El trabajo diario del periodista puede cambiar la sociedad todos los días
21 de Junio de 2018

El trabajo diario del periodista puede cambiar la sociedad todos los días

Foto: Unsplash, compartida bajo licencia Creative Commons

El concepto más común sobre el trabajo del periodista es que se trata de un profesional que cuenta lo que pasa de modo preciso y completo. Pero en este Consultorio se ha dicho, con Gabriel García Márquez, que se trata de cambiar algo todos los días, ¿a quién creerle?

Respuesta:  

Créales a los dos; ambos registran dos momentos en la historia de la evolución de la conciencia profesional.

La más antigua referencia que se tiene de un registro periódico cuenta la modesta tarea de llevar las cuentas de los movimientos de ganado y de productos agrícolas. El periodismo en República Dominicana comenzó con el registro de los barcos que entraban y salían del puerto. Los reyes de Francia manejaron los periódicos como instrumentos a su servicio aunque en el siglo XVIII, en los días previos a la toma de La Bastilla, las hojas periódicas se multiplicaron porque cumplían la tarea de formar conciencia revolucionaria. A fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX, dominaron el panorama los empresarios que entretenían con la información y hacían negocio con ello. El desarrollo más radical se dio en el siglo XX, que del periodismo sensacionalista pasó al periodismo de utilidad ⎼ estilo “Mecánica Popular” que enseñaba a hacer cosas. Después surgió el periodismo de interpretación, mientras se afianzaba la idea de contar historias completas y objetivas. Pero periodistas como Gabriel García Márquez, a esa condición de relatores de noticias, le agregaron el perfil del líder social que informa para cambiar algo como se podrá observar en la documentación, con el relato de un corresponsal de guerra.

Sin dejar de ser preciso y honesto, este periodista sabe que, con la noticia maneja un material transformador de la conciencia de la sociedad. Así, como el hombre es lo que come, es también lo que recibe como información. Un torrente de información sobre farándula y deportes crea un receptor superficial al que solo mueven los chismes y liviandades de las pequeñas historias del espectáculo deportivo o de audiovisuales; si el material que recibe es del mundo de los libros y de los escritores, no saldrá de ese mundo; pero si las noticias lo mantienen en contacto con la vida de la sociedad, con su política, su economía o sus diarios dramas, el lector se hará ciudadano del mundo, conciencia de su sociedad y quien le da esa información será guía y líder de la sociedad.

Esta es la imagen del periodista que se está formando. Alguien que puede cambiar la sociedad todos los días.

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Documentación

Mis reportajes aparecieron por primera vez en el Daily  Mirror el 12 y 13 de septiembre de 1979. A las 24 horas de la publicación habían llegado más de 50.000 libras a las oficinas del Mirror, una suma enorme en este tiempo, más que suficiente para llenar dos aviones llenos de material de ayuda. Pero ninguna compañía de seguros estaba dispuesta a asumir un vuelo a Camboya. Finalmente una compañía islandesa tenía disponible un DC 8 El 28 de septiembre, cargado con suficientes dosis de penicilina, vitaminas y leche para aliviar a 69.000 niños. El avión despegó con todo pagado por los lectores del Mirror.

Cuando mi documental ‘Year Zero’ se proyectó en televisión, llegaron 40 sacos de correo con 26 mil cartas de primera clase en las primeras veinticuatro horas. Se consiguió rápidamente un millón de libras. “Esto para Camboya” escribió un conductor de bus e incluía el sueldo de una semana; una mujer de ochenta años envió su pensión de dos semanas, un padre soltero envió todos sus ahorros de 50 libras. Entonces se reunieron  más de 45 millones de dólares para Camboya.

Y empujado a la acción por una avalancha de cartas, telegramas, llamadas telefónicas y peticiones, el gobierno británico fue el primero en occidente que desconoció el régimen de Pol Pot.

Dos filmes míos posteriores ‘Year One’ y ‘Year Ten’, revelaron que la administración de Reagan estaba restaurando en secreto los jemeres rojos como fuerza militar y política en el exilio de Tailandia, para usarlos como arma contra Vienam y que los SAS británicos estaban instruyendo a bases situadas a lo largo de la frontera.

John Filger en ¡Basta de Mentiras!, Novagrafik, Barcelona, 2005 p. 111, 112

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