“El periodista no tiene por qué renunciar a sus convicciones”
12 de Octubre de 2018

“El periodista no tiene por qué renunciar a sus convicciones”

Foto: Pixabay / Creative Commons.

Soy católico por nacimiento y por convicción, y periodista de larga trayectoria, informo por la radio sobre temas como el aborto que aquí es asunto de alta sensibilidad. ¿Debo renunciar a mis convicciones religiosas para hacer una información objetiva sobre este tema?

Respuesta

El dilema ético no versa sobre su convicción religiosa enfrentada a la información objetiva. El dilema es otro: o informar o hacer propaganda.

Son realidades distintas: mientras la información periodística pone al periodista al servicio de todos los receptores de sus noticias, la propaganda lo pone al servicio de los intereses de unos cuantos. Informar ayuda a todos los que piden y a los que rechazan el aborto como solución. Esto lo hace una información creíble, de fuentes creíbles: como los datos científicos, las estadísticas o la aproximación de los hechos.

La posición del periodista, sea religiosa o cuasi religiosa -que es la de los movimientos laicos-, en favor o en contra tiene como fundamento una percepción guiada por los sentimientos. Por eso sus posiciones y exposiciones son predominantemente emocionales, más cercanas al grito y al adjetivo que a la fe tranquila y al razonamiento sereno. Esto sucede entre juicios absolutos sobre una realidad hecha de elementos que no se conocen integralmente.

El periodista que entiende su profesión como un servicio para todos -los del pro y los del contra- aspira a dar información útil para todos, como estímulo y apoyo para una búsqueda de la verdad en común.

Por tanto, el periodista no tiene por qué renunciar a sus convicciones, sino sumarse a la que debe ser tarea de todos en estos casos: la búsqueda de una verdad que ha progresado desde los tiempos en que esta era el sacrificio de los bebés en el altar de los dioses.

Hasta hoy, se ha dado un proceso de búsqueda que debe contar con ayudas como la del periodista, que ha decidido no ser propagandista de un grupo sino contribuir con su información a la búsqueda de la verdad sobre el comienzo de la vida, sobre el principio y los alcances de los derechos de las personas, sobre las exigencias de la dignidad y otros temas relacionados.

Por tanto, las prácticas de los mejores del oficio sobre estos temas enseñan:

  1. Impóngase usted como norma que su información debe ser útil para todos por encima de cualquier grupo, partido o religión.
  2. Rechace por igual las verdades absolutas y los datos no verificados. No crea que es su deber o su aspiración decir la última palabra.
  3. Prefiera la información que aporte claridad y propuestas de solución, y descarte las que solo pretenden derrotar a un contradictor.
  4. No pierda de vista que la información puede contribuir al alivio del sufrimiento de las personas y al respeto de su dignidad.
  5. Mantenga presente que no hay comunicación sin efecto, como punto de partida para un examen de las consecuencias, buenas o malas, que pueda tener su información.

Documentación

Una ética de la información vendría a fomentar en los medios su compromiso en dar a conocer, de manera más fiel, lo que acontece en la sociedad, narrar con la máxima objetividad la realidad moral y política en la que estamos inmersos, reflejar las diferentes mentalidades y maneras de vivir que coexisten, no siempre armónicamente, en las sociedades plurales, procurando mantenerse en una sana neutralidad axiológica.

Parece ser que este compromiso con la objetividad y la descripción es uno de los más arraigados en la profesión periodística. Por consiguiente, una ética de la información procurará dignificar al hombre y a la propia profesión mostrando la verdad de los hechos, describiendo con rigor todo lo que merezca ser conocido por el público. Este ideal específico de la profesión periodística, por inalcanzable que parezca, jamás debiera ser minusvalorado por los profesionales de la información. Es en la mejor o peor realización de este ideal donde se juega la credibilidad social y moral del periodismo; de ahí que los códigos insistan en que la búsqueda de la verdad y la objetividad constituyen la meta principal de todo periodista.

Los pensadores analíticos consideraban que eran las ciencias humanas y sociales las encargadas de describir con el máximo rigor científico las opiniones morales, entre otras realidades humanas, que de hecho mantienen a los hombres en su vida social. Por su parte, una ética de la información necesita ser consciente de los problemas morales implicados en esta misión de contar la realidad humana, dado que el periodista está inmerso en esa misma realidad que pretende reflejar, no es mero espectador y observador, vive en una concreta sociedad, lo que le condiciona para mostrarla tal cual es.

Enrique Bonete Perales. En De la ética filosófica a la deontología periodística. Tecnos, Madrid, 1995.P. 37, 38.

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