Este viernes a la 1:00 pm tuvimos una charla en vivo con uno de los periodistas musicales más destacados de América Latina: el argentino Diego Fischerman. Este crítico musical del diario Página/12 es autor de varios libros claves para entender la música de nuestro tiempo, y ha sido capaz, durante años de ejercicio, de fijar su oído en un amplio rango de expresiones del arte sonoro, en el que bien pueden caber Beethoven, David Bowie o Green Day, con la misma erudición y sentido del detalle.
Es, además, un escucha atento de fenómenos que trascienden lo puramente sonoro: la industria musical, las políticas culturales o los debates morales, como lo demuestran estos cuatro textos que les ofrecemos para acercarse a su trabajo:
‘El Estilo del vampiro’, a propósito del cumpleaños de David Bowie
“En Bowie, en todo caso, hay un estilo que pasa, además de por su voz y su fraseo absolutamente inconfundibles, precisamente por su capacidad para apropiarse –para vampirizar– estilos ajenos. En realidad, puede afirmarse que Bowie hace realidad dos grandes aspiraciones del rock y que, en ese sentido, no es otra cosa que la más perfecta encarnación del espíritu del pop inglés. Ese espíritu que, mientras él comenzaba, tocaba un límite posible con la pulverización del modelo de canción al que arribaba Abbey Road (1969) de The Beatles. La enciclopedia de Bowie puede leerse en su disco Pin-Ups, dedicado a versiones de temas de otros solistas y grupos, donde incluye a los Rolling Stones, a The Who, a The Kinks, a Pink Floyd. Hay algo que Bowie aprendió de The Beatles –a quienes homenajea en Young Americans– o, por lo menos, de quienes hicieron suyo este axioma: la idea de que el rock podía adueñarse de todo.” Seguir leyendo.
‘Los extraviados’, sobre un escándalo en el mundo de la ópera
“Es llamativo, en todo caso, cómo las discusiones que desaparecieron en el cine, el teatro y la literatura, se han refugiado en el campo de la ópera. El único territorio, podría decirse, en que los partidarios de la censura son sus propios fans. Ningún cinéfilo defendería los cortes de las escenas eróticas en un film que se refiriera a la prostitución. Y a nadie se le ocurriría, a esta altura del partido, condenar La romana, de Alberto Moravia. Y, ni siquiera, ese paroxismo de la inmoralidad yuppie titulado American Psycho, de Bret Easton Ellis. Tampoco serian imaginables críticos de cine o de literatura indignados por lo revulsivo de algunas escenas de ciertas obras. Todo eso, y mucho más, es todavía corriente, sin embargo, en el encantador mundo de la ópera.” Seguir leyendo.
‘La fiesta privada de unos pocos’, sobre el Teatro Colón, de Buenos Aires
“¿Para qué una ciudad –y sus ciudadanos– debe sostener un teatro como el Colón? Es decir, más allá del placer que allí encuentran quienes asisten a sus espectáculos y de la calidad de lo que en sus salas se ofrezca, hay una función social indelegable, en tanto es la que le da sentido como inversión comunitaria. A un teatro privado le alcanzaría con lo primero. Mientras tuviera un público feliz por pagar por aquello que allí encontrara y le alcanzara con los fondos así obtenidos para producir los espectáculos que ofreciera, no estaría obligado a preguntarse (ni a contestar) nada más. En el caso de un teatro estatal, la ecuación cambia.” Seguir leyendo.
‘Cambios de hábito en el mercado del disco’
“La impresión general es que el disco no está muerto. Puede ser que el mercado tienda a separarse más entre melómanos audiófilos y consumidores de éxitos, que el soporte cambie un poco, incluyendo al Super Audio como un plato fuerte del menú, que las pequeñas disquerías, capaces de atender públicos exigentes e interesados, reemplacen definitivamente a los grandes supermercados del disco y que los sellos gourmet se queden con lo mejor (o con lo único) de una torta cambiante y esquiva. Lo que nadie duda es que, como ya sucedió en el final de Cretácico, también esta vez los más grandes pagarán el precio de su tamaño.” Seguir leyendo.