A medida que avanzaba en la edición de un libro sobre la censura en Iberoamérica, había una frase de Ryszard Kapuscinski que volvía con frecuencia a la memoria de Santiago Tejedor: “el trabajo de los periodistas no consiste en pisar las cucarachas, sino en prender la luz, para que la gente vea cómo las cucarachas corren a ocultarse”.
Como director del Departamento de Periodismo y Ciencias de la Comunicación en la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), Santiago emprendió junto a sus estudiantes del Máster en Periodismo e Innovación en Contenidos Digitales la tarea de documentar en un libro las distintas caras de la censura en 12 países de Iberoamérica: Argentina, Chile, Colombia, Ecuador, El Salvador, España, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Perú, y Venezuela.
El resultado es ‘Censurados: historias que no pudieron callar’, un valioso documento que recopila los relatos de decenas de periodistas que han encontrado la manera de encender la luz en sus países, a pesar de las múltiples presiones existentes para que no lo hicieran.
Desde la forma en que los periodistas mexicanos se autocensuran para salvar sus vidas de las manos de los narcos, pasando por la censura que se ejerce desde la dirección de los medios en España, o la manera en que la fuerza pública intimida a los periodistas colombianos que investigan al Ejército y la Policía, el libro ofrece un completo panorama de los problemas que existen para el ejercicio libre del periodismo en nuestra región.
El libro ofrece además un glosario de las principales formas de censura identificadas, entre las que se destacan la censura política, censura previa, censura corporativa, autocensura, censura religiosa, censura por presiones y censura bélica o militar. Incluye también un mapa de la situación de la libertad de prensa en Iberoamérica, con un conteo de los periodistas asesinados y encarcelados entre los años 2009 y 2019; así como un cuadro comparativo de las instituciones y mecanismos regulatorios existentes en los distintos países que podrían ayudar a afrontar el problema de la censura.
“Muchos (periodistas) no saben qué hacer, a quién acudir, cómo reaccionar porque nadie nunca se lo ha explicado. Y, evidentemente, esto empeora su situación y hace que los problemas se enquisten y todo vaya a peor”, afirma Tejedor sobre lo que descubrió al editar el libro, en entrevista concedida a Hernán Restrepo, gestor de contenidos de la Red Ética de la Fundación Gabo.
En la entrevista, Tejedor ahonda en los aprendizajes que esta investigación dejó para él y sus estudiantes, luego de reflexionar sobre cómo, a pesar de que existen múltiples mecanismos de censura, su objetivo será siempre el mismo: evitar que los periodistas encendamos la luz.
Red Ética (RE): En el libro se aborda el problema de la censura en 12 países, algunos tan diferentes entre sí como como Argentina, España, México, Colombia, El Salvador o Venezuela. ¿Qué similitudes y diferencias principales es posible ver en la censura que se ejerce en estos países?
Santiago Tejedor (ST): Cada escenario posee sus particularidades socio-culturales y socio-políticas, pero en esencia los problemas son los mismos. Esto es: si hablamos de censura, encontramos, por desgracia, muchos elementos compartidos. Estos aspectos son la fragilidad y precariedad laboral del profesional del periodismo en el desempeño de su trabajo, la falta de instancias que salvaguarden a los periodistas, el desconocimiento de qué, cómo y dónde denunciar este tipo de situaciones, el miedo a hacerlo… Y, por encima de todo, como sucede en todo el planeta, las presiones recibidas por intereses económicos, políticos, empresariales…
RE: Ante tantas formas de censura que existen actualmente, ¿no te parece que es necesaria una redefinición del concepto de censura? ¿O tal vez deberíamos hablar de censuras, siempre en plural?
ST: Hay muchos de tipos de censuras con sus matices y especificidades, pero la esencia es la misma: impedir que alguien diga o exprese algo. Existe también una forma más dura e hiriente que es la autocensura. Por miedo a su integridad física, a su puesto de trabajo… el periodista decide callar temas que deberían ser contados, pero que ese tipo de presiones, amenazas y miedos le llevan a silenciarlo. Recordé muchas veces en el proceso de construcción del libro la frase de Ryszard Kapuściński: “el trabajo de los periodistas no consiste en pisar las cucarachas, sino en prender la luz, para que la gente vea cómo las cucarachas corren a ocultarse”. Sus palabras hacían énfasis en el importante rol del periodismo como medio de denuncia social. Pero ¿qué sucede cuándo el periodista no puede –por miedo, amenazas, presiones u otros motivos– prender la luz? ¿Quién lo hará? ¿Nadie? ¿Y entonces…?
Incluso, en la fase de cierre del libro, cuando escribía el prólogo, me impactó la noticia que Martín Caparrós anunciaba en su cuenta de Twitter que dejaría de escribir para The New York Times, cansado de la forma en que se editaban sus textos. Me impactó tanto que modifiqué mi texto para incorporarla en el prólogo del libro. Y escribí lo que sigue: Pero, lo duro y lo difícil –también, lo desconcertante- es cuando te censura el medio, el editor, el compañero. Esto es: aquel que debería respaldar tu trabajo. La nueva censura se llama edición. E invita a la reflexión y a la autocrítica. Y exige coraje. Ayer, 28 de mayo, Martín Caparrós nos daba otra nueva lección. Esta vez no era ni de estilo, ni de mirada, ni de enfoque. Era de valentía. Muchos sueñan con llegar. Algunos -pocos- llegan. Pero solo unos -muy pocos- deciden cuándo irse. En su cuenta de Twitter escribía esto: “Quiero contarles que decidí dejar de escribir en el @nytimeses. Me apena, pero no soporto que toqueteen y censuren mis textos. Sigo defendiendo mi libertad de prensa. ¡Hasta la próxima!”.
Hablamos de The New York Times, uno de los medios más prestigiosos de la actualidad, dicen, del planeta. Y hablamos de Martín Caparrós, sin duda, el mejor cronista en español de la actualidad. ¿Estamos ante un nuevo tipo de censura llamada edición? Es grave. Es serio.
RE: Son pocos los países latinoamericanos que cuentan con un organismo público dedicado a defender las audiencias. ¿Crees que contar con una institución así ayudaría a reducir el problema de la censura?
ST: Sin duda, es un elemento de importancia. Pero yo creo que necesitamos un mayor reconocimiento del rol social de los medios, de la labor del periodista. Hay que mejorar sus condiciones laborales, garantizar que pueden trabajar en condiciones óptimas. Hemos de entender lo importante del periodismo en nuestras sociedades. Todo ello sumaría. Y también lo haría algo que, para mí, es decisivo: la alfabetización digital y mediática de la ciudadanía. Necesitamos ciudadanos críticos, exigentes, capaces de discernir en estos tiempos de infoxicación la información de calidad de la información que no es de calidad. Si la ciudadanía valora y apoya el buen periodismo, la censura y otras amenazas de nuestro oficio lo tendrán más difícil.
RE: Cuéntanos sobre los textos del libro dedicados a analizar el problema de la censura en Colombia, ahora que los banqueros se han ido apropiando de algunos de los principales medios de comunicación del país.
ST: Los casos de Colombia, escogidos por el grupo de estudiantes del Máster oficial de periodismo e innovación en contenidos digitales de la UAB, reproducen problemas de toda América y de todo el mundo. Cuando los poderes financieros se apropian de los medios, cuando los directores de los medios son economistas, empresarios o cualquier otro perfil ajeno al periodismo, estamos ante la crónica de un desajuste anunciado. Nuestro oficio trabaja con un material –la información- tan importante como delicado. Debemos saber manejarlo. No es solo un problema de Colombia. Mi colega y amigo David Jiménez, exdirector del periódico español El Mundo, lo explica de forma magistral en su magnífico libro El director. Secretos e intrigas de la prensa narrados por el exdirector de El Mundo.
RE: El libro está lleno de magníficas frases que describen crudamente el problema de la censura en Iberoamérica. ¿Cuáles son algunas de tus favoritas y por qué?
ST: Creo que el libro es un crisol de miradas y de perfiles. Quisiera destacar el gran trabajo realizado por un equipo integrado por docentes y alumnos de toda Iberoamérica que he tenido el gusto de coordinar y dirigir. El compromiso de todos estos estudiantes, su tesón, su rigor, su implicación y su valentía han permitido reunir testimonios de periodistas que son muy duros, pero a la vez que merecían ser contados.
RE: A lo largo del libro, es posible ver cómo instituciones de la fuerza pública, como el Ejército y la Policía, pueden llegar a ejercer la censura de una manera peligrosa. ¿Qué pueden hacer los periodistas cuando no pueden confiar ni en sus soldados o policías?
ST: De entrada, los periodistas debemos desconfiar de cualquier grupo de poder. En este caso y como lo planteas, redundamos en ese tipo de escenarios donde, y volviendo a Kapuściński, los periodistas deben prender la luz y además matar a las cucarachas. Los periodistas no deberían ser héroes, pero en muchos países del mundo, también de América Latina, está sucediendo. En estas situaciones, el periodista se siente desvalido y es cuando deben entrar instancias supranacionales. Otro aspecto que reflejó nuestra investigación fue la necesidad de formar a muchos periodistas para que sepan cómo afrontar situaciones de censura. Este es un gran problema: muchos no saben qué hacer, a quién acudir, cómo reaccionar porque nadie nunca se lo ha explicado. Y, evidentemente, esto empeora su situación y hace que los problemas se enquisten y todo vaya a peor.
RE: ¿Podríamos calificar como relativamente positivo que la censura hoy en día se ejerce de manera más velada y menos violenta? Es decir, hay más censura, pero matan y secuestran a menos periodistas que en décadas anteriores.
ST: No. No lo creo. Solo con un periodista asesinado en el ejercicio de su trabajo –asesinado o extorsionado o torturado o secuestrado o amenazado o…-, solo con uno, sería muy poco ético pensar que estamos bien, que el problema no existe, que hemos avanzado. Insisto: solo con uno.
RE: Lo de México es un caso aparte. La presión de los narcos ha obligado a los periodistas a acudir con frecuencia a la autocensura para salvaguardar sus vidas. ¿Qué alternativas ves tú para que se ejerza un periodismo libre en México, a pesar del poder de los carteles?
ST: Lo decíamos antes: apoyar a los periodistas, dentro y fuera del país, ofrecerles condiciones seguras y decentes de trabajo, y denunciar todas y cada una de las injusticias que se produzcan. Fácil de decir, muy difícil de hacer.
RE: Tras haber dirigido este proyecto sobre la censura en Iberoamérica, ¿qué recomendación le darías a los colegas que en este momento están siendo censurados?
No me gusta dar recomendaciones. Y en este tema todo se torna más delicado. Solo me atrevería a mandarles ánimo y apoyo, a pedir que fomentemos alianzas y redes entre periodistas y medios de un mismo país y de otros… Y, por encima de todo, a que pensemos en algo… Quizás la clave es que entendamos que éste es un problema de todos y no solo de los periodistas.