg, la International Fact-Checking Network dijo que el programa lanzado por Meta en 2016 “fue un gran paso adelante fomentando la veracidad de los hechos en línea. Ayudó a los usuarios de Facebook, Instagram y Threads a tener una experiencia más positiva al reducir la difusión de información falsa o engañosa [...] Los ‘fact-checkers’ defendemos firmemente la libertad de expresión, como afirmamos en la Declaración de Sarajevo el año pasado. Explicar por qué algo no es cierto también es parte de la libertad de expresión”, añade la carta.
En lugar de censurar o sesgar, dice Zommer, los verificadores agregan contexto e información a los hechos, y se valen de un Código de Principios que no sólo los obliga a ser apartidistas sino que los evalúa una vez por año.
Pero las afirmaciones infundadas del CEO de Meta ocultan “las verdaderas motivaciones político económicas de esta decisión. Zuckerberg no sólo no mostró evidencia alguna de lo que afirmó sino que contradijo la poca data disponible y los reportes de la compañía sobre el programa”, dice Zommer.
Lo que enseña el caso X (Twitter)
Un estudio publicado por Factchequeado, Maldita.es y Tech Policy Press aborda lo que hicieron y no hicieron las plataformas durante las últimas elecciones de Estados Unidos en relación con la desinformación en español. El reporte indica que X fue mucho menos competente que Meta contrarrestando las mentiras en el contexto electoral. “La red de Musk fue la más exitosa haciendo hiperviral la desinformación detectada y sólo fue menos activa en acciones visibles de moderación YouTube, según los resultados de la muestra analizada”, dice Zommer. Por otro parte, el sistema de notas comunitarias, que deja a los usuarios a cargo de la verificación independiente en Meta, ha demostrado su inutilidad en X, donde han tenido un impacto menor, por ejemplo, en medio de las mentiras o desinformaciones difundidas durante las últimas elecciones en E.E. U.U.
Dos retos para el periodismo en esta coyuntura: chequear más y hacer contenido de interés público
La verificación y comprobación de información y las notas de la comunidad “deberían coexistir y complementarse y debiera ser en todas las plataformas si, en lugar de ganar dinero con ella, buscaran combatir y contrarrestar la desinformación”, dice Zommer. Por ello, recomienda a los periodistas “que hagan periodismo, vuelvan a las fuentes y chequeen, chequeen y chequeen”, sin perder de vista que “las redes principalmente potenciarán los contenidos que generen dinero y ‘engagement’, sin atender a su veracidad o falsedad”.
Y aunque el chequeo de información y los diagnósticos fácticos son cruciales en medio del mar de contenidos en internet, estos “no son suficientes para cambiar realmente las percepciones de la gente”, dice Cortés. “En esa medida, el periodismo tiene que seguir buscando formas de mantener la relevancia dentro del debate público, tiene un reto grande de combatir la economía de la atención, de no dejarse llevar por los incentivos de las redes sociales y buscar formas de generar contenido de interés público que pueda también dar cuenta de cuáles son los factores estructurales, los valores, las emociones, los proyectos políticos que subyacen a esas convicciones. Hay un reto en términos de multidisciplinariedad, de nuevas miradas, pero por supuesto manteniendo el enfoque de interés público”, concluye Cortés.